Jon Miguez ya es campeón de España. Lo es desde el pasado sábado por la noche, cuando brindó un gran espectáculo al que colaboró su rival, un Ricardo Roser que peleaba en casa y que perdió su invicto de manera más que digna ante la superioridad mostrada por el púgil castreño. Tras un sexto y un séptimo asalto pletóricos por parte de ambos contendientes, un contundente recto del nuevo campeón obligó al boxeador local a poner la rodilla en tierra y a que el árbitro parara el combate. Fue una digna derrota por su parte.

La pelea que firmaron ambos aspirantes estuvo a la altura de la cita, fue un notable Campeonato de España que contó con un buen intercambio de golpes y con dos boxeadores valientes que no salieron a contemporizar. Desde fuera dio la impresión de que la superioridad de Míguez era manifiesta pero las cartulinas de los jueces no dijeron lo mismo. Anunciaban más igualdad pero, finalmente, no hubo que acudir a las mismas porque el de Castro ganó por la vía rápida.

El boxeador castreño afrontó su gran oportunidad dos años y medio después de haber sido nombrado aspirante y después de que se le cayeran antes de tiempo otros posibles rivales que, junto a su paso por quirófano para recomponer una lesión en la mano, alargó más de lo esperado la espera. Y Míguez demostró que había merecido la pena. No pecó de ansiedad pero tampoco hubo demasiado tiempo para estudiarse ni entregarse las cartas de presentación. De hecho, tras el primer tañido de campana ya quedó claro por dónde se iban a desarrollar las hostilidades. En el primer asalto ya se dio un buen intercambio de metralla convirtiéndose el castreño, poco a poco, en el dominador de lo que sucedía sobre el ring.

Era Míguez quien más iba a buscar y quien más presionaba a un Roser que ni mucho menos escapaba por patas. Es un joven púgil de sólo 21 años que estaba ante una temprana oportunidad después de sólo siete combates y no sólo quería aprovecharla, sino también disfrutarla. La dinámica que llevaba la historia sonaba bien para el castreño y lo hizo todavía más después de un buen gancho en el inicio del tercer acto que provocó que el púgil local, que no pudo contar con el apoyo del público al disputarse la pelea a puerta cerrada, se tuviera que agarrar a las cuerdas. Ahí subieron las revoluciones del de Castro

Se comportó el castreño como un martillo pilón que apenas dejaba respirar a un Roser que buscó en todo momento sorprender al contragolpe. Lo cierto es que parecía evidente que las cartulinas iban favorables para Míguez pero tras el cuarto acto reflejaban un empate: 38-38, 39-37 y 37-39. La parte positiva para los intereses de Míguez es que ya se apreciaba un pequeño corte en el ojo izquierdo de Roser fruto del castigo que le estaba imprimiendo su rival y sobre el que su la esquina estaba haciendo un buen trabajo.

Míguez no se volvió loco ni cambió su estrategia a pesar de comprobar que los jueces no le respaldaban. Con el centro del ring en su poder, mantuvo su constante ritmo de golpeo trabajando bien abajo a su oponente. Enseñó un buen repertorio de manos que, sobre todo, resultó efectivo en el sexto y el séptimo capítulo, donde se vivieron momentos que, en condiciones normales, habrían levantado al respetable de la grada.

No hubo tregua, ambos se mostraron como dos enormes fajadores brindando un notable espectáculo que sirvió también para dar nivel al título. Parecía poco probable que Roser y Míguez llegaran a los diez asaltos a los que se pactó el combate y no lo hicieron porque al principio del octavo sacó el castreño un recto que fue directo al ojo izquierdo de su oponente, el que le venía lastrando desde casi el ecuador de la pelea. Y ahí se acabó no sólo el combate y el campeonato, sino también una buena velada que, además, se pudo disfrutar por televisión gracias a ‘Proximia boxeo España’.