19.04.2024 |
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Pérez Henares: “El pueblo español sigue manteniendo una gran dignidad”

El escritor y periodista Antonio Pérez Henares defiende en una entrevista con EFE a su paso por Zaragoza que "el pueblo español sigue manteniendo una gran dignidad", sentimiento que refleja en su nueva novela, 'Tierra vieja' (Ediciones B), habitada por las "gentes de a pie" de la frontera de la Extremadura castellana de los siglos XII y XIII que acudieron a repoblarla en busca de una oportunidad. EFE/Javier Cebollada
El escritor y periodista Antonio Pérez Henares defiende en una entrevista con EFE a su paso por Zaragoza que "el pueblo español sigue manteniendo una gran dignidad", sentimiento que refleja en su nueva novela, 'Tierra vieja' (Ediciones B), habitada por las "gentes de a pie" de la frontera de la Extremadura castellana de los siglos XII y XIII que acudieron a repoblarla en busca de una oportunidad. EFE/Javier Cebollada
Pérez Henares: “El pueblo español sigue manteniendo una gran dignidad”
El escritor y periodista Antonio Pérez Henares defiende que “el pueblo español sigue manteniendo una gran dignidad”, concepto que refleja en su nueva novela, ‘Tierra vieja’ (Ediciones B), habitada por las “gentes de a pie” de la frontera de la Extremadura castellana de los siglos XII y XIII que acudieron a repoblarla en busca de una oportunidad.

“Allí se empieza a crear el sentido de esa dignidad, que yo creo que es un patrimonio común de muchas tierras de España: que en un momento determinado alguien le pudiera decir a un conde: ‘Más que vos, señor, yo no pretendo ser, pero menos que vos, en dignidad y en honor, tampoco’”, señala el autor en una entrevista con EFE a su paso por Zaragoza para presentar el libro.

Para él, esta dignidad “late” hasta hoy, a pesar de que “tenemos una imagen muy falseada por la tele de lo que somos el pueblo español”.

“No somos la pila de mamarrachos que aparece en los programas de la telebasura todos los días, la gente no es así”, remacha Pérez Henares (Bujaralo, Guadalajara, 1953).

En ‘Tierra vieja’ ha puesto el acento en “las gentes del común” que acudían a las fronteras porque tenían la oportunidad de ser “hombres libres”, ya que los reyes les daban tierras que cultivar en propiedad, que podían transmitir a sus hijos, así como unas obligaciones, pero también unos derechos.

A cambio, repoblaron un lugar extremadamente peligroso, donde el enemigo estaba al otro lado de la sierra y podía en una noche acabar con todo: “Quemarte los campos, llevarse tus ganados, matarte y convertir en esclavas a tu mujer y tus hijos”.

“Era un territorio verdaderamente hostil, del día a día, del golpe a golpe. La gente que repobló la frontera la ensanchó a base de estar con una mano en la estiba del arado y con la otra en la lanza, tanto para defenderse como para acudir cuando los reyes les llamaban al combate”, agrega el escritor, que homenajea en su obra “a la tierra, a los pueblos y a las gentes”.

Por eso, defiende que “hay que decirles a los jóvenes que viven en las grandes ciudades que ellos, aunque no tengan antepasados que sean reyes o nobles, tienen antepasados que eran héroes”.

Los últimos son, posiblemente, los que emigraron a las ciudades “porque el campo da para lo que da; donde araban cien yuntas vale ahora con seis tractores”.

Y, precisamente en la ciudad, el castellano es para él “pobrísimo”: “La hermosa lengua que hablamos se está perdiendo por no tener ese contacto con las cosas”.

Al rememorar en la entrevista su infancia hasta los nueve años en Bujaralo, pueblo donde se desarrolla la novela, despliega todo ese vasto vocabulario del que trufa su prosa y recuerda cómo se araba con un arado romano, se binaba con una vertedera, se trillaba con trillos de pedernal o se segaba a mano con una hoz y con una zocata, la protección de madera frente a las afiladas hoces.

En un tiempo en el que “la mula lo era todo”, en las casas estaban abajo los animales, en el primer piso la gente, para aprovechar el calor en invierno, y arriba los atrojes donde se guardaba el grano para que aguantara todo lo que pudiera.

“Pero eso ha sido hasta ayer y ha durado mil años”, evoca en cuanto a unas prácticas que cambiaron en el mundo rural apenas “hace 60 años”.

E igual que los de su novela, reconoce que todavía hay héroes y heroínas anónimos a los que ve “todos los días” en los pueblos, por lo que le irritan “profundamente” términos como “España vaciada” o “España vacía”, que suponen para él “un insulto a la gente” del mundo rural, que “no es una postal”.

“Al campo le hacen falta mucha ayuda, muchas cosas, todo menos reatas de políticos dando conferencias y haciendo ciclos. Yo diría que son aspirantes a caciques y, luego, a ver cuál de ellos labra la tierra, cuál de ellos vive aquí”, concluye el escritor.


 

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