25.04.2024 |
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En caída libre

El Racing suma una nueva derrota y termina la primera vuelta en el pozo | Ayer comenzó mejor, falló un penalti y dio dos palos, pero le regaló tres goles al real unión que, sin hacer un gran partido, le bastaron para ganar

Balboa, levantando a Figueras tras recibir el primer gol. / Hardy
Balboa, levantando a Figueras tras recibir el primer gol. / Hardy
En caída libre

Dicen que nadie regala duros a cuatro pesetas y es mentira. El Racing sí. El equipo cántabro oposita a rey mago, anjana, olentzero o ratoncito pérez, lo que le den. Allá donde se necesite alguien tierno, blando, abrazable y bondadoso estará él. Intenta poner a veces cara de enfadado, pero no le sale. Ayer el Real Unión le dio tres pesetas y le devolvió un billete de diez euros. Con muy poco, el equipo irundarra se marchó con tres goles y otros tantos puntos. Al contrario que el Amorebieta y la Real Sociedad B sí sufrió e incluso tuvo fortuna, pero cuando uno juega contra el equipo de Aritz Solabarrieta le basta con limpiar bien los zapatos, ponerlos al pie del árbol e irse a dormir para tener multitud de regalos a la mañana siguiente.

Tres partidos, tres derrotas. Cada una de ellas diferentes, queriendo jugar de una manera y con distintos esquemas e incluso jugadores. Da igual. Es un desastre. Son ya cinco derrotas ligueras en seis partidos, un punto de 18 posibles. En Segunda B. Eso no hay nada ni nadie que lo resista y sería una sorpresa que Solabarrieta estuviera en el banquillo el sábado en La Florida porque tampoco hay argumentos para ello. No hay nada a lo que aferrarse. Él sí quiso ver brotes verdes, pero el equipo ya había roto a jugar en momentos puntuales antes de que llegara él. No ha mejorado el equipo, sino que lo ha empeorado.

Va a empezar el conjunto cántabro la segunda vuelta en puestos de playoff de descenso y con la necesidad de replantearse objetivos. Patético. Da la sensación de que el proyecto no tiene fondo. Deportivamente hablando, está el club en el peor momento de su historia. Nunca había caído tan bajo. Y lo peor de todo es que no son pocos los que se atreven a afirmar que nunca habían visto jugar peor a su equipo. Cuando parece que funciona por arriba, es un coladero por abajo. Cuando es fiable atrás, no es capaz de dar dos pases. El Racing es un barco a la deriva.

Solabarrieta se va a marchar sin haber ido ganando ni un solo minuto. Ni siquiera ha aguantado apenas con el marcador empatado. El récord fue ayer, que duró algo más de media hora. Y lo peor es que, por vez primera desde su llegada al banquillo, no merecía semejante golpe. Porque ayer el conjunto cántabro salió mejor que otros días. Siguió sin transmitir seguridad atrás, seguía teniendo lagunas, pero su entrenador por fin se percató de que lo que tenía que hacer era reunir talento sobre el terreno de juego. Y cada vez que conseguían asociarse Martín Solar, Cejudo, Pablo Torre y Álvaro Bustos, pasaban cosas. Lo malo es que todo el edificio se sustentaba sobre unos pilares demasiado endebles.

Fue el tercer partido del entrenador vasco y también fue el tercer esquema con el que empezó. Si en Zubieta salió con un 4-3-3 y el pasado domingo con un 3-5-2, ayer lo hizo con un 4-2-3-1. Es el dibujo que más le había gustado a Rozada a lo largo de su carrera, pero por alguna razón lo había descartado para el Racing. No debió ver cartas para jugar así, pero ayer, durante la primera media hora de contienda, dio la impresión de que podía ser una buena idea. El equipo fue capaz de complicar o, por lo menos, condicionar la salida de balón del Real Unión, robó varias en campo rival, atacó con intención y por fin hizo partícipe del juego a su delantero. Pasaron cosas, incluso pudo haberse adelantado, pero no tiene pólvora y atrás es un azucarillo.

La principal novedad en la retaguardia fue Mantilla. Había quedado claro que para jugar con cuatro atrás había que poner a un central rápido y el único que lo es parece ser él. Y estuvo bien. Corrigió, reaccionó, se adelantó y fue molesto. Sin embargo, fue una mala cesión suya a Iván Crespo lo que hizo que el partido se diera la vuelta como un calcetín en un abrir y cerrar de ojos. Lo que prometía ser el inicio de algo nuevo que transmitiera algo de esperanza se convirtió en la enésima pesadilla de los últimos tiempos en Los Campos de Sport.

Quien fue a fallar fue, precisamente, el más fiable, el tipo en el que siempre puede uno confiar. Que Jordi Figueras sufriera en esa defensa de cuatro no fue noticia, pero sí que lo hiciera Iván Crespo. Esa mala cesión de Mantilla terminó en un córner y éste acabó en gol porque el portero salió a buscar el balón y no lo encontró. Elosegi cabeceó en el corazón del área adelantándose a todos y el balón entró plácidamente en la portería. Aquello fue un chasco tremendo, pero cabía la posibilidad de convertirlo sólo en un accidente. ‘Sigan, sigan, no hay nada que ver. Si seguimos como hasta ahora, remontamos’. Pero no fue así. Eso no sucedió. Nunca sucede nada bueno.

De hecho, sin tiempo para asimilar el golpe, llegó la acción tonta y ridícula de la jornada. Un balón en largo lo vio pasar junto a él Figueras. Sólo le faltó aplaudir. Llegó al área, botó, por allí se presentó Madrazo encontrándose al cancerbero a media salida y éste hizo lo posible por no hacer penalti. La jugada continuó, el portero intentó tapar el ángulo para que no pudiera rematar el atacante pero no lo hizo del todo bien. El delantero metió la puntera y le salió el remate de su vida porque el balón tomó la única dirección que podía tomar para dar al palo y entrar.

Esos dos regalos convertidos en goles echaron por tierra lo bueno hecho en el primer tiempo, que tampoco fue para tirar cohetes, pero sí suponía un maná que echarse a la boca entre tanto desierto. Lo malo fue que incluso en los mejores minutos se mascó la tragedia en campo propio porque con muy poco temblaba el suelo. Fue Nana quien se colocó en el doble pivote junto a Martín Solar y siguió siendo el mismo desastre que en el 2020. Fue difícil entender que siguiera en el campo en el segundo tiempo. El técnico por fin se atrevió a cargarse a Figueras para meter a Óscar Gil, que se debió quedar en la grada preguntándose qué argumentos había para que él estuviera fuera y el catalán dentro, y también se fue Cejudo para volver a jugar con dos delanteros.

Probablemente, buscó el técnico la manera de tener más presencia en el área para aprovechar mejor las llegadas que había sido capaz de firmar en el primer tiempo, pero lo que consiguió fue llegar menos. De hecho, el equipo se rompió y el encuentro pasó a ser una especie de correcalles repleto de aventuras individuales que no iban a ninguna parte pero que pudo acabar de cualquier forma. La remontada imposible podría haberse iniciado a los pocos segundos de la reanudación, cuando el Racing se encontró con un penalti a favor tras una combinación en el interior del área entre Balboa y Jon Ander. De pronto, el conjunto cántabro se encontró con la posibilidad de meterse en el partido de lleno, pero entonces quedó en evidencia el desgobierno que parece sufrir el equipo.

Como Balboa estaba cerca de la acción, cogió el balón antes que nadie y, por sus santas narices, dijo que lo tiraba él. Aquello no tenía sentido. Se acercó primero con la timidez y la precaución propia de su juventud Pablo Torre porque es mucho mejor lanzador que él, pero el americano dijo que nada, que lo tiraba él. Después fue Álvaro Bustos, un tipo con más galones y que debía ser el primero en la lista para tirar los penaltis, pero el uruguayo dijo que lo tiraba él. Porque él lo decía, porque había estado mejor situado para coger primero el balón. Como si fuera el patio de un colegio.

Cualquiera que haya visto un par de partidos en toda su vida, sabía que lo iba a fallar. Más aún, cuando inició la carrerilla. ¿No lo veía el entrenador? Dio unos pequeños pasos y lo lanzó a donde fuera. No se vio ninguna intención en el lanzamiento y el balón no sólo se fue alto, sino que llegó al segundo anfiteatro. Ridículo. Solabarrieta estaba dentro del banquillo cuando debía haber puesto orden entre los lanzadores. Que aquello lo debía haber lanzado Bustos quedó confirmado veinte minutos después, cuando se encargó de lanzar una falta bien cercana a la frontal del área, aparentemente sin espacio para dar parábola al balón, y lo estampó en el palo.

Aquello, sumado al gol de Cedric, que durante algo más de cinco minutos hizo soñar con lo que, hablando con la razón, resultaba imposible, podría haber dado vida al equipo verdiblanco, pero todo era de foguero. Más aún, cuando el técnico, como último intentó de cambiar el signo del partido, sacó del campo a Pablo Torre interpretando, quizá, que se le había acabado la gasolina, pero lo cierto es que era quien había dado la asistencia de gol a Cedric, que sólo tuvo que poner la cabeza, y quien, seguidamente, en una arrancada hasta el corazón del área, estuvo a punto de provocar el empate metiendo en un serio aprieto al portero, que se quitó de encima el balón como si estuviera siendo atacado por una avispa asiática. Fue quitarle a él y se acabó la chispa.

El tercer gol volvió a ser un regalo que confirmó la facilidad con la que el Real Unión se iba a marchar con todo el botín. Ni siquiera necesitó jugar bien, sino que le bastó con esperar a que el Racing se suicidara e hiciera evidentes sus carencias arriba. De hecho, suya fue la primera ocasión del partido a los seis minutos después del primero de los muchos regalos de Nana, que le concedió a su rival una contra tres contra dos que sólo pudo salvar Mantilla bajo palos. Respondió el Racing con un par de buenas acciones de Soko, que comenzó con ánimo reivindicativo pero que después desapareció del encuentro, como si hubiera agotado la gasolina con ese par de carreras.

Más allá de eso, Bustos estuvo a punto de sacar oro después de una buena combinación entre Martín Solar, Cejudo y Pablo Torre. Dio la impresión de querer continuar la jugada con un centro pero el balón se estampó contra el palo largo. Seguidamente, en una acción completamente opuesta, un pase en largo de Mantilla fue bajado por Balboa para que él mismo lo rematara llevando el palo cerca de la madera. No era gran cosa, pero la sensación era la de estar viendo a otro Racing. Lo malo es que estaba sin cimientos. Tiene un problema psicológico importante y, a la mínima, se suicidó.

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