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El Diario de Cantabria

Por fin se acabó

  • El Racing puso punto final a una temporada para olvidar con una última derrota en casa 
  • El Rayo cumplió con el guión aunque no le sirvió para jugar playoff 
  • Marcó siverio, lo que hizo despertar a su rival en el segundo tiempo
Siverio celebra su gol junto a Jon Ander, el jugador que había comenzado la jugada que tan bien terminó. / Hardy
Siverio celebra su gol junto a Jon Ander, el jugador que había comenzado la jugada que tan bien terminó. / Hardy
Por fin se acabó

La temporada del Racing queda bien retratada con el gol de Siverio ayer. Qué extraño ha sido todo alrededor de este chaval, a quien nadie dirigía la palabra mientras marcaba 24 goles en 28 partidos con el filial. Y es normal que un equipo de Segunda no tenga por qué regalarle oportunidades a un bisoño futbolista que aún tiene todo por demostrar, pero es muy anormal que, viendo que ninguno de tus delanteros centros funciona, no le llames ni tan siquiera a entrenar para ver de lo que es capaz jugando contra profesionales. No lo hizo Ania, tampoco lo hizo Cristóbal y, por mucho que últimamente juegue, tampoco Oltra. Porque lo de ahora ya no vale. Lo que valió fue insistir una y otra vez en David Rodríguez cuando todo el mundo veía que no era capaz ni de participar del juego. No funcionó el talaverano, tampoco lo hizo Guillermo, Jon Ander no estaba para demasiados trotes y nadie sabía nada de Barral, pero nadie quiso mirar a Siverio. El técnico valenciano llegó a decir que sí, que 24 goles eran muchos goles pero que los había marcado en Tercera División, razón por la cual no los tenía mucho en cuenta. Pensando así, ningún jugador de ningún filial podría nunca asomar la cabeza. Al final lo hizo pero sólo cuando el equipo ya estaba descendido y cuando le renovaron a última hora. Es como si alguien hubiera levantado un castigo. Y ayer marcó. Ya lleva los mismos goles que Jon Ander y sólo suma uno menos que David Rodríguez y dos menos que Nuha y Guillermo.

Ver en acción a esos jóvenes futbolistas que han militado en el filial y a los que les han negado una oportunidad durante la temporada incluso cuando el primer equipo se quedaba sin especialistas para un puesto en concreto ha sido el maná del racinguista en este penoso tramo final de campaña. De ello se ha alimentado. Ha podido comprobar cómo Martín Solar podía haber sido una solución a la falta de fútbol del medio centro racinguista o cómo no habría hecho falta colocar a Dani Toribio de central porque Miguel Goñi podía haber dado la cara. También lo podría haber hecho Iñigo Sainz Maza el día que Ania se quedó sin laterales derechos, pero algo o alguien ha impedido a los entrenadores utilizar a su filial. Sólo lo han hecho cuando, con todo perdido y cuando ya no había nada en juego, muchos se han tirado del barco. Ayer el técnico verdiblanco echó mano de tres. Goñi se colocó junto a Figueras, Lucas Díaz se situó bajo palos y Siverio partió por fin de inicio. Y respondió marcando. También fue el primero en abandonar el campo quizá porque hacía más de cuatro meses que no disputaba un partido como titular.

Siverio marcó. No hizo mucho más porque la verdad es que su equipo tampoco hizo demasiado más. Jugó el partido, como cabía esperar, con cierta pereza y con muchas ganas de terminar. Por eso estos jóvenes valores que a buen seguro tendrán mucho que decir la próxima campaña han significado un soplo de aire fresco para un equipo caducado. Si el ariete canario fue el primer cambio, el segundo fue Jordi Figueras, uno de los veteranos y uno de los que ha dado el callo hasta el último día. Casi ni ha tenido oportunidad de tomar aire en las últimas semanas y ayer quería estar también en el once inicial. Jugó sesenta minutos para que terminara el encuentro la pareja formada por Olaortua y Miguel Goñi. Para entonces, el Rayo ya había encarrilado la contienda.

Ésta tuvo un guión previsible. Pasa mucho. Se adelantó quien no se jugaba nada y acabó ganando quien se lo jugaba todo. Lo malo es que el Rayo no pudo soñar nada porque no sabe qué ha hecho el Fuenlabrada en Riazor, ya que el partido no se disputó al detectarse media docena de positivos por Covid en el conjunto madrileño. No había pasado nada durante todo este tiempo en el que ha habido fútbol pero fue a suceder en la última jornada. Tras plantearse incluso la posibilidad de suspender la misma al completo, finalmente suspendieron sólo un partido que condicionaba muchos otros. La competición, quede como quede finalmente, quedará desvirtuada para siempre.

Al Racing ya le daba todo igual. Tanto es así, que su entrenador incluso se atrevió a meter al mismo tiempo a David Barral y a David Rodríguez. Si llega a estar en el palco, se podría haber interpretado como todo un mensaje hacia Chuti Molina, ya que la imagen no podía ser más triste y desilusionante. Menudo toque de corneta. El talaverano, aunque parezca increíble, se irá habiendo jugado casi 1.400 minutos. Mucho menos ha jugado su compañero de San Fernando, a quien tampoco le permitieron nunca enseñar lo que podía hacer a pesar de la inoperancia de sus compañeros en el puesto. Jugó sus primeros minutos postconfinamiento cuando Oltra decidió arriesgar volviendo a poner otros tres delanteros, tal y como había hecho en Oviedo el viernes pasado. Quería buscar un empate o, por lo menos, parecerlo, ya que el conjunto cántabro no llegó a ser nunca una verdadera amenaza para el bando madrileño por mucho que llegara incluso a adelantarse en el marcador.

El Racing jugó a ritmo de pretemporada mientras que el Rayo, cuando se vio con la pistola en la sien, dio muestras de lo que puede ser capaz. Tras pasar por el descanso por debajo en el marcador y sabiendo que el Elche no estaba pudiendo con el Oviedo, se presentó con una marcha más. Y en seguida empató, seguidamente rondó la consumación de la remontada, que sólo evitaron dos buenas intervenciones de Lucas Díaz, y, finalmente, logró ese 1-2 que le permitía soñar despierto. Sin embargo, como el último día suele ganar quien lo necesita, sucedió lo que todo el mundo sabía que iba a suceder en tierras alicantinas, ya que el Elche marcó el 2-1 que mataba al conjunto vallecano antes incluso de saber qué va a suceder con ese Deportivo - Fuenlabrada.

Que el Rayo lo necesitaba más quedó acreditado desde el principio, ya que fue quien acumuló más presencia y disparos a la portería rival. Lo malo fue que sus constantes lanzamientos se iban altos, como el de Isi a los nueve minutos o el de Álvaro García a los 22. También se iría alto otro en las postrimerías del primer tiempo de Juan Villar, que cazó una pelota en el segundo palo que parecía tenerlo todo para convertirse en gol, pero salió bien Lucas Díaz para reducirle los espacios y para, en definitiva, provocar que esa pelota se perdiera en el infinito.

El equipo vallecano era consciente de que su victoria sólo podía ser cuestión de tiempo, pero tenía que ofrecer mucho más. En ese sentido, fue un buen toque de atención el tanto racinguista, que nació en una recuperación en campo propio. Fue Jon Ander quien se hizo con el balón y quien, sin precipitarse, vio en buena situación y con espacio a Nico Hidalgo por una banda que no era la suya. Desde el carril zurdo, penetró en el área arrastrando sobre sí a tres defensores y, en el momento oportuno, sacó un centro a media altura que fue cabeceado, de manera habilidosa, por Sivero adelantándose a los defensores.

Aquella era una victoria circunstancial que no se había ganado el Racing y que hizo despertar a un Rayo Vallecano que, tras el paso por vestuarios, confirmó que tenía mucho más de lo que había enseñado. Comenzó con un zurdazo tremendo de Andrés Martín que, como en todas las ocasiones anteriores de su equipo, se marchó alta, pero no perdonarían a la siguiente. El vendaval ya estaba servido y sólo podía acabar como acabó.

Fue Mario Suárez quien se hizo con un balón tras pérdida racinguista en la zona de medios. Rápidamente, vio marchar a Juan Villar por banda derecha ganando la espalda a toda la defensa racinguista y sacando un certero y oportuno centro al corazón del área pequeña que remató el otro extremo, un Álvaro García que llegó como una bala para firmar el empate.

El equipo madrileño no paró. Lo siguió intentando y chocándose contra un Lucas Díaz que posiblemente fue lo mejor que ofreció el Racing ayer. Firmó tres intervenciones de mérito y dos de ellas fueron durante este tramo posterior al empate. Al final, sólo le pudieron marcar de penalti. El árbitro no lo vio y lo tuvo que decretar el VAR. Y tenía pinta de que acertó. Fue Mario Suárez quien se encargó de lanzarlo. Lo hizo bien, con dureza y pegándolo bien al palo a una altura a la que nunca iba a llegar el guardameta. Porque lo cierto es que Lucas Díaz también lo hizo bien, pero los penaltis raramente se paran, sino que se fallan o se aciertan.

Ahí terminó el encuentro, si es que se puede decir que hubiera habido encuentro hasta entonces. Entró Camus para intentar hacer algo y buscar alianzas con una línea de tres delanteros formada por Barral, David Rodríguez y Guillermo. A Nico Hidalgo ya se le había acabado la gasolina y Mario Ortiz y Kitoko pueden dar muchas cosas, pero nunca capacidad asociativa más allá de la línea de medios. Con todo, por mucho que las carencias futbolísticas hayan sido evidentes desde muy temprano, ayer lo que faltaban eran verdaderas ganas de complicar la vida al rival. Todos se querían ir ya de vacaciones y es normal. Los que han estado ahí hasta el final no han enseñado prácticamente nunca la bandera blanca y, a pesar de la frustración que genera mirar la clasificación, se puede decir que el equipo se ha comportado con dignidad. La situación, tras descender con tantas jornadas aún por delante, podía haber sido catastrófica pero todos los muebles siguen en su sitio.

Por fin se acabó
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