19.04.2024 |
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Santa Lucía, lugar de maestros canteros y exquisita piedra de calidad

En esta localidad se llegaron a explotar cuatro canteras de la que se sacaba piedra para toda España, Portugal y Cuba
Antonio Herrero nos cuenta la historia del pueblo. / Saja
Antonio Herrero nos cuenta la historia del pueblo. / Saja
Santa Lucía, lugar de maestros canteros y exquisita piedra de calidad

Santibáñez de Carrejo, pueblo de un centenar de habitantes, perteneciente al municipio de Cabezón de la Sal, se ha caracterizado por la cantidad de canteros que trabajaron la piedra, unos en labores de extracción y otros en la construcción.

Nada más darse un paseo por Santibáñez es fácil comprender que la mayoría de sus vecinos fueron canteros. Su bien cuidado caserío es un precioso conjunto de edificaciones en las que la piedra es la protagonista. 

Gracias a Pedro Gutiérrez Galguera, de profesión carnicero, que hizo toda la sillería de una de sus casas en el pueblo, donde fabrica sus afamados boronos y morcillas, tuvimos la oportunidad de hablar con Antonio Herrero, que a sus 90 años, es el único vivo de cuantos trabajaron en las canteras. Pedro cosecha, además alubias y caricos.

Antonio ya vivió de cerca la explotación de las canteras cuanto apenas tenía 12 años y pastoreaba el ganado por las inmediaciones, donde trabaja su familia. A su regreso de Alemania, dedicó los últimos años de su actividad laboral a sacar piedra del lugar. Por su boca sabemos de la dureza de aquellos trabajos. Su padre, Eulalio (Lalo, el Cantaro, como todos le conocían), falleció a los 66 años de la enfermedad profesional de silicosis de tercer grado, al igual que sus hermanos Juan, Nel y Camilo. Este último, que era el que torneaba la piedra, falleció a los 33 años. Todos  murieron en el espacio de tres meses por la misma causa en la década de los 50 del siglo pasado.

En la Sierra del Escudo, en la zona de Santa Lucía, se llegaron a explotar cuatro canteras de las que se sacaba piedra para ruedas de biselar y otra con destino a la construcción. De allí salía piedra para toda España y en buena cantidad para Portugal. También se enviaba a Cuba, «creo que era para afilar los machetes con los que se cortaba la caña de azúcar», nos dice Antonio, mientras recuerda que «El Gurín» llegó a viajar a la isla del Caribe acompañando a uno de los pedidos.

De las cuatro canteras la mejor era la de Zarceo, de la que se sacaba la piedra rosada de la que  contaba Victor de la Serna que «si los españoles fuéramos más dados a hablar de nuestras cosas y no esperar a que nos las contasen, aquí pondríamos una piedra lisa y rosada, de las canteras de la Hoz de Santa Lucía, hermana en dignidad y nobleza de la arenisca dorada de Salamanca, del travertino romano y de la piedra de Colmenar con este letrero: Aquí empieza esa cosa inmensa e indestructible que se llama España». 

Pues dice Antonio Herrero que «era muy buena porque tenía mucha sílice, pero era muy peligrosa para los que la trabajaban por la silicosis». A unos 200 metros hay otra de «piedra blanca, muy tierna, que se usaba para sillería». Además, existe otra «de piedra roja, con manchas que no sirve para el biselado» y, por último, estaba la llamada «La Losa», de la que se obtenían terrazos para suelos.

La piedra que allí se obtenía, por medio de tres carreteros, con sus parejas de vacas, hacían el viaje diario hasta la zona de La Estación en Cabezón de la Sal, donde había una taller que torneaba las ruedas, antes de mandarlas al exterior, porque «las ruedas salían en bruto y luego había que pulirlas». Uno de estos carreteros fue Martín Galguera.

En los años 40 y 50 en Santa Lucía llegó a haber entre 15 y 20 obreros, que se repartían los trabajos. Unos tenían que descubrir la piedra, que llegaba a tener hasta 2 metros de tierra. Los más jóvenes, los carretilleros, eran los encargados de mover el escombro y otros se empleaban en las labores de taladrar. «Allí no se podía utilizar la dinamita porque se estropeaba la piedra, solo pólvora y el taladro manual», nos explica. La empresas que en aquellos años explotaba las canteras se denominaba «Raba y Gutiérrez». 

Y todos los días al terminar la faena, cargaban en un saco al hombro las herramientas para que las afilara Cilio en su fragua de Carrejo y pudieran estar listas para la mañana antes de volver al tajo. En Santibáñez de Carrejo se recuerda la maestría trabajando la piedra a los hermanos Camilo y Pedro Herrero, a Ángel Díaz «El Pelao», a Pedro Revuelta, a José Revuelta «El Gurín» y a sus hermanos Pedro y Alfredo, a Camilo Faces y Antonio Herrero, hermano de «El Rubio».

Además de a José Manuel Lechosa y los hermanos Calle, Emilio, Salvador y Rafael,  y a Antonio Sánchez Callejo, entre otros. En la actualidad continúa con la profesión de cantero en el pueblo «Bilis» Martínez.

Santa Lucía, lugar de maestros canteros y exquisita piedra de calidad
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