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SEMANA SANTA

Castro y su Pasión Viviente «sin miedo» a las emociones

Cuenta atrás para un evento que regresa en plenitud tras la pandemia

Representación de la Última Cena durante los ensayos para la representación. / Miguel Ramos
Representación de la Última Cena durante los ensayos para la representación. / Miguel Ramos
Castro y su Pasión Viviente «sin miedo» a las emociones

Ultimos ensayos y martillazos sobre los escenarios que transformarán Castro Urdiales en el Jerusalén de hace 2.000 años para revivir, el Viernes Santo, una singular Pasión Viviente que regresa «sin miedo» tras dos ausencias y un año de transición por la pandemia.

Y es que, los coletazos del coronavirus hicieron que, por «precaución», algunos de los más de 700 actores aficionados que conforman el viacrucis se pensaran si salir a escena el año pasado, aunque fuese con una mascarilla disimulada bajo la túnica. «Eso ya está olvidado y ahora estamos más tranquilos, centrados y preparados», explica con entusiasmo el coordinador de la Pasión Viviente, José Ramón Arozamena, porque desde hace un mes se completó el cupo máximo participantes tras agotarse las existencias de vestuario.

Él siempre ha defendido que, si bien sobresale un amplio elenco de protagonistas, hasta el más pequeño de los figurantes que carece de guion cumple un papel determinante en el engranaje de esta fiesta de interés turístico nacional que «nace del pueblo».

Alejandro Izurieta, quien ya representó a Cristo en la edición de 2019, volverá a ser durante unas horas el hijo de Dios y recreará, junto a sus compañeros, los episodios de la última cena, el prendimiento, el juicio del Sanedrín, el arrepentimiento de Judas, los latigazos, la crucifixión y su propia muerte y resurrección. Un ‘déjà vu’ motivado por la ruptura en la línea lógica de sucesión del papel principal a causa de la pandemia y que, según aclara Arozamena, cobrará sentido en la próxima edición, ya que lo habitual es que represente a Jesús quien ahora hace de Juan.

No obstante, el hecho que de forma excepcional se transgreda esta norma no escrita también repercute en aspectos positivos para los actores, como el valor de la experiencia.

Una apreciación que suscribe el propio Alejandro que, a sus 25 años, revive esta nueva oportunidad con madurez para disfrutar del momento, pero sin dejar de pulir aquellos aspectos intrínsecos de su papel.

Reconoce que hace cuatro años era «más niño» y, tal vez, le faltó un poco más de «tranquilidad» para desenvolverse a la perfección en ciertas escenas en las que se mostró un poco condicionado por los nervios. Emprendedor en el ámbito del ocio y tiempo libre, Alejandro aguarda ansioso el momento para coger de su relicario los objetos que ya portó en la Pasión Viviente de 2019, como las sandalias que relucen en días señalados y que se han convertido en un exclusivo «amuleto».

También volverá a reencontrarse en los momentos duros y emotivos de la pasión con la Virgen María, su madre en la vida real, con la que guarda una conexión «mágica».

No en vano, sus abuelos formaron parte del grupo de personas que hace casi 40 años decidieron representar la vida de Jesús con personajes reales y que cada edición seduce a miles de curiosos en Castro Urdiales.

Castro y su Pasión Viviente «sin miedo» a las emociones
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