El Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y Podemos ha entrado, otra vez, en ebullición, y el cansancio se nota por ambas partes. Las elecciones estarían a la vuelta de la esquina, si no fuera porque la formación morada es consciente de su declive en las encuestas y de que su designada, que no aceptada, nueva lideresa, Yolanda Díaz, se ha atascado con su nuevo proyecto de reagrupar a la izquierda del PSOE.

Pero el único asidero que les queda a Montero, Belarra y Echenique es la visibilidad que les da su pertenencia al Ejecutivo. Por eso rectificaron su peregrina descripción de sus socios como el "partido de la guerra", por el simple hecho de sumarse al resto de países europeos y enviar armas a la masacrada Ucrania.

No obstante, el aumento presupuestario que anunció Sánchez para el ministerio de Defensa no va a resultar fácil con los socios actuales. Hay muchas más papeletas de que se prorroguen las cuentas actuales, a que se logren los votos necesarios para unos nuevos presupuestos de fin de legislatura.

Ni Podemos, ni Bildu, ni ERC están por la labor de destinar dinero público para invertir en armamento, aunque el ataque de Putin a Kiev haya puesto en evidencia los riesgos de la UE ante semejante vecino. Su mantra sólo podría cesar si ese dinero se obtiene de una subida de impuestos a grandes empresas y a los "ricos".

Por otro lado, los independentistas catalanes de Esquerra, que se opusieron como aviso a navegantes a la reforma laboral, ven como la "apretada" agenda de Sánchez, volcado en exclusiva en las consecuencias económicas de la guerra, aplaza sine die la cita bilateral para la "solución del conflicto catalán".

Todo hacía presagiar que en los últimos meses de este año íbamos a asistir al distanciamiento de los hasta ahora ahora socios, intentando marcar cada uno su agenda cara a los comicios de 2023. Pero la agresión rusa y la grave situación económica puede dar un vuelco a los acontecimientos. Y esto sería el peor escenario para las expectativas electorales del nuevo Partido Popular de Feijóo. A fecha de hoy, la ultraderecha de VOX le pisa los talones y la crisis de Casado y Ayuso no ha hecho más que hacer crecer a sus seguidores.

Por todo ello, es harto improbable un adelanto electoral pero, en un momento de incertidumbre, tras la crisis de la pandemia, las consecuencias de la guerra, una inflación galopante y los costes de la energía, lo último que necesita este país es que los intereses electorales se coloquen, como siempre, por delante del bien común. Nunca ha sido más necesario el eslogan de "todos a una" para recolocar a España y a Europa a salvo.