26.04.2024 |
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El primer castañazo

El Racing pierde en Leioa un partido en el que intentó imponer un tipo de juego que no logró poner en práctica de manera efectiva | Lo hizo trabajar al portero rival, mientras que su rival aprovechó una concesión defensiva

Los jugadores del Leioa celebran el gol mientras que Nana y Villapalos intentan recomponerse. / Hardy
Los jugadores del Leioa celebran el gol mientras que Nana y Villapalos intentan recomponerse. / Hardy
El primer castañazo

Bien poco duró la euforia. Fue tan fugaz, que no dejó ni resaca. De la superioridad mostrada en casa ante el Barakaldo, el Racing pasó a un quiero y no puedo en el campo del Leioa. Quiso reconocerse en el espejo pero no le salió bien el peinado. Siempre quedaba un rizo suelto o un remolino intratable. Se presentó en Sarriena con ánimo no sólo de ganar, sino de mostrar al mundo que también sabe manejarse con cierta clase en territorios manchados de barro pero se marchó con la primera derrota de la temporada. Otra vez a remar con marejada y la duda sobre la verdadera capacidad del equipo para mostrarse autoritario y solvente en este tipo de campos sobre el escritorio, mirando fijamente a los ojos de quien escribe el devenir del conjunto cántabro esta temporada. Dejó escapar la oportunidad de ponerse al frente de la clasificación y, para colmo, el domingo toca visitar el campo de la Real Sociedad B. Corren tiempos complicados y las moscas no dejan de revolotear alrededor de la oreja.

Había prometido Javi Rozada a sus hombres que a lo largo de esta semana iban a tener todos su oportunidad y su momento; que cada uno de ellos iba a disponer de minutos de calidad para mostrarse, reivindicarse y demostrar lo que pueden dar de sí. Y decía la verdad. De hecho, sólo tres jugadores de campo, además de Iván Crespo, repitieron en el once inicial de ayer respecto al que comenzó el partido contra el Portugalete. Fueron Ceballos, Matic y Álvaro Bustos. Sólo los dos primeros han jugado los 180 minutos y, a falta del encuentro de Zubieta, sólo queda Siverio por tener el instante de fama que prometía Andy Warhol, pero éste lo tiene complicado. Si ya lo tenía cuando el Racing jugaba con dos delanteros, más aún ahora que lo hace con uno. Es el último en una fila de cuatro.

Quiso el Racing tener intenciones acordes con su camiseta. Quería dar un paso hacia delante a domicilio como lo había hecho en casa el sábado pero se quedó a mitad de camino. Quiso pero no le salió bien. Quería llegar a Logroño pero se quedó perdido en una carretera secundaria de la provincia de Soria. Y es cierto que el equipo fue otro al que jugó en Laredo porque quiso mostrar personalidad y bajar el balón al piso. De hecho, Iván Crespo nunca envió la pelota directamente en largo, sino que dejaba que lo hiciera Matic. Fue éste quien se encargó de ese trabajo sucio que, en verdad, mostraba cierta impotencia. Dejaba en evidencia unas intenciones no satisfechas con potencial para hacerse muchas preguntas. El equipo quería salir jugando pero se metía en agujeros negros tan profundos que terminaba jugando en largo.

De primeras, el equipo intentó tocar, superar líneas filtrando pases y llegar a zona de peligro con cierto criterio, pero no siempre encontró la manera de hacerlo. Y tampoco quería jugar con fuego. No era buen lugar para hacerlo. Rozada cambió al completo la sala de máquinas porque si el sábado jugaron Iñigo, Cejudo y Pablo Torre, ayer comenzaron jugando Nana como pivote y Benktib y Martín Solar como interiores. Y lo cierto es que la maquinaria no carburó bien. El primero de ellos sigue sin transmitir demasiado con balón mientras que los otros dos estuvieron muy alejados del pivote. No hubo demasiada asociación en torno a la pelota y eso hizo que al conjunto cántabro le costara trenzar acciones de verdadero peligro. Sí enlazó alguna serie de pases, pero sin llevar al lugar deseado. Tanto es así, que prácticamente no probó al portero rival en todo el encuentro. Y esa era una mala señal.

Bueno fue ver al Racing intentando imponer su juego sin dejarse llevar por el que proponía el rival. Lo malo es que no es fácil. Benktib dejó pasar una buena oportunidad para reivindicarse y Martín Solar no aportó ese fútbol y ese ritmo que suele ser marca de la casa. Más de lo mismo se puede decir de un Marco Camus que sufrió mucho en defensa provocando, además, faltas en campo propio que había que evitar. No se sintió cómodo por la banda derecha que le tocó recorrer y, como contra el Alavés B, sólo duró 45 minutos en el campo.

Fue por el otro extremo, por el de Álvaro Bustos, por donde se generó el mínimo peligro que el Racing fue capaz de construir. El asturiano terminó sacando del partido al carrilero de su misma banda. El desnivel se hizo patente pero no fue capaz el Racing de exprimir mucho más esa puerta abierta. Aún así, a la media hora de encuentro ya pudo cambiar el partido por ese costado después de que Bustos ganara línea de fondo y pusiera un centro raso que recorrió todo el paralelo de la línea de gol sin que Martín Solar ni Cedric lograran rematar.

No es demasiado, pero fue la única acción un tanto peligrosa que fue capaz de dibujar en todo el primer tiempo el conjunto cántabro. El bagaje no podía ser más pobre. Y lo peor es que la cosa no fue mejor en el segundo tiempo. La entrada de Soko dio más amplitud al Racing y, de hecho, el africano generó peligro de partida por ahí, pero se acabaría apagando. Con el paso de los minutos, Rozada ya parecía ir con todo dando entrada a su dúo mágico, primero a Cejudo y después a Pablo Torre. Faltaban veinte minutos para el final y la impresión que rondaba por el partido era la de que se iba a convertir en un continuo acoso y derribo por parte cántabra. El partido estaba instalado en el campo del Leioa y los visitantes por fin movían bien la pelota aprovechando que estaban más cómodos y más fuertes. Sin profundidad, pero a la espera de un chispazo de inspiración que llevara el partido a su terreno. Sin embargo, pasó todo lo contrario. 

Cuando parecía que Sarriena se iba a convertir en un frontón, encajó el Racing su segundo gol de la temporada. El golpe no pudo ser más imprevisto. Fue culpa de un cúmulo de despropósitos, como suele suceder en este tipo de campos donde se aprovechan más los errores ajenos que las virtudes propias. Se vino abajo la solidez y la solvencia que había ofrecido la retaguardia verdiblanca hasta la fecha para enseñar una cierta endeblez y unas dudas en el interior del área que pagó bien caras.

Fue a Nana a quien le faltó una mayor contundencia a la hora de despejar un mal centro que venía de la banda derecha del Leioa. El balón se alejó de su área de influencia hasta caer en un aclarado justo en la línea frontal que intentó controlar Goti. Lo hizo mal, el balón rebotó en Pablo Torre y lo hizo con tan mala fortuna que volvió a caer en los dominios del extremo bilbaíno. Lo peor fue que es el mejor lanzador que tiene el equipo vizcaíno y que le salió un tiro seco, raso y pegado al palo que cogió por sorpresa a Iván Crespo.

Poco pudo hacer el portero cántabro, que se había mostrado seguro durante todo el encuentro. Sobre todo, cuando a los veinticinco minutos de juego había despejado un fuerte testarazo de Albisua que olía a peligro del de verdad. A cinco del descanso, de nuevo le detuvo un remate al centrocampista azulgrana, esta vez con el pie, que fue rechazado hasta Segado, un jugador que acababa de entrar al campo por el lesionado Morcillo, que había hecho trabajar mucho hasta ese momento a Camus y a Ceballos. El recién llegado al partido contó con una oportunidad única para poner su nombre en mayúsculas al partido. Con Iván Crespo aún levantándose tras su oportuna intervención, lo tenía todo para marcar. Toda la portería era suya, pero el balón se le fue alto. 

También se fue a las nubes cuando, prácticamente en la primera acción del segundo tiempo, una nueva arrancada de Álvaro Bustos envió al balón hacia Soko, que ya estaba dentro del área. De lado a lado. El camerunés, en vez de probar portería, se la dejó a Cedric, que tenía a los dos centrales encima. Tuvo que rematar de manera precipitada y eso le hizo hacerlo con el cuerpo demasiado adelantado, lo que suele hacer que el esférico se vaya buscando la luna. Ese remate, más uno con poca fe y desde la esquina del área de Balboa a un cuarto de hora del final, fue la única aportación ofensiva del equipo de Rozada en el segundo tiempo. Poniendo lo que hicieron unos y otros en el área ajena, es difícil encontrar argumentos para no considerar justo el resultado.

Intentó reaccionar el Racing dando entrada a Jon Ander por Mantilla para jugar con tres atrás y dos arriba. El entrenador quiso tocar a rebato, quemar las naves y dar continuidad a esa sensación que había transmitido el Racing de estar a punto de meter al rival atrás, pero no lo logró. Faltaban quince minutos, pero no se jugó más. El Leioa supo manejar la situación de manera académica y el Racing no encontró otra manera de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Con Cejudo y Pablo Torre en el prado, sólo quedaba intentarlo por bajo y construyendo fútbol, pero se toparon con una pared. Podría haber usado Rozada la bala de Siverio, un tipo que es capaz de encontrar situaciones de gol de donde no parece haberlas, pero el entrenador tiene claro el orden de los delanteros en la fila y no lo altera.

El primer castañazo
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