La Guardia Civil prepara congeladores en la isla de Hierro
La noticia pone los pelos de punta, es estremecedora: la Guardia Civil prepara ya congeladores en la isla de El Hierro, pensando en los cadáveres que llegarán a sus playas en los próximos días. El fin de semana volcó un cayuco con más de sesenta inmigrantes africanos, y Salvamento solo ha podido rescatar a nueve personas vivas. El resto, desaparecidos, no es fácil que hayan podido sobrevivir.
El drama de la inmigración es hoy uno de los problemas más graves al que se enfrentan los países occidentales, que gastan en declaraciones mucho más que en solucionar la situación de quienes prefieren poner en riesgo su vida antes que morir de hambre o escapar de genocidios y guerras. A los gobernantes, de todas las latitudes, de todas las ideologías, se les llena la boca con palabras de misericordia y solidaridad, pero se muestran incapaces de poner los medios necesarios para atajar el problema.
Promulgan iniciativas o leyes que redactan expertos que parecen no conocer de cerca la tragedia, no cuentan con suficiente personal, ni suficientes refugios, ni suficientes plazas para acoger a los inmigrantes que llegan, ni suficientes policías y guardias civiles para analizar la situación de cada uno e informarles sobre cómo abordar su futuro en la legalidad… o devolver a sus países de origen a quienes no cumplen los requisitos para permanecer en España, por las razones que sean. No se puede dar el mismo trato a quien ha entrado ilegalmente y tiene intención de regularizar su situación, que a quienes no tienen más objetivo que la delincuencia.
No es fácil encontrar una solución, pero hay medidas que se han demostrado eficaces o que han rebajado la gravedad, como ocurre en la Italia de Meloni. El gobierno español no puede quedarse en buenas intenciones ante la situación crítica que sufren una docena de regiones. Es un clamor de todos los gobiernos regionales y municipales que, sin la colaboración del gobierno central, no hay solución. Como es un clamor que el problema se agranda día a día.
Sorprende aún más la ineficacia, porque España, como todo occidente, necesita a los inmigrantes. Son indispensable mano de obra. Están dispuestos a trabajar en sectores que rechazan los ciudadanos del propio país —agricultura de invernadero, servicio doméstico, atención a mayores y discapacitados—, se conforman con salarios más ajustados, y en la mayoría de los casos ponen todo su empeño en integrarse, manteniendo su religión y sus tradiciones. Con la excepción de algunos sectores musulmanes, que más allá de su derecho a defender sus creencias, pretenden imponer hábitos que chocan con las leyes españolas. Sería hipócrita no reconocer esta actitud en grupos radicalizados. Como sería hipócrita no reconocer que hay delincuencia entre los inmigrantes. Pero no siempre protagonizan las noticias más hirientes. También españoles con muchas generaciones de historia cometen crímenes horrendos.
Estos días, una cincuentena de personas ha perdido la vida tratando de llegar a Canarias. El Hierro es hoy una isla en estado de emergencia. Pero la emergencia empieza ya a ser general en toda España.