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El Diario de Cantabria

Carlos V se detuvo a comer en Santibáñez de Carrejo en su primer viaje a España

El Palacio de Gayón, en Santibáñez de Carrejo. / A. del Saja
El Palacio de Gayón, en Santibáñez de Carrejo. / A. del Saja
Carlos V se detuvo a comer en Santibáñez de Carrejo en su primer viaje a España

Poco se sabe  del paso por Cabezón de la Sal del paso del emperador Carlos V, en su viaje hacia Valladolid, después de haber desembarcado en la villa asturiana de Tazones, el 19 de agosto de 1517. Gracias a la crónica redactada por el ayudante de cámara flamenco, Laurent Vital, que formaba parte del séquito flamenco que acompañaba al entonces Archiduque Carlos, se conoce con bastante detalle el trazado y las peripecias que el mayor monarca europeo de todos los tiempos tuvo a su paso por estas tierras.

Cuenta su ayudante de Cámara que llegó a San Vicente de la Barquera, alojándose en el Convento de San Luis después de «hacer dos leguas largas de muy malo y penoso camino, y llegar a un puerto de mar llamado San Vicente de la Barquera, donde hay un hermoso pueblecito situado en la falda de una montaña, en que las casas de un lado llegan hasta el agua, y donde la mayoría de los habitantes son pescadores, que todos los años van a la mar del Norte a pescar los peces llamados bacalaos»… «Entonces, al entrar en esta villa, las mozas le acompañaron muy gozosamente, cantando y esparciendo alegría, hasta su palacio, que estaba junto a la villa, en un monasterio de franciscanos, en cuyo convento se alojó también doña Leonor, hermana del Emperador y todas las damas y doncellas de la corte y algunos señores y grandes dignatarios».

Debido a su mal estado de salud tuvo que permanecer varios días descansado en la villa marinera, hasta que el 13 de octubre el séquito llegó a Treceño donde el monarca pernoctó en el Palacio de Guevara, casona hoy convertida en alojamiento turístico, que enseña a los clientes la habitación donde pernoctó Carlos V.

A su paso por Cabezón de la Sal un hidalgo pariente de Diego de Guevara, Sancho Vélez de Cos, casado con Inés de Guevara, rogó al rey «que tuviese el agrado de pasar por sus tierras y comer en su casa; y si no hubiera sido en honor del señor don Diego, mayordomo del Rey, que se lo pidió también, no hubiese accedido tan pronto. Luego, cuando se lo concedieron, el hidalgo, con toda diligencia, mandó preparar la comida, costeando la del Rey y todo el séquito. Después de comer, este caballero fue humildemente a agradecer al Rey el honor que había recibido pidiéndole perdón si no le había tratado tan bien como a su majestad correspondía, y ofreciéndosele en cuerpo y bienes, enteramente dispuesto a su servicio», describe Laurent Vital.

En reconocimiento al trato recibido, el Emperador concedió al dueño de la casa poner cadenas a su entrada para que pudiera ser asilo de delincuentes. «Luego el Rey montó a caballo y fue a alojarse a un pueblo llamado Cabuérniga, donde, en lugar de tapices, el aposento del Rey estaba de arriba abajo cubierto con grandes pieles de oso y de jabalíes, dando con esto a entender que el huésped era cazador y que se entregaba al noble y penoso pasatiempo de la montería, y que viendo las grandes pieles, el Rey tendría agrado. Pero dentro de la casa, que era muy humilde, no había más que las paredes».

El 14 de octubre aunque Carlos V todavía estaba indispuesto, solo hizo tres leguas y llegó «a un pueblo muy malo llamado Los Tojos, que está en lo más alto de una montaña. Y como en ese lugar no había casa alguna que no fuese hedionda e infecta, por el estiércol del ganado, que está acostumbrado a dormir dentro» la comitiva pasó una accidenta noche como consecuencia del mal tiempo, antes de emprender destino a Reinosa.

Aunque el ayudante de Cámara no detalla la estancia del Emperador a su paso por el término de Cabezón de la Sal, algunas reseñas hacen alusión a que la casona donde almorzó  Carlos V «estaba a la salida de Carrejo, en barrio de El Agudín», que es donde se levanta el Palacio de Gayón, en Santibáñez de Carrejo, una casona con fachada de cinco arcos de medio punto.

Carlos V se detuvo a comer en Santibáñez de Carrejo en su primer viaje a España
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