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El Diario de Cantabria

Noticia de algo que no debería ser noticia

Justicia
Noticia de algo que no debería ser noticia

Solamente en un país falto de tradición auténticamente democrática puede ser noticia que el jefe del Gobierno y el líder de la oposición se enfrenten dialécticamente en el Parlamento. Lo lógico es que el debate en la sede del Legislativo, y en la propia residencia del primer ministro, La Moncloa en este caso, sea algo reglado, habitual y frecuente. Aquí y ahora, sin embargo, el hecho de que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo mantengan un 'enfrentamiento' (vamos a llamarlo así) en el Senado este martes suscita todo tipo de especulaciones, rumores e hipótesis de lo más variado. ¿Escenificarán un acuerdo para renovar de una vez el Consejo del Poder Judicial y el Constitucional? ¿O será al revés y tendremos más de lo mismo, un cruce de ataques con las acusaciones, cansinas, de siempre?

Bueno, la excepcionalidad de la política española, que es de todo menos aburrida, como dicen los suizos que debe ser una buena democracia, empieza por el hecho de que Sánchez y Feijóo no puedan debatir cara a cara, en las sesiones semanales de control parlamentario en el Congreso de los Diputados. La Cámara Baja es el epicentro de la estructura política en nuestro país, pero, al no ser Núñez Feijóo diputado y habiéndose forzado su presencia en el Senado, es en la Cámara Alta donde estos encuentros han de producirse. Con lo cual al menos se refuerza el papel de esta Cámara, habitualmente poco operativa y relegada casi al olvido de lo intrascendente.

Yo diría que estos debates han de cambiar las reglas del juego: no puede haber tal disparidad en los tiempos de las intervenciones del uno y del otro, ni deberían espaciarse mensualmente los encuentros. Todo eso, ya digo, aunque se trate de detalles quizá secundarios, forma parte de la anormal manera de entender el funcionamiento de la democracia: los reglamentos de las dos Cámaras del Legislativo han de modernizarse desde hace mucho tiempo.

Pero, entrando en el fondo del asunto, lo sustancial es saber si del debate del martes en concreto saldrá algo tangible, un rayo de luz que ilumine al menos un acuerdo para desbloquear la vergonzosa situación en la que vive el tercer poder, el judicial, gracias al empecinamiento de la clase política por controlar lo que debería ser por naturaleza independiente. Personalmente, pienso que ese acuerdo se dará, sobre todo porque otra cosa sería ya impensable y conduciría a nuestras fuerzas políticas a un desprestigio casi insuperable, por mucho que el tema de la renovación del gobierno de los jueces y del Tribunal Constitucional parezca interesar poco en la calle.

Pienso que insistimos demasiado poco en la necesidad de renovar no solo las formas de nuestra política, sino el mismo espíritu que la impregna: de la confrontación hemos de pasar a la cooperación, lo que implica que no es solo el incendio judicial --con algún juez de pirómano, para colmo-- el que hay que sofocar. Creo que el PSOE, ahora inmerso en los fastos del 40 aniversario de su primera victoria en las urnas, ha de retornar a los mejores tiempos de conciliación de Felipe González. Y el PP tiene que regresar al primer mensaje de Núñez Feijóo en el congreso sevillano que, en abril, le hizo presidente del Partido Popular; un mensaje que en solo seis meses se ha ido agriando, quizá por la respuesta ácida que encontraba en el otro lado. Y no es, me parece, el momento de cocinar con sabores ácidos o agrios la política de nuestro país, que necesita urgentemente dulcificarse algo. O mucho.

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