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El Diario de Cantabria

RACING 1-0 EIBAR

El Racing firma la permanencia tras ganar al Eibar

El Racing finiquitó la permanencia al conseguir una meritoria victoria ante el Eibar | Un gran gol de Vicente dejó los puntos en casa | El equipo cántabro se encomendó, fundamentalmente, a la defensa

Los jugadores del Racing tras finalizar el partido. / LL
Los jugadores del Racing tras finalizar el partido. / LL
El Racing firma la permanencia tras ganar al Eibar

Hace años habría sabido a poco, pero ahora sabe a gloria. El Racing ha tenido que comer mucha tierra en los últimos tiempos como para no celebrar una permanencia en Segunda División como si de un título se tratara. Que alguien ponga este logro en la sala de trofeos porque el conjunto cántabro por fin tendrá la posibilidad de asentarse en el fútbol profesional. Durante toda la semana supo que ya lo haría porque sus rivales estaban pendientes de un imposible pero faltaba poner la guinda al pastel, realizar un buen acabado a la temporada antes de entregarla y pasar página. Y lo hizo de la mejor manera que lo podía hacer, ganando un partido que en todo momento supo a verdadera final.

Porque sólo valía ganar para poder celebrar en el campo semejante logro. Un empate obligaba a esperar al resultado de la Ponferradina por mucho que éste se sepa descendido desde hace tiempo y aquello habría aguado la fiesta. Por eso el equipo quería poner la puntilla de la manera más futbolística posible, como hizo ante el Celta B el curso pasado, cuando también sabía que el ascenso era suyo pero trabajó por  aprovechar el día marcado en rojo. Entonces sufrió y mucho más lo hizo, cuando incluso vio cómo el balón se estampaba contra el palo izquierdo de Ezkieta en pleno descuento. Aquello habría sido un drama. Hubo que sufrir como un perro. Como debe ser para que la alegría sea todavía mayor.

El encuentro tenía unos tintes tan dramáticos que acabó con los jugadores del Eibar cabizbajos pidiendo prácticamente perdón a su hinchada mientras que los futbolistas verdiblancos repetían escenas similares a las de un año atrás. Porque el suyo no ha sido un camino sencillo como tampoco lo fue el partido contra un equipo tremendo, con una presencia en el terreno de juego que impresiona. El empate lo desequilibró un enorme gol del mago Vicente tras un primer tiempo que no invitaba a poner a enfriar el champán y, a partir de ahí, hubo que sacar la pala y empezar a cavar la trinchera.

Íñigo Vicente celebrando el gol de la permanencia. / LL
Íñigo Vicente celebrando el gol de la permanencia. / LL

El Racing sabe que es de los mejores equipos del campeonato defendiendo y que se maneja de maravilla en un bloque bajo. A él se encomendó por mucho que quedara un mundo por delante. Se antojaba peligroso pero no sufrió demasiado. De nuevo logró que no sucedieran demasiadas cosas. Qué mérito tiene teniendo en cuenta lo que tenía delante. Se atrincheró, Mantilla y Pol Moreno opositaron al balón del oro, José Alberto metió a dos extremos currantes y, para terminar, a Fausto Tienza y Satrústegui para apagar la luz y que se terminara por fin la historia. Y lo consiguió. Se acabó. La permanencia es un hecho con jornadas incluso de sobra. Era mentira lo de que iba a haber que sufrir hasta el último minuto del último partido.

Está el Racing en un punto en el que ni siquiera le hace falta hacer un gran partido para sumar y ganar. Quedó acreditado en un primer tiempo convertido en un pobre espectáculo sólo proyectado por lo mucho que había en juego y la incertidumbre del resultado. El ambiente en la grada era de auténtica final y lo que sucedió sobre el terreno de juego respondió a esa realidad, ya que había mucho temor y respeto por parte de ambos. Sobre todo, por parte de un conjunto cántabro que, por encima de todo, no quiso cometer errores. Sin embargo, se fue a descansar con el tesoro ya en su poder.

Sin adornos. Los hombres de José Alberto saltaron a sumar dos más dos, a dejar el verso para otros días y fundamentarse en en lo básico. Era un mal día para la lírica. Quiso saltar con la intensidad de sus mejores días, a comerse a su rival en campo contrario para que se jugara lo más lejos posible de su área, pero las constantes interrupciones que sufrió la contienda le impidió dar continuidad a ese ímpetu inicial. De hecho, sucedió todo lo contrario: se jugó cerca de las inmediaciones de Ezkieta porque el Eibar presionaba mucho y bien.

El Racing conocía de sobra las aptitudes de su rival y por eso fundamentó su juego ofensivo en buscar directamente a Matheus, con balones en largo, practicando el fútbol que históricamente caracterizó a su rival. Ya no. No se recuerda la última vez que el conjunto eibarrés dio un pelotazo. Hoy no lo hizo. Consiguió que a los hombres de José Alberto no les durara nada la pelota salvo en no más de cuatro acciones, que se mostrara incómodo, que Juergen no acertara, que los buenos no aparecieran. Quien se hizo un gigante fue Pol Moreno. La de hoy, tremendamente respaldado por Mantilla, fue, posiblemente, una de sus mejores actuaciones con la casaca racinguista. Y el listón estaba muy alto.

El dominio del Eibar no se tradujo en un acoso y derribo porque a estas alturas a nadie le sorprende la solvencia defensiva del Racing. Con todo, dispuso de un par de buenas ocasiones, un remate de Nolaskoain a la altura del punto de penalti que se fue alto y un cabezazo de Yanis que hizo volar a Jokin Ezkieta. Dio la impresión el conjunto cántabro durante muchos minutos de ser incapaz de hacer daño a su rival, de no contar ni con balas ni con un revólver adecuado para llegar. Le costaba enlazar, su delantero se convirtió en un soldado perdido en la jungla luchando por la supervivencia y a Mboula, Vicente y Juergen no les salían las cosas. Y si éstos no sacan la guitarra, no hay música.

Lo bueno es que en el fútbol no se gana a los puntos y que ni siquiera hace falta merecer los goles. El Racing llegó una y la marcó. Punto. Y fue un gol trabajado, de pizarra, con la firma de Pablo Álvarez. Botó Juergen un córner en corto hacia atrás, en donde estaba Saúl asomado por la apertura de la puerta. El canterano controló el balón y, muy abierto, consiguió ponerlo en el segundo palo. Ni lo despejó la defensa ni acertó a cabecearlo Mboula, por lo que llegó Íñigo Vicente para meter el pie cuando el cuero estaba a punto de conectar con el césped. No lo dejó caer. Remató de primeras, casi sin ángulo y casi por el único lugar por donde podía entrar: bajo las piernas de Luca. Qué bueno es.

El gol fue psicológico, todo un mazazo para un equipo que necesita un diván. No le quedó más remedio que salir con todo en el segundo tiempo, monopolizó el balón y fue echando cada vez más atrás al Racing, que lo encomendó todo a alguna carrera de sus jugadores de ataque, que ya eran pocos. Matheus no estuvo acertado y quien le sustituyó para que jugara como punta fue Pombo. 

El maño logró dar un poco de empaque al juego, de pararla y conseguir que se asociaran algunos de sus compañeros. No demasiado. A esas horas, todo estaba ya en manos de la defensa. La tuvo el Eibar pero es un equipo al que ahora mismo se le van los balones fuera cuando han de elegir un camino. Así funciona. Le anularon un gol por mano y después estampó Stoichkov un cabezazo al palo en el descuento que podría haber hundido el ánimo del campo por mucho que la permanencia fuera a seguir vigente. Por su parte, el conjunto cántabro sólo dispuso de un tímido cabezazo de Pombo como ocasión pero no le hacía falta. Ya tenía su tesoro.

El Racing firma la permanencia tras ganar al Eibar
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