Es hora de proteger a la familia

La familia.

Muchas son las historias que podemos leer estos días relacionadas con niños que vienen de Ucrania con sus tías, dejando atrás a sus padres en la guerra o tristemente fallecidos en los bombardeos. Historias que rompen el corazón. Sin la generosidad de esas tías, esos pequeños se habrían quedado abandonados en Ucrania o en un país extranjero. La guerra, la violencia extrema, nos hace ver la importancia del entorno familiar, de contar con alguien dispuesto a todo por quien es más vulnerable.

Cuando aparecen los problemas, cuando los obstáculos parecen insuperables, contar con una familia es la tabla de salvación para muchas personas, especialmente para las más débiles de la sociedad. Parece una banalidad, algo que se da por sentado. Pero no lo es en una sociedad donde cada vez se forman menos familias, donde los jóvenes no se ven preparados para establecer un compromiso permanente, por muchas razones.

Desde la esfera política es preciso tomar medidas para reforzar esa gran red de protección social que es la familia. Empezando por destacar públicamente el papel que tiene, pero sobre todo estableciendo medidas activas que la fomenten. No es preciso inventar nada. En muchos países de Europa van por delante con medidas prácticas y concretas. Pero en España y en Cantabria parece que nos empeñamos en ir siempre un paso por detrás.

En primer lugar es preciso dar un claro soporte económico a las familias más vulnerables. No sirve de nada dar una pequeña ayuda a una persona con discapacidad, sin considerar a la familia en la que vive, donde hay padres, hermanos o hijos que renuncian a su trabajo para cuidarles.

Las familias numerosas de Categoría Especial deben serlo desde el cuarto hijo. Y se deben abordar las modificaciones legislativas necesarias para que los padres sigan siendo familia numerosa aunque algunos hijos hayan superado la edad.

Es necesario ampliar de forma progresiva la duración del periodo de cuidado de hijos, así como los beneficios sociales en materias de educación, vivienda o transporte público. Y no podemos olvidar la necesidad de establecer el criterio de renta per cápita en normativas tributarias, bonificaciones o concesión de ayudas y becas.

Si queremos de verdad promocionar la familia, si de verdad entendemos la importancia que tiene para mantener el tejido social es preciso cuidarla. Y cuidarla significa entender que cuando el abuelo convive en una unidad familiar se debe tener en cuenta a la hora de valorar su situación. La solidaridad está muy bien, pero merece una consideración social y tributaria.

Y no solo hablo de ayudas públicas. Se debe reconocer y premiar a aquellas empresas en las que se facilita la conciliación y no se penaliza a quienes deciden tener más hijos. Las empresas que no temen contratar embarazadas o mujeres en riesgo de exclusión merecen un respeto social. Tenemos todos una responsabilidad en esta cuestión, pero quienes desempeñamos un papel político, debemos empezar dando ejemplo.