25.04.2024 |
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A los concejos afectados por los eólicos

Manuel Guazo Calderón. MIembro de Ecologistas en Acción
Parque eólico.
Parque eólico.
A los concejos afectados por los eólicos

Nuestros montes son inembargables, inexpropiables e imprescriptibles, es decir son nuestros, de los pueblos, de modo natural desde siglos. Sin embargo, últimamente, el poder económico, el más fuerte de todos los poderes que asolan el mundo, ha ido consiguiendo, con la ayuda del poder político, quedarse, poco a poco, con lo que no les pertenece. Con la trampa de un supuesto alquiler por un número indeterminado de años, expolian cuanto terreno necesiten, aunque sean bienes comunales.

Así ha pasado con las autovías, carreteras desproporcionadas, canteras que hallan las peñas, el agua que va a servir a otros territorios (nuestros, pero en la costa para el turismo), tendidos eléctricos que atraviesan valles y montes quedándose –como robo encubierto y alegal– con lo que es de todos nosotros y, como decimos, con la connivencia y el apoyo de nuestros sabios políticos por cobardía, interés propio o pura ignorancia.

Es necesario apelar a que nuestra gente, nuestra sangre, nuestros parientes en la historia de esta tierra se opongan a lo que se nos viene encima inspirándose, por ejemplo, en el Pleito de los Valles contra la poderosa Casa del Marqués de Santillana donde los pueblos y los concejos vencieron tras muchos años de luchas, enfrentamientos y litigios. Ahora la posible expropiación –aunque no la llamen así– viene de lo que podemos llamar humorísticamente pero muy real « el gran poder del capital», verde, eso sí, con el que los que un ejército de gigantes eólicos amenaza con cubrir los cimbrios de nuestros puertos de altura, los mediajos de los ganados, los soles de sus refugios... y abrir caminos descomunales con los que romper los montes, los pastos, las aguas..., y a los que se unirán loas líneas de alta tensión y las torres que les sustentan con su contaminación acústica, visual y electromagnética por las brañas, los valles y los bosques para que sus pasillos deforestados sufran el paso de los tendidos como largas culebras de metal. Se ha abierto la veda en Cantabria para vender esta tierra, parcela a parcela, a todo tipo de especuladores.

Pero varios pueblos, reunidos en Concejo Abierto, se han opuesto a que su territorio sea violado por tamaños gigantes, Esperan el apoyo de sus Ayuntamientos y el del Gobierno de Cantabria que, de momento, se pronuncia muy tímidamente. Pero también esperan que a ellos se unan el resto de los pueblos y aldeas afectados, ante la miseria de las migajas que caen de la mesa de estas empresas que pueden trastornar a muchas voluntades. ¿De verdad podrá vencer la ruindad del dinero?.

Un dinero que servirá para encementar por enésima vez las callejas, las camberas, los caminos...; para poner cartelitos estúpidos y ridículos; para financiar viajes y comidas porque ya no sabrán donde meterlo (El ejemplo de La Muela en Zaragoza resulta muy significativo). Todo ello a cambio de la libertad de saber decir que no, de la dignidad que queda soterrada bajo las enormes zapatas de hormigón, en vez de preservar la limpieza de nuestros horizontes, azules, grises o tormentosos, pero limpios; y de preservar el pasto de nuestros ganados o los nemorosos caminos del monte. Invito a leer «La lentitud de los bueyes» de Julio Llamazares, el canto aquel que dice: «yo vengo de una tierra de pastores, que vendió su libertad...»

El mal llamado Ministerio para la Transición Ecológica debe replantearse esta aberración que no dispone de la infraestructura para estos generadores de energía e insiste en el despilfarro de materias primas sin futuro. Y esto es todo: cada cual es dueño de sí mismo y tomará la decisión que le dicte su conciencia o su interés. Creo que ya es hora de que se manifiesten los afectados y no quede al albur de unos vendepatrias

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