20.04.2024 |
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EL ENTRENADOR

El maestro que guía al héroe

José Alberto se ha ganado al racinguismo con una segunda vuelta en la que ha doblado los números de su antecesor y a los jugadores del equipo a pesar de haber tomado decisiones difíciles y arriesgadas
José Alberto durante el último partido ante el Eibar. / LL
José Alberto durante el último partido ante el Eibar. / LL
El maestro que guía al héroe

La figura del maestro es fundamental en el esquema que traza ‘el camino del héroe’, el mismo sobre el que se han levantado buena parte de las obras de ficción a lo largo de la historia. Es quien le guía, quien le da las directrices correctas para alcanzar su objetivo. Es Gandalf en ‘El señor de los anillos’, Atenea en ‘La Odisea’, Morfeo en ‘Matrix’ o José Alberto en el Racing. El encuentro entre estos dos últimos marcó un antes y un después en la temporada de tal manera que el equipo prácticamente ha doblado sus registros. Si con Fernández Romo sumó 18 puntos en veinte jornadas, con su actual entrenador 33; si con uno marcó diez goles, con el otro 26. “Cuando Pablo (Álvarez) y yo estábamos pensando si aceptar la propuesta vimos que necesitaríamos hacer una segunda vuelta de playoff para salvar al equipo y lo hemos conseguido”, recuerda el nuevo líder del racinguismo. Y es verdad porque contando sólo el tiempo que ha estado al frente de la nave sería tercero empatado con Alavés y Las Palmas y sólo superado por Granada (37 puntos) y Albacete (34). No hay duda de que sus enseñanzas han dado sus frutos.

Un buen maestro no sólo ha de tener conocimientos, sino que ha de saber enseñar e inspirar. José Alberto necesitó de esa sabiduría cuando llegó al Racing porque, aunque no se encontró a un equipo roto, sí estaba en serios problemas. No sabía qué hacer con su vida, hacia dónde dirigirla. Estaba desorientado porque, de pronto, lo que parecía que funcionaba dejó de hacerlo con aquellas cinco derrotas consecutivas que, precisamente, demandaron un nuevo maestro. El equipo verdiblanco pasó en apenas mes y medio de estar en mitad de tabla a verse hundido otra vez en el fango. Fue un shock. Como el que sufrieron los alumnos del ‘Profesor Lazhar’ en la película del canadiense Philippe Falardeu, en la que se encuentran a su maestra colgada de una soga en su propia clase. Lo primero para poder seguir adelante fue recuperase de algo así, levantar el ánimo de un grupo que amenazaba con hundirse.

El primer encuentro suele ser conflictivo, la constatación de que hay una clase problemática con la que no sirve mantener los métodos tradicionales. Le sucede a Glenn Ford en ‘Semilla de maldad’, a Sidney Poitier en ‘Rebelión en las aulas’ o a Michellle Pfeifer en ‘Mentes peligrosas’. Se chocan en un instituto de un barrio conflictivo con una panda de marginados que opositan a delincuentes. Son víctimas de conflictos raciales y de la violencia que les rodea, jóvenes con un destino que parece predeterminado pero que se encuentran con un profesor que les invita a pensar, a encontrar las causas de su situación, que les comprende y que transmite más lecciones de vida que académicas. Y esa conexión con el maestro empieza a funcionar, sobre todo, cuando éste se gana su respeto haciendo algunas cosas que no se espera de ellos. Para empezar, escuchando lo que tienen que decir.

Esos primeros días son fundamentales para abrir una puerta por la que colar el mensaje que quiere trasladar el maestro. “Es importante entrar bien en un sitio”, recuerda José Alberto. Y él lo hizo con ese 0-3 en Cartagena con el que ganó a sus hombres para la causa, ya que lo lograron poniendo en práctica la primera lección que quiso que interiorizaran: “Una de las cosas más importantes que pedimos fue apretar alto para recuperar en ese bloque alto y el primer gol de aquel día ya fue una recuperación de Íñigo Vicente cerca del área”. En pocos días pudo confirmar que su libreto era el bueno y así se ganó el respeto de los suyos. “Cuando llegas a un sitio y planteas cosas que te salen desde el primer día, los jugadores creen más en ti y en el mensaje”, añade. Es a partir de ahí como se puede conseguir el éxito y cortar el destino determinado que parecían tener todos esos alumnos con problemas desde la cuna.

En ‘El indomable Will Hunting’, el personaje de Matt Damon vive también en un contexto complicado y conformista que, en teoría, no le va a dejar explotar las tremendas aptitudes intelectuales que tiene. Es Robin Williams, que ejerce de laureado matemático que da clase en la Universidad, quien lucha por sacar lo mejor de él y por que lo use para su provecho e incluso el de quienes le rodean. El mismo actor ejerce de John Keating, el profesor de Literatura en ‘El club de los poetas muertos’, del gran Peter Weir. Éste no es contratado por ningún centro de marginados, sino de alumnos elitistas cuyas vidas, aún así, también parecen determinadas. Ahora no es tanto por sus propias limitaciones sociales, económicas y de clase, sino por lo que sus padres esperan de ellos. Es precisamente gracias a su maestro como descubren virtudes como la valentía, el compromiso o la rebeldía que les hacen vivir una aventura transgresora.

Keating les hizo despertar y les hizo mejores. ¡Carpe diem! Como José Alberto a Mboula, a quien ha convertido en mejor y más completo futbolista. Su caso es el más significativo pero también Íñigo Vicente dio un paso al frente para liderar a los suyos en momentos más complicados y enseñar su talento en días clave como el domingo. Ha conseguido, en definitiva, sacar lo mejor de cada uno, que es el gran cometido de los grandes maestros.

No es fácil esto último teniendo en cuenta que ha tomado decisiones arriesgadas “difíciles de entender por los futbolistas”, como las de cargarse nada más llegar a Pol Moreno y Satrústegui, jugársela con Baturina y Aldasoro, dejar primero en el banquillo a Juergen y después a Íñigo e incluso más tarde a Pombo, cambiar de portero… Y todo le ha salido bien al mismo tiempo que ha conseguido que cada uno tenga su momento porque el tramo final ha estado repleto de actores secundarios, como la pareja de centrales que salió a hombros el domingo. Ha logrado mantener a todos en el mismo barco incluso en los momentos más delicados porque, como el sabio señor Migayi, el maestro de Karate Kid, José Alberto ha enseñado que el honor, el esfuerzo, el valor y la nobleza forjan el verdadero carácter.

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