19.04.2024 |
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Beatriz García, la silente sonrisa que doblegó al coronavirus con 103 años

eatriz García volvió el pasado sábado a la residencia, donde le hicieron una fiesta. ALERTA
eatriz García volvió el pasado sábado a la residencia, donde le hicieron una fiesta. ALERTA
Beatriz García, la silente sonrisa que doblegó al coronavirus con 103 años
A sus 103 años, Beatriz García ha pasado a engrosar el grupo de 'damas centenarias de hierro' que consiguen derrotar a la COVID-19 tras casi un mes de batalla interior que solo puede expresar, en su caso, a través de una imborrable sonrisa al padecer un deterioro cognitivo que le impide comunicarse.

"Siempre ha sido así, una mujer luchadora, sonriente y alegre con todo el mundo, además de colaboradora y dispuesta a echar una mano", relata a Efe su yerno Fermín, quien bromea con que "ni el coronavirus ha podido con ella".

Oriunda de Cantabria, la fortaleza de esta señora se curtió durante jornadas de duro trabajo en el campo de Hazas, una pequeña localidad de Soba de menos de un centenar de habitantes donde vivió "sembrando hortalizas y al cuidado de vacas".

Apenas enfermaba e incluso, según Fermín, "hasta hace poco más de dos años no tenía ficha en ningún hospital", aunque reconoce que una artrosis en la rodilla le condenó a utilizar progresivamente una cachava para poder caminar.

En contraste a esa longevidad y estado de salud se encuentra su familia, porque su hija -esposa de Fermín- murió hace cuatro años de cáncer de mama, y su marido y su otro hijo fallecieron a mediados de los años 90, este último aquejado de un tumor en la cabeza. Todo ello sumado a que su única nieta padece una discapacidad.

"Mi hija estuvo viviendo muchos años en casa de Beatriz y entre ellas surgió una sintonía muy especial por su circunstancia. Se reconocen solo con mirarse, sin necesidad de hablar", asegura Fermín.

El ocaso de las capacidades cognitivas y una "mala caída", con fisura de peroné, propició que Beatriz tuviera que utilizar una silla de ruedas. Poco a poco dejó de valerse por sí misma.

"Para mí era imposible cuidar a la vez de Beatriz y a mi hija porque estoy solo y no cuento con más familia que me ayude", confiesa Fermín, que optó el pasado mes de julio por trasladar a su suegra a la residencia de mayores Santa Ana, de Santoña, para que estuviese atendida en mejores condiciones.

"Ella fue de los primeros positivos asintomáticos detectados", explica la directora de la residencia, Araceli Castillo, donde cinco de los seis internos contagiados por coronavirus han superado la enfermedad, salvo un fallecido con patologías previas.

"Por sus años y por cómo es este virus, pensaba que ya era su final, ya que no se sabe lo que puede pasar con este mal que se ha llevado por delante a gente más joven", reconoce Fermín.

Durante la primera semana, Beatriz estuvo aislada de otros usuarios en una zona destinada a enfermos de COVID-19 pero, dado que su estado de "dependencia" suponía una exposición "muy directa para el trabajador", fue derivada a otro centro de mayores en Meruelo que se habilitó para aglutinar estos casos en Cantabria.

Allí pasó 72 horas y fue ingresada en el Hospital de Laredo afligida de patologías que, al parecer, no tenían nada que ver con el coronavirus, por lo que a los pocos días volvió a la residencia de Meruelo.

Una nueva prueba PCR confirmó que Beatriz, con más de un siglo de historia, había doblegado a ese virus tan letal para otros, tal vez sin ser consciente de esa proeza por sus limitaciones.

Desde hace una semana aguarda la vuelta a la normalidad en Santoña junto a compañeros como Venancio, que también ha superado la enfermedad con 89 años, y al resto de 135 usuarios, sin perder la sonrisa. ¡

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