19.04.2024 |
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El mérito del emérito

Imagen de archivo del rey em??rito Juan Carlos I. EFE/Lavandeira Jr.
Imagen de archivo de Juan Carlos I. EFE/Lavandeira Jr.
El mérito del emérito

Yo, intelectualmente, no soy partidario del sistema monárquico. Pienso que todos nuestros representantes deberían ser elegidos. Pero nuestra doliente historia nos enseña que los periodos en que ha ocurrido esto tampoco han sido un modelo de bienestar y buena administración.

Sería de justicia valorar cada periodo histórico de gobierno, sea del sistema que sea, de acuerdo con los resultados obtenidos en beneficio del pueblo. Pero me temo... que no todos estamos de acuerdo en lo que es “beneficioso para el pueblo”.

Voy a poner un ejemplo bien notorio, aunque distante. Nada menos que durante el reinado de Felipe II, que se tiene por el mas glorioso de la historia de España, había muchos que pensaban que se enfrentaba a la catástrofe. “Si el Rey no muere… el reino muere”, era la crítica popular que circulaba subterráneamente.

Yo que califico con muy buena nota el reinado de Juan Carlos I, también soy consciente de su nefasta actuación, en lo público y en lo privado y pedí, como muy oportuna su abdicación. Y, precisamente, la pedí , en un artículo, recordando lo de “si el rey no muere... el reino muere” de Felipe II, pues sus acciones estaban poniendo en grave riesgo, no solo su prestigio, sino la  propia menarquía como garante de la continuidad de ese periodo, llamado La Transición, tan beneficioso para España.

Y es que la opinión pública, una parte importante de ella, había cambiado de orientación por la irrupción, en el escenario político, de aquellas fuerzas que  se denominaron el 15M. Estas fuerzas, de vuelta a la legitimación republicana, aceptaban la orientación del comunismo iberoamericano y venían con la  confesada pretensión de derribar el orden constitucional nacido en el 78, al que consideraban, junto a la monarquía, mera prolongación del franquismo. Y por supuesto, negaban, también, el mérito de Juan Carlos I de aglutinar aquellas fuerzas enemigas que se propusieron sembrar un nuevo periodo constitucional de concordia. Y hasta tiñeron de complicidad su valiente acción para detener el golpe del 23 F.

Y encontraron el campo abonado, para su labor. Los desaforados devaneos de bragueta y el reguero de regalos o comisiones que salían del apoyo que su prestigio Iba prestando a los empresarios españoles, por todo el mundo, “debilidades” ante las que, durante mucho tiempo, la opinión pública había cerrado los ojos, causaban escándalo, ahora, en parte de la población.

Y fueron muy eficaces para erosionar su prestigio y muy torpe Don Juan Carlos para mantenerlo limpio. Aquel “Lo siento me he equivocado, no se volverá a repetir” llegaba tarde, ya no era suficiente y... no era sincero.

Lo demás ya lo sabemos, acoso de la Justicia, líos de faldas difíciles de desenredar y una retirada a lugar seguro y discreto. Un final muy poco edificante. Pero, todavía, somos muchos los españoles que estaríamos dispuestos a cerrar los ojos y dejarle pasar a la historia con un saldo positivo.

Pero él no quiere solo eso. No se conforma con vivir, como su padre, en un sitio discreto, cerca de España, donde recibir la visita de sus cortesanos. Su pretensión, sin duda mal aconsejado, es venir en “caballo blanco” a recibir el reconocimiento del pueblo español, al que supone, como antes, desmemoriado de sus “devaneos” y deudor entregado de la parte positiva de su reinado.

Pero el pueblo, no ese que está, a todas horas en la boca de los políticos, sino el pueblo, ese que carga con el peso de este país, no está ya para tocar las palmas a sus señoritos, ni para esculpirles su estatua. Bastante tiene con lo suyo.

¡Que pena que un hombre tan meritorio no sepa poner fin feliz a su biografía!.

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