19.04.2024 |
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Jesús Pardo, ácido, radical y sin filtros

El periodista y escritor santanderino Jesús Pardo, fallecido el pasado viernes a los 93 años
El escritor Jesús Pardo.
El escritor Jesús Pardo.
Jesús Pardo, ácido, radical y sin filtros

Mucho antes de que la "autoficción" se convirtiera en el género literario en boga, el periodista y escritor santanderino Jesús Pardo, fallecido el pasado viernes a los 93 años, sentó precedentes con varios libros de memorias, el primero de ellos y el más aclamado "Autorretrato sin retoques", publicado en 1996.

Ácido, radical y sin filtros, como ya advertía en su título, el libro recorría cuatro escenarios: El Sardinero, Santander (en aquella época eran dos mundos aparte, según describe el autor), Madrid y Londres, entre 1927 y 1974.

La obra, que fue líder de ventas de "no ficción" -se despacharon diez mil ejemplares sólo en el primer mes y medio- ofrecía un fresco social y cultural de la época, con un lenguaje personal y franco y un estilo más propio de la novela que del documentalismo o la loa que predominaba en el género de las memorias en España.

"La tónica de las memorias españolas es que todo el mundo es estupendo y el autor el mejor de todos", decía Pardo. "En unas memorias -precisaba- hay que contar cosas que tengan interés y las buenas personas no tienen mucho interés; hay que contar las cosas accidentadas de la vida y esas ocurren casi siempre con las malas personas".

Le siguieron "Memorias de memoria", publicadas en 2001 y que transcurrían entre 1974 y 1988 y "Borrón y cuenta vieja", de 2009 y que se prolonga hasta 2007.

Pardo se inició tardíamente como escritor, pasados los 50 años, y hasta entonces desarrolló su trabajo como periodista. Ejerció como corresponsal de los diarios "Pueblo" y "Madrid", así como enviado especial, desde Londres, a Oriente Medio, Europa Oriental, la URSS, Estados Unidos y Alemania.

Cuando cerró el diario "Madrid" entró en la Agencia EFE como delegado en Ginebra, desde 1972 hasta 1981, y paralelamente ingresó en la redacción de "Historia 16", que dirigió entre 1974 y 1978. En 1989 volvió a EFE como colaborador de la sección de Cultura.

En su biografía presumía de haber escrito su primera novela, de piratas, con seis años, pero después le costó dar el salto.

Lo hizo finalmente con una novela, "Ahora es preciso morir" (1982), que también tenía mucho de autobiográfico y que cayó como una bomba en su ciudad natal, pues contaba la vida de un Santander decadente y clasista que se empeñaba en mantener vivos apariencias y valores caducos.

La novela, publicada por Seix Barral, fue presentada en Madrid por Juan Benet, Jaime Gil de Biedma y Chumy Chúmez. "La ciudad, Santander, eran las cuarenta familias, y el Sardinero, una ciudad aparte de frío, viento y lluvias, cuatro o cinco casas separadas del resto, y rodeadas de casas de gente pobre", describía Pardo.

A esa novela le siguieron "Ramas secas del pasado" (1984), "Cantidades discretas" (1986) y "Eclipses" (1993) que formaron la tetralogía titulada "Un español de mi tiempo".

También ha publicado otras novelas como el relato histórico "Yo, Trajano" (1991) o "Operación Barbarosa" (1988) y ensayos históricos como "Conversaciones con Transilvania" (1988) o "Las damas del franquismo" (2000) en el que se acercaba a esas mujeres "de la pequeña burguesía, grises, mediocres y conformistas, y siempre a la sombra de doña Carmen Polo".

Se adentró en la poesía con "Presente vindicativo estrictamente epidérmico" (1977), al que siguieron "Faz en las fauces del tiempo" (1983) y "Antología final" (1996).

Además de escritor, crítico y periodista, Jesús Pardo fue traductor de más de ciento treinta libros, en trece idiomas. Tradujo al español la prosa y la poesía de casi una veintena de autores de Finlandia, en especial los de expresión fino-sueca (Runar Schildt, Tove Jansson) y de expresión finesa (Rosa Liksom).

Por esa labor obtuvo en 1995 el Premio Nacional de Traducción que concede anualmente el Ministerio de Educación de Finlandia.

Cuando en 2009 publicó "Borrón y cuenta vieja" tenía 82 años y en ese libro decidió narrar su propia muerte para evitar, decía, la tentación de escribir un cuarto tomo.

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