19.04.2024 |
El tiempo

El dolor, el miedo y la culpa socavan a los trabajadores de las residencias

El dolor, el miedo y la culpa socavan a los trabajadores de las residencias
El desgaste físico y emocional del personal de las residencias ha provocado síntomas de estrés postraumático en muchos casos. Se debaten entre la "amenaza de sus propias vidas y la de sus familiares, y la culpa por las muertes de los mayores" por el coronavirus, relatan los propios trabajadores.



María José Bedoya, auxiliar de enfermería, confiesa que lo ha pasado "muy mal". Minutos después de la entrevista con Efe llama llorando: "Ha muerto una compañera en la UCI por el coronavirus". La amenaza se ha hecho realidad.



Las residencias -de tercera edad y para personas con discapacidad- han sido en España uno de los principales focos de la COVID-19 y los mayores fallecidos han supuesto en comunidades como la de Madrid casi el 40 por ciento del total de muertes.



María José Bedoya trabaja en una residencia pública y recuerda que al comienzo de la pandemia algunos compañeros sufrieron "ataques de pánico" y se dieron de baja. En marzo, "lo peor no fue solo la ausencia de equipos de protección sino de protocolos de actuación", resume.



A día de hoy han llegado equipos que son de usar y tirar, pero "se reutilizan tras desinfectarlos con lejía, y hasta hace unos días compañeras han estado con la misma mascarilla 20 o 25 días", añade.



A través de donaciones privadas llega mucho material a estos centros, sin embargo, María José se pregunta hasta qué punto son efectivas las mascarillas caseras o las batas de protección hechas con bolsas de basura y cinta americana.



"La carga emocional -relata- es brutal. Sabes que con las herramientas que tienes no lo estás haciendo bien, y te preguntas: ¿Me estaré llevando el virus de esta habitación a la de al lado?".



En su opinión, la atención de las administraciones ha sido tardía e insuficiente. "Desde el minuto cero veíamos que había que cerrar las puertas. Jamás habíamos tenido quince fallecimientos en un mes".



Amelia, auxiliar de enfermería en una residencia concertada, comparte esta última opinión y se interroga con rabia : "¿Por qué antes de cerrar España no cerraron las residencias?".



Ahora, dice estar "bastante bien", pero las primeras semanas, reconoce que fueron duras porque -indica- no sabían cómo actuar: "Somos centros asistenciales, no hospitales".



"Al comienzo de la pandemia hubo muchas bajas, de una plantilla de 22 auxiliares quedamos nueve en una semana", recuerda.



Amelia apunta una cifra, 30.000 sanitarios contagiados, pero "¿cuántos auxiliares de enfermería estarán infectados?", se pregunta. "De nosotros no se ocupa nadie", lamenta, aunque destaca que en su centro llevan doce días sin decesos. "Antes el goteo era constante", recalca.

El dolor, el miedo y la culpa socavan a los trabajadores de las residencias
Comentarios