19.04.2024 |
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África, América, Europa: un agujero negro

África, América, Europa: un agujero negro

La política no es solo interior. Debe haber también política exterior. Y hay que hacerla con inteligencia porque no solo se trata de estar allí donde se toman las grandes decisiones y ser influyentes sino también de ayudar a los intereses de los nacionales: los particulares y los de las empresas. Cada vez hay más compañías españolas con intereses fuera de España, pero no estoy seguro de que cuenten con las ayudas y los apoyos necesarios por parte de nuestra diplomacia para abrir y consolidar mercados. Lo que sí parece claro es que a los dos últimos presidentes españoles les ha importado muy poco la política exterior. Y así nos va.

Lo de África no hay ni que contarlo. España ha perdido el equilibrio diplomático en el Magreb en el peor momento y como Europa no nos saque las castañas del fuego, van a pasar muchos años hasta que se restablezca un diálogo fluido con Argelia y Marruecos que no tenga como bases el desprecio o la sumisión. Los errores de la política exterior de Sánchez han sido graves y continuos. Y, ahora, vamos a estar permanentemente bajo la amenaza de movimientos migratorios impulsados desde uno u otro país en función de sus intereses, y de crisis energéticas con un alto coste añadido. África es un continente en expansión, donde China y Estados Unidos se están disputando el futuro comercial, tecnológico político y militar -aquí se suma Rusia-, en el que España está desaparecida o expulsada.

Por otra parte, es dramática la pérdida de presencia y de influencia de España en Hispanoamérica y el deterioro de la imagen de nuestro país en casi todo ese continente al que nos unen lazos tan fuertes como el idioma, la cultura, el afecto, la economía y los principios. La última piedra es la no asistencia del ministro de Exteriores español a la devaluada, pero siempre importante, Cumbre de las Américas. Pero solo la última. Rajoy y Sánchez han ignorado la relación con Hispanoamérica y, como en Cataluña, han permitido la reinvención histórica de la historia de los últimos siglos sin plantear una inteligente acción diplomática y cultural para hacer frente a las mentiras y estrechar lazos con estas comunidades. Enviar al Rey a las tomas de posesión de nuevos presidentes es ponerlo en situaciones cada vez más incómodas. Hispanoamérica no está hoy en el radar de España -tampoco en el de Europa, pese a que el responsable de esa política sea José Borrell- y la influencia de la transición a la democracia en España, que fue decisiva para que muchas naciones americanas pasaran de la dictadura al constitucionalismo, se ha disuelto como un azucarillo.

Hoy crecen por allí las tensiones, los enfrentamientos, los fascismos populistas de izquierdas y de derechas, las crisis migratorias, la violación de derechos y de las libertades, mientras Estados Unidos no sabe qué hacer o lo hace mal, China compra empresas y refuerza su poder económico y Rusia sigue siendo influyente. Estados Unidos que se podía apoyar en nosotros, nos trata como un aliado de segunda, necesario pero de escasa confianza. ¡Qué gran empresa desaprovechada por España! Es urgente recuperar el diálogo y el trabajo conjunto con Hispanoamérica, de igual a igual, y volver a ser su voz en Europa.

Y Europa es, precisamente, otra de nuestras debilidades hoy. Cada vez España pinta menos en los órganos de decisión y eso se debe también a la falta de una política exterior clara, con objetivos a medio plazo. Europa mira hacia el sur con mucho recelo por nuestros problemas económicos históricos -desempleo, deuda pública, déficit-, nuestra incompetencia para resolver problemas como los del paro juvenil o el Poder Judicial y porque en lugar de ayudar a solucionar problemas, se los creamos -Argelia, Marruecos, las dudas en la crisis de Ucrania-. La política exterior es imagen, pero también es consensos de Estado en los grandes asuntos, estabilidad, seguridad jurídica, apoyo a las empresas, inversiones exteriores, comercio... A ver si alguien se la toma en serio.

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