​Estos días ha sido noticia el hecho de que se ha cumplido un año desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso, en una acción criminal  e injustificable que está dejando tras de sí un rastro de muerte, destrucción y desolación como no se vivía en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Esta semana, la Asamblea General de Naciones Unidas ha aprobado una resolución que condena esta agresión y pide la retirada del ejército ruso de Ucrania. Han sido 141 los países que han apoyado esta resolución contra Rusia, y únicamente 7 naciones han votado en contra, es el caso de Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, Nicaragua, Eritrea y Mali, lo que da idea del consenso internacional acerca de que esta salvaje invasión de un país soberano supone una clara violación de los más elementales principios del derecho internacional.

​Durante todo un año los ucranianos están sufriendo los horrores de una guerra sin cuartel, en la que las tropas rusas han cometido innumerables crímenes contra la humanidad, masacrando poblaciones enteras y dirigiendo sus ataques contra civiles indefensos, cuya vida están convirtiendo en un auténtico infierno en la tierra. El paso de los días no hace más que agravar esta situación, las cifras de muertos ya se cuentan por centenares de miles, y la destrucción del país va alcanzando tintes apocalípticos.

En las amplias zonas afectadas por los combates prácticamente es imposible sobrevivir, y quienes no han perecido no tienen otra alternativa que huir a otros lugares, sin saber si algún día podrán volver a la tierra de la que se han visto obligados a marchar. En el resto de Ucrania la vida es igualmente dura y difícil, pues los ataques rusos se extienden a cualquier parte del territorio, y desde hace un tiempohemos podido comprobar los denodados intentos de estos despiadados criminales por destruir las instalaciones e infraestructuras que proporcionaban energía a la población, y así matar de frío a personas indefensas que se ven obligadas a vivir en unas condiciones lamentables, haciendo frente a los rigores de un crudo invierno con un valor y un espíritu de resistencia que está asombrando al mundo entero.

Un mundo que también sufre las consecuencias de esta guerra insensata, y sobre el que se ciernen peligros como la amenaza nuclear o las hambrunas en los países más dependientes de los productos de las naciones directamente implicadas en el conflicto, cuyo suministro resulta cada vez más incierto, además de comprobar cómo esta situación ha provocado una subida de precios generalizada y una incertidumbre en el futuro que va creciendo día a día prácticamente en todo el planeta. Y en medio de esta situación causa estupor ver al gran culpable de todo esto lanzando amenazas a Occidente, culpabilizándole de haber iniciado una guerra que fue una decisión personal suya y dándose baños de masas como si hubiese algúnmotivo para celebrar el apocalipsis, el horror, la muerte y la destrucción a losque ha conducido su ilimitada megalomanía.

Estos días se ha cumplido un año de una guerra que parece no tener fin, cuya duración y consecuencias son imprevisibles, si bien todo parece indicar que el conflicto durará aún mucho más tiempo, con lo que ello significa, con el coste en vidas humanas, con la destrucción que lleva aparejada y con los riesgos de terminar derivando en una guerra todavía más generalizada. Y es que lo único que hoy sabemos con certeza, es que ya se ha cumplido el primer año de la guerra.