Menos propaganda y más realidad de la crisis económica
Las dudas sobre la aceleración del crecimiento en la dimensión que se pronostica en el cuadro macroeconómico son razonables. Hay sectores, como el turismo, que no han despegado. De hecho, varias aerolíneas presentarán en los próximos días ERTE para miles de trabajadores. Tampoco le va bien a la producción de automóviles. La falta de chips impedirá la fabricación de al menos 700.000 unidades y compañías como SEAT ya están preparando a sus trabajadores para que se queden en casa, al menos 1.300 al día. España perderá así en favor de Brasil el puesto octavo en fabricación de coches.
Por si esto fuera poco, dos de cada tres autónomos no han recuperado su actividad anterior al Covid y se calcula que más de 75.000 mueran en este proceso. No olvidar que además el ministro Escrivá esta decidido a eliminar en octubre la prestación por cese de actividad. Tampoco parece fácil, a unos días de que concluyan los ERTE, un acuerdo entre Trabajo y los agentes sociales. También aquí está siendo clave la batalla entre Díaz y Escrivá.
Ya nadie duda, además, que la espectacular subida de los precios de la energía va a influir negativamente en la recuperación y lo que está suponiendo para familias y empresas. La inflación se ha convertido en una gran preocupación, aunque se minimice el riesgo desde Economía. La subida de la cesta de la compra y los gastos fijos de empresas y autónomos va a limitar el gasto y la inversión y veremos cómo acaba afectando a la creación de empleo. En fin, los datos están ahí y desde el Gobierno debería rebajarse la euforia, ya que los PGE de este año se han basado en unas previsiones que pueden quedar en papel mojado y comprometer las de 2022.