24.04.2024 |
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Como los pequeños

Al Racing se le escaparon dos puntos en el descuento a pesar de jugar con uno más durante una hora | Marcó Álvaro Bustos pero, a partir de ahí, los cambios perjudicaron al equipo y le hicieron perder el control del partido

Álvaro Cejudo, ayer titular en la media punta, rodeado de dos jugadores del Bilbao Athletic. / Hardy
Álvaro Cejudo, ayer titular en la media punta, rodeado de dos jugadores del Bilbao Athletic. / Hardy
Como los pequeños

Cuando uno juega a ser un equipo pequeño, acaba perdiendo puntos como lo suelen hacer los equipos pequeños cuando juegan contra uno grande: por pura inercia, como si fuera parte de su propia fatalidad. Lo malo es que como el Racing, en verdad, no tiene nada de pez chico, sus miserias a destiempo no tienen nada de romántico. Y es cierto que el Racing se pudo marchar anoche a casa maldiciendo su mala suerte y acusando al descuento de no haber conseguido la victoria, pero lo sucedido se pareció más a un suicidio que a un asesinato. Tan cierto como que le sobró un minuto es que fue víctima de sus propias decisiones. Tuvo miedo, el entrenador se hizo un lío, deshizo lo que le estaba yendo bien y acabó empatando contra un rival que jugó con diez durante una hora y que le podría haber permitido entrar de nuevo a la pelea por lo máximo. Una vez más, el equipo cántabro no desaprovechó una buena oportunidad de desaprovechar una oportunidad.

Era el día idóneo de enlazar por segunda vez en toda la temporada una segunda victoria consecutiva, de dejar definitivamente atrás la crisis y es posible que hasta de recuperar de una vez por todas la confianza perdida, pero el Racing dio en hueso. Y eso que el fútbol se lo puso todo de cara y le devolvió mucho de lo que le había quitado en otras fechas. Justamente cuando parecía que el Bilbao Athletic le podía hacer un ocho y dejar, una vez más, en cuestión su propia credibilidad, se quedó con un hombre más por una mano fuera del área del portero cuando era el único que se interponía entre Jon Ander y la portería. Para colmo, el conjunto cántabro marcó justo antes de entrar en esa fase del parido en el que entran las prisas y la ansiedad por no encontrar el gol ansiado. Y lo hizo teniendo la contienda bajo control, pero, de pronto, se vino abajo, entregó el balón a su rival, le resucitó, le dio vida y le acabó regalando dos puntos.

Nadie se pudo marchar con la sensación de haber recibido un castigo injusto porque no puede haber injusticia jugando contra diez. Y pudo decirse a sí mismo el Racing que encajar en el descuento sólo puede ser un accidente, pero lo cierto es que el gol del Bilbao Athletic pudo haber llegado seis minutos antes del 91, cuando la primera aparición de Nico Williams en todo el segundo tempo corriendo como una exhalación por la banda derecha sorprendió a Óscar Gil y a un Matic a quien la cabeza le pidió hacer falta pero el corazón ser cauteloso. Se quedó a medias y el jugador rojiblanco ganó línea de fondo a la velocidad de la luz para regalarle un gol a Tascón que sólo debía empujar a puerta vacía. No tenía que hacer nada, sólo poner la bota, pero el balón se le coló por debajo de las piernas.

Lo sorprendente fue que el Bilbao Athletic no hubiera empatado en esa acción, no que lo hiciera en el descuento. Cualquiera que haya visto un par de partidos de fútbol en su vida lo podía prever. El Racing estaba dejando pasar oportunidades tremendas para haber matado el partido gracias a unos contragolpes que sirvieron para confirmar las limitaciones de Balboa, que no sólo no da una a la hora del remate, sino que tampoco ve el fútbol. Es tremendo que se haya tenido que marchar Siverio harto de que no le miren a los ojos y el equipo verdiblanco se haya tenido que quedar con el uruguayo. El tipo lo pelea y es todo pundonor porque es consciente de que está volviendo a tirar a la basura su segunda aventura europea, pero resulta desquiciante. Ayer, una buena presión suya a nueve minutos del noventa, le dejó solo ante el portero, pero él mismo se complicó la vida sin saber bien cómo ni por qué. La jugada se habría convertido en un chiste si no fuera tan serio el fatalismo que rodea al Racing. Muestra una falta de confianza fatal para un delantero, pero si es él quien juega antes que Cedric resulta dramático pensar cómo estará éste.

Finalmente, el gol llegó por un saque de banda en corto mal defendido que permitió meter un balón a la olla sin oposición alguna. Y tampoco tuvo mucha el recién entrado Diarrá para cabecear con claridad en el corazón del área racinguista y poner el balón a donde era imposible que llegara Lucas Díaz. Otra vez más a lamerse las heridas. Quedaban cuatro minutos por delante pero todos miraban hacia abajo excepto el recién entrado Riki, que entendió que todavía había tiempo para corregir la situación. Intentó aliarse con Álvaro Bustos y provocó un córner, pero le faltaron compañeros que creyeran. Qué trabajo va a tener el psicólogo.

La entrada del último fichaje en el descanso había mejorado a su equipo, ya que el Racing había apostado de partida por contener las acometidas bilbaínas en lugar de ir a por él con decisión. Como si de un equipo pequeño se tratara, jugó con tres centrales en una defensa de cuatro más dos pivotes de contención como Nana e Iñigo. Obviamente, a ese equipo no se le podía pedir fútbol. Y lo curioso es que, tras el encuentro, Solabarrieta lamentara que su equipo no hubiera tenido fútbol. ¿Pero cómo va a tener fútbol con una sala de máquinas formada por Iñigo y Nana? Lo realmente surrealista es apostar por Martín Solar para jugar en el campo de batalla de La Florida y dejarle ayer en el banquillo.

Con ese centro del campo y con Figueras, un tipo que siempre ayuda a iniciar la posesión, en la grada (ojo al dato), es lógico que el Racing ni siquiera intentara jugar por bajo. Cada vez que sacaba de puerta, enviaba el balón en largo confiando en las caídas y en buscar las bandas con rapidez. Cuando tocaba jugar y hacer algo con el balón, se le notaron todas las limitaciones al equipo. Era un artefacto plano, incapaz de superar líneas, sin fútbol y sin imaginación. Ver a Nana colocado entre centrales para empezar a jugar era un sinsentido. Aquello no podía ir a ningún sitio. Se le ven todas las costuras y aquel jugador que se sintió poderoso en Portugalete pasó a ser un tipo cargado de inseguridades. Pero es lógico cuando le hacen jugar a algo para lo que no está preparado.

El Racing, que parece tener por principio no sólo no repetir alineaciones, sino tampoco dibujo, apareció ayer con un 4-2-3-1 y quien jugó como media punta fue Álvaro Cejudo. Si el balón llegaba hasta él, al menos podían suceder cosas. Se quedó a medias muchas veces, pero cuando acertaba era cuando el equipo llegaba por bandas. Sobre todo, por la de un Álvaro Bustos convertido en un superhéroe con capa. Ayudó en defensa como el que más a un Óscar Gil al que le tocó defender a Nico Williams y que respiró tranquilo cuando, al quedarse con uno menos, Etxeberria decidió cambiarle de banda. A su vez, fue, de largo, el mejor argumento  ofensivo de los suyos porque, además de marcar, incluso dio un balón al palo en un saque de falta idéntico al que había acabado de igual manera ante el Real Unión y al que, a la postre, había servido para ganar al Bilbao Athletic en pretemporada. En su cuenta también hubo que apuntar un duro remate en los primeros compases del segundo tiempo desde dentro del área y a pesar de estar ante dos jugadores y una volea que de nuevo rondó el gol tras una genial asistencia de Riki. Fue un motor constante al que le faltaron aliados.

Solabarrieta se lo dio en el descanso. Si ya de por sí había dejado sin capacidad de crear nada a su equipo con la alineación, menos sentido aún tenía tanta contención tras ver cómo el rival se quedaba con uno menos y retrasaba sus líneas. Por eso puso a Riki a calentar a la media hora y jugó de inicio en la reanudación. El sacrificado, obviamente, fue Nana. También se pudo sentir como tal Martín Solar, ya que habría sido el elegido sin la llegada del asturiano. Con una maniobra así, es fácil poner en cuestión la apuesta por la cantera. El santanderino ha perdido un puesto en la fila.

La entrada del recién llegado cambió al equipo. Normal. Por fin había alguien que la pedía, que la tenía y que, además, daba ritmo al balón. Jugando como había acabado haciendo el Racing tras quedarse con uno más, era imposible ganar. Tocaba y tocaba pero era incapaz de atravesar las dos líneas de cuatro bien colocadas que levantaron los bilbaínos. Todo era muy predecible y, sobre todo, muy lento. Sólo la entrada de alguien con criterio y capacidad hizo que todo circulara mucho mejor y en seguida se generaron acciones que rondaron el gol. Hasta que éste llegó. Fue paciente el conjunto cántabro y lo encontró con un centro de Soko al área que no fue rematado en primer término por Jon Ander pero sí por Bustos en segundo. Lo hizo de manera académica.

El autor de la asistencia ya había resultado fundamental al construir una contra que parecía imposible y que parecía llevarle hacia un agujero y que terminó con un genial pase a Jon Ander, que terminaría provocando la mano y la expulsión. Fue él uno de los dos que abandonaron el campo en el doble cambio que cambió el partido. También se marchó Cejudo para que Camus se colocara en la derecha y Villapalos en el pivote. El Racing con Solabarrieta nunca termina como empieza y construyó un 4-1-4-1 que, fundamentalmente, alejó a Riki del balón. Es como si el entrenador no hubiera aprendido de lo sucedido en el primer tiempo o le hubiera parecido bien.

El Racing perdió el balón. Villapalos hizo de Nana en el primer tiempo y, por lo tanto, el equipo verdiblanco volvió a ser un torbellino de dudas cuando intentaba tenerlo. El Bilbao Athletic de nuevo volvió a creer que se podía, el conjunto cántabro echó el culo atrás por pura inercia y el control pasó a ser descontrol. Empezaba a ser lógico el empate. En el fondo, se recuperó la sensación de la primera media hora de partido, aquella en la que jugaron once contra once y el equipo verdiblanco pareció una cosa muy pequeña en manos del filial rojiblanco. Y llegó el gol. El Racing se lo había entregado. Fue el equipo pequeño sucumbiendo a última hora ante el grande que siempre gana. Hay que asumirlo. Quien ya lo ha hecho se pudo ir a la cama ayer sabiendo que, con el empate, al menos se había alejado un punto del octavo puesto. Así están las cosas. Qué triste todo.

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