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El Diario de Cantabria

«Nunca pensé que llegaría una pandemia y se llevaría todo por delante»

Esta murciana y psicóloga de formación, antes de la pandemia tenía una empresa de ambientadores con ventas en eventos temáticos, tras descolocarla la crisis, se reinventa

La empresaria Raquel Múñoz muestra sus productos en su nave de Cabezón de la Sal. / EFE/ Román G. Aguilera
La empresaria Raquel Múñoz muestra sus productos en su nave de Cabezón de la Sal. / EFE/ Román G. Aguilera
«Nunca pensé que llegaría una pandemia y se llevaría todo por delante»

Raquel Muñoz es una de esas pequeñas empresarias que perdió su negocio por la pandemia y que ha tenido que reinventarse y empezar de cero «sin un duro». Ella cambió los ambientadores por geles hidroalcohólicos con aroma y, buscando «mil maneras» de que le echaran un cable, hoy puede decir que ha vendido miles de botes.

«Nunca se me ocurrió que llegaría una pandemia, se llevaría todo por delante y me quedaría sin trabajo», destaca a Efe Raquel, que es psicóloga de formación y que antes de la pandemia tenía una empresa de ambientadores con ventas muy focalizadas en eventos temáticos, ferias o mercadillos vintage.

En la empresa, «pequeñita y familiar», estaban ella, su marido y su suegro, todos con sueldo, y los beneficios los reinvertían en ese proyecto.

Al inicio de 2020, justo cuando se iban a lanzar a vender a comercios, llegó la covid y esa intención «se quedó ahí». «Y desapareció todo de un día para otro totalmente, no solo los eventos, sino también todos los que nos compraban», cuenta Raquel.

Al principio, ella y su marido pensaban que «no iba a ser tan grave» y que para el verano, con la desescalada, se recuperaría la actividad, pero no fue así. Raquel quedó descolgada. Su marido entró en una empresa de mensajería y su suegro, «por su edad, no ha encontrado nada en ningún sitio».

Lo que no pensaba esta emprendedora es que de una invitación a cenar a su vecino surgiría el germen de su proyecto actual. «Le invitamos a cenar porque nos llevamos bien y dándole vueltas a lo sucedido nos dio la idea», explica.

En esa cena providencial para Raquel comentaron que «todo el mundo se queja del gel hidroalcohólico» que ahora hay que ponerse al entrar en muchos sitios porque a veces es «pegajoso» o no tiene olor agradable. Esta murciana y su marido tenían 9 años de experiencia «en el mundo de los olores», conocían a proveedores «de calidad» y sabían de esencias y cómo aplicarlas.

Y así pensaron en hacer gel hidroalcohólico con olor, con una gama «como quien elige un perfume». De los 22 olores de sus ambientadores eligieron una decena, los más solicitados y vendidos: magnolia, frutas, lavanda, infantil, talco, vainilla, algodón, man, mango y esencia de hierbaluisa.

Durante más de un mes hicieron pruebas e investigaron composiciones, y se adaptaron al sector cosmético.

Le dieron su producto «a todo el mundo para que probara» y, una vez que hallaron la mejor fórmula, hicieron el plan de negocio con el programa Incorpora de La Caixa y lograron financiación. «Yo no tenía ninguna garantía, estaba en el paro y con la covid para no generar más gastos nos dimos de baja de todo porque las ayudas no llegaban y solo pagábamos», señala Raquel. A finales de noviembre comenzaron a producir, «empezando totalmente de cero» y así nació su marca, «Hidrolor», que tiene su página en internet.

Raquel recomienda «moverse mucho»: visitar tiendas, «que todo el mundo pruebe tu producto», e ir «poco a poco». Ellos tuvieron «un empujón» porque le enviaron una muestra al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que lo puso en sus redes sociales. «Y ayudó, la verdad», admite Raquel.

Su perspectiva de futuro es poder ir a más e incorporar a su suegro al proyecto. «Volver a como estábamos», comenta, antes de añadir que, de momento, lleva solo tres meses pero está muy contenta porque va avanzando y solo la experiencia de haber resurgido tras perderlo todo «merece la pena».

Poco a poco va a más: produce en una pequeña nave en Cabezón de la Sal y mejora detalles con lo que va ganando de forma que, por ejemplo, las etiquetas artesanales hechas a mano del principio han sido sustituidas por otras de imprenta. «Yo no soy especial, todo el que se lo proponga puede salir a flote si se marca una meta y trabaja», dice.

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