23.04.2024 |
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Santibáñez de Carrejo, cuna de canteros

De la Sierra del Escudo, que protege a Santibáñez de Carrejo, salió piedra con destino a los más variados lugares, llegando hasta Cuba en forma de ruedas de molino o hasta el Palacio de la Magdalena de Santander para construir sus escaleras

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Santibáñez de Carrejo, cuna de canteros

Víctor de la Serna escribió: «Si los españoles fuéramos más dados a hablar de nuestras cosas y no esperar a que nos las contasen, aquí pondríamos una piedra lisa y rosada, de las canteras de la Hoz de Santa Lucía, hermana en dignidad y nobleza de la arenisca dorada de Salamanca, del travertino romano y de la piedra de Colmenar con este letrero: Aquí empieza esa cosa inmensa e indestructible que se llama España». 

De este lugar, un día de remota fecha, «a toque de bígaro (esa trompa rústica y como de carne, en la que está encerrada la música del mar), se puso en marcha, con sus azadas y sus arados, sus vacas rubias de cornamenta de lira, sus rezos y su tosco romance ladino, esa gente fortísima de España, que todavía está en marcha por el ancho mundo».

Estas palabras de su libro ‘Nuevo Viaje de España. La Ruta de los Foramontanos’ hacen referencia al lugar de la Hoz de Santa Lucía, de la pedanía de Carrejo, donde las montañas parece que quieren estrangular al río Saja, y donde se levanta el monolito diseñado por Peridis en el que se recoge la frase lapidaria de «Aquí comienza España». Pues de las canteras de Santibáñez de Carrejo, situadas en la Sierra del Escudo, que protege a Santibáñez de Carrejo, del municipio cántabro de Cabezón de la Sal, salió piedra con destinos a los más variados lugares, llegando hasta Cuba en forma de ruedas de molino o hasta el Palacio de la Magdalena de Santander para construir sus escaleras.

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La Casona donde almorzó Carlos V, en Santibáñez de Carrejosario en la iglesia parroquial de San Lorenzo. / A. del Saja

CANTEROS

Nada más darse un paseo por Santibáñez es fácil comprender que la mayoría de sus vecinos fueron canteros. Su bien cuidado caserío es un precioso conjunto de edificaciones en las que la piedra es la protagonista. Allí se recuerda su maestría trabajando la piedra a los hermanos Camilo y Pedro Herrero, a Ángel Díaz ‘El Pelao’, a Pedro Revuelta, a José Revuelta ‘El Gurín’ y a sus hermanos Pedro y Alfredo, a Camilo Faces y Antonio Herrero, hermano de ‘El Rubio’.

Además de a José Manuel Lechosa y los hermanos Calle, Emilio, Salvador y Rafael, a Ángel Díaz ‘El Pelao’, y a Antonio Sánchez Callejo, entre otros.

Gracias a Pedro Gutiérrez Galguera, de profesión carnicero, que hizo toda la sillería de una de sus casas en el pueblo tuvimos la oportunidad de hablar con Antonio Herrero, que a sus 90 años, es el único vivo de cuantos trabajaron en las canteras. 

Por su boca sabemos que en el lugar hay cuatro canteras y las cuatro diferentes. La buena, la mejor, la de Zarceo de donde se obtenía la piedra rosada de la que hablaba Víctor de la Serna, tiene abundante sílice, pero, era muy peligrosa para los que en ella trabajaban. Su padre, Pedro Herrero murió a los 66 años de silicosis de tercer grado, al igual que sus hermanos Nel y Juan.

En la actualidad continúa con la profesión de cantero en el pueblo ‘Bilis Martínez’.

Recientemente, recorrimos el pueblo en compañía del presidente de la Junta Vecinal, Manuel González, que lleva 43 años dirigiendo los destinos dela pedanía, pudiendo comprobar el buen estado de conservación de todas las edificaciones, que lucen la piedra por todos los laterales.

 El edificio más relevante es el Palacio de Gayón, casona de finales del siglo XVII, con fachada de cinco arcos de medio punto, junto con otras de la época, como la casa de Lalia, que se levantan en la zona de El Agudín.

Hoy en día la cantera que aportó la piedra para levantar el pueblo y otros próximos como Carrejo, se encuentra clausurada y a la espera de la restauración del entorno.

Muchos de los visitantes que acuden al pueblo lo hacen para recoger agua de la ‘Fuente del Lavadero’, atraídos por su frescura y sabor, que recoge su caudal de un manantial situado a apenas 100 metros del lugar, levantado en 1.926, y que en tiempos abasteció a las localidades de Santibáñez y Carrejo.

El edificio civil más destacado es, sin duda, el Palacio de Gayón, una casona de finales del siglo XVII con fachada de cinco arcos de medio punto. Sobresale, también, otras edificaciones de la misma época de gran importancia, con grandes y hermosos blasones como la casa de Lalia, y el barrio de El Agudín.

Poco se sabe del paso por Cabezón de la Sal del emperador Carlos V, en su viaje hacia Valladolid, después de haber desembarcado en la villa asturiana de Tazones, el 19 de agosto de 1517. 

Gracias a la crónica redactada por el ayudante de cámara flamenco, Laurent Vital, tenemos conocimiento que un hidalgo pariente Diego de Guevara, Sancho Vélez de Cos, casado con Inés de Guevara, rogó al rey «que tuviese el agrado de pasar por sus tierras y comer en su casa; y si no hubiera sido en honor del señor don Diego, mayordomo del Rey, que se lo pidió también, no hubiese accedido tan pronto. Luego, cuando se lo concedieron, el hidalgo, con toda diligencia, mandó preparar la comida, costeando la del Rey y todo el séquito. 

Después de comer, este caballero fue humildemente a agradecer al Rey el honor que había recibido pidiéndole perdón si no le había tratado tan bien como a su majestad correspondía, y ofreciéndosele en cuerpo y bienes, enteramente dispuesto a su servicio», describe Laurent Vital.

En reconocimiento al trato recibido, el Emperador concedió al dueño de la casa poner cadenas a su entrada para que pudiera ser asilo de delincuentes.

Aunque el ayudante de Cámara no detalla la estancia del Emperador a su paso por el término de Cabezón de la Sal, algunas reseñas hacen alusión a que la casona donde almorzó Carlos V «estaba a la salida de Carrejo, en barrio de El Agudín», que es donde se levanta el Palacio de Gayón, en Santibáñez de Carrejo.

Del  siglo XVII es la iglesia parroquial, bajo la advocación de San Pedro, en un estilo clasicista barroco. El día de la festividad del patrón acuden los vecinos de Carrejo y Santibáñez. Tras la misa mayor, es tradición el baile de los picayos que interpretan los mozos y mozas del lugar. Reseñar, también, la ermita dedicada a Santa Lucía del siglo XVIII. Hay que mencionar, igualmente, la ermita de San Roque.

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Manuel González en la fuente de Santibáñez de Carrejo. / A. del Saja

BORONOS Y MORCILLAS

Especial fama tienen los boronos y morcillas, que desde hace 30 años, elaboran en el pueblo el matrimonio de Pedro Gutierrez y Sari Gutiérrez, propietarios de la ‘Carnicería Pedro’ de Cabezón de la Sal y que ya regenta su hija Lucía.

Poco conocido es el dato de la batalla que se libró en Santibáñez, en el lugar de Santa Lucía, durante la Guerra de la Independencia. Las escasas tropas reclutadas en Cantabria, junto con otras venidas de Guipúzcoa, trataron sin suerte de asaltar una fortificación que las tropas francesas habían construido para asentarse a la vera del puente, resultando muertos varios soldados cántabros, y herido de gravedad el capitán del escuadrón, al atravesarle una bala la garganta. Existe en el Archivo de la Guerra civil, situado en Salamanca, una carta original de 1811 que relata esta hazaña

Existe también en esta población una cueva en la que se han hallado restos prehistóricos de enterramientos de incineración, así como varios objetos. Su último uso fue durante la Guerra Civil el de proteger a unos cuantos habitantes de Santibáñez y Carrejo que allí se refugiaron.

Famosas son las ferias de año que tienen lugar allí coincidiendo con la festividad de Santa Lucía. El 13 de diciembre todos los años convoca a muchos ganaderos y, también, a devotos que se acercan a rezar a la capilla de la ‘Abogada de la Buena Vista’. Paralelamente, se celebra un mercado, en el que es costumbre adquirir ajos para la siembra y queso picón.

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