18.04.2024 |
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Victoria bipolar

El Racing mantuvo la buena racha ganando a un Leioa muy limitado | El equipo cántabro comenzó mostrando su mejor imagen en mucho tiempo pero en la segunda parte, de nuevo con uno más, perdió el control del partido

Jon Ander marcó el 21 con los dedos tras marcar en recuerdo de Figueras, despedido hace justamente una semana. / Hardy
Jon Ander marcó el 21 con los dedos tras marcar en recuerdo de Figueras, despedido hace justamente una semana. / Hardy
Victoria bipolar

El Racing ha de elegir qué camino quiere tomar en el futuro. Si de mayor quiere ser el equipo que fue ayer durante los primeros veinte minutos de partido, hay licencia de sobra para soñar por una remontada que, en la práctica, aún no se está produciendo porque los que están por encima de él no perdonan ni una. Si insiste en jugar con fuego, va a acabar chamuscado. Porque cerca estuvo el conjunto cántabro de tropezar ante el Leioa en la misma piedra en la que tropezó contra el Bilbao Athletic, pero los azulgrana no son tan buenos como los rojiblancos. Sólo ahí estuvo la explicación a que el final fuera diferente, ya que por momentos resultó alarmante los paralelismos que estaban manteniendo ambos encuentros. Y el disputado contra el filial bilbaíno terminó de mala manera.

Haría bien el Racing en no frotarse demasiado las manos con sus dos últimas victorias ni creer que ha cogido ya la temperatura necesaria a la competición para hacer evidente en cada partido su teórica superioridad. Ha jugado contra cacharros estropeados, primero ante un Alavés B desmantelado y con ausencias clave y después ante un Leioa con sólo tres entrenamientos tras diez días encerrado en casa y, para colmo, también con bajas de las que hacen daño a cualquiera. Y aún así, ni mucho menos ganó sobrado el conjunto cántabro ayer en su propio campo porque durante un buen puñado de minutos sobrevoló sobre Los Campos de Sport el fantasma de lo sucedido ante el Bilbao Athletic, cuando el equipo se dejó empatar contra diez de manera merecida.

Ayer no llegó la sangre al río porque, de hecho, el Leioa no llegó a lanzar entre palos en todo el partido y ni tan siquiera a inquietar a Lucas Díaz, pero la sensación trasladada a partir de lo que estaba sucediendo dio miedo por momentos. El árbitro se había sacado de la chistera una expulsión en el arranque del segundo tiempo que sólo vio su asistente y, como ya sucediera quince días atrás, de nuevo se quedó el Racing con uno más para jugar toda la segunda parte, la cual ya había comenzado por delante gracias al gol anotado por Jon Ander desde el punto de penalti en el minuto treinta y cinco. Aquello parecía hecho, era el momento de demostrar el talento de los mejores futbolistas del Racing para mover la pelota, conseguir que el rival no la oliera y comenzar a acumular llegadas hasta marcar el segundo, pero todo sucedió al revés. Como hiciera el filial del Athletic, fue el Leioa quien creció y el conjunto local quien menguó. Cuando algo así sucede incluso ante un rival muy mermado físicamente quiere decir que el problema ya puede ser mental, pero también hay otro futbolístico.

Creció el Leioa pero le faltaba talento y motor para hacer daño de verdad. De hecho, sólo lo hizo una vez en todo el segundo tiempo gracias a un cabezazo de Jaime Dios a saque de Goti, que tiene un auténtico guante en su pierna derecha. Él había sido el autor del gol que les había concedido su única vitoria hasta la fecha en el partido que disputaron contra el Racing en Sarriena y Solabarrieta tenía muy claro que el gran y, posiblemente, único peligro que podía tener su contrincante de ayer venía en las acciones a balón parado. Por eso se enfadó tanto cuando se produjo alguna falta evitable en campo propio y, sobre todo, cuando se regaló algún córner. Sin embargo, nada fue a mayores excepto lo sucedido en ese minuto 57, cuando el atacante azulgrana cabeceó excesivamente cómodo en el corazón del área, pero el balón se fue fuera.

Fue entonces cuando verdaderamente aparecieron los fantasmas, ya que el partido estaba descontrolado. Y no ayudaron en nada los cambios del entrenador, que dio entrada a Cejudo y Traver por Pablo Torre y Marco Camus. El de Soto de la Marina venía de completar un gran primer tiempo en el que había conectado con Riki y había ayudado a sacar el balón y construir cosas con sentido en campo contrario. La conexión entre el ovetense y el cántabro promete y ayer consiguieron dar forma a algunas de las mejores acciones colectivas vistas esta temporada en Santander. Todas ellas fueron en ese arranque prometedor de partido al que el Racing debería encontrar la manera de dar continuidad.

Cejudo entró por Pablo Torre pero no consiguió entrar tanto en contacto con el balón como quien se había marchado. Jugó más adelantado, quizá demasiado cerca del delantero, y eso condicionó las posibilidades del Racing de mantener la contienda bajo control a partir de la posesión. Y más complicado se hizo construir acciones con sentido al acabar con las bandas. El técnico verdiblanco apostó por quitar a Camus para que entrara y debutara Traver. El santanderino sigue sin tener la confianza necesaria para ser el jugador que ya ha enseñado que puede ser pero dejó un par de fogonazos que recordaron el cuchillo que lleva siempre entre los dientes. De hecho, suya fue la acción que provocó el penalti que acabaría anotando Jon Ander. Se aprovechó de un error de Mayordomo, que se cayó él solo al intentar controlar un balón, y pasó sobre él como el expreso de medianoche para plantarse en el área y, sin mirar alrededor, encarar a dos rivales. Sólo le pudieron detener con un penalti claro.

Camus no estaba haciendo el partido de su vida, pero hubo una evolución respecto a lo que ha aportado en el presente curso. Y es un jugador a recuperar. Sin embargo, Solabarrieta quería dar entrada a Traver para que fuera ganando minutos y, como a día de hoy parece ciertamente difícil que vaya a sentar a Soko, que ayer fue, quizá, el jugador más desequilibrante durante esos grandes primeros veinte minutos que hizo el equipo, lo que decidió el técnico fue cambiarle de banda. Y está bien presumir de jugadores polivalentes, pero el camerunés no lo es. Es un futbolista que sólo puede jugar de extremo derecho, tal y como demostró cuando le castigaron a jugar por la izquierda.

Entre que a Soko no le salía nada por la banda zurda, donde hacía evidente su incomodidad y donde se hacían mucho más visibles sus limitaciones, y que Traver no demostró estar aún para gran cosa, el Racing se quedó sin bandas. La sala de máquinas se quedó atascada, el balón no duraba, el equipo se hizo muy largo y el Leioa comenzó a disfrutar de aclarados y de una sensación de estar creciendo que daba miedo. Dio la impresión de que podía suceder cualquier cosa pero delante había un equipo cargado de limitaciones, un equipo que sólo había ganado un partido hasta la fecha y que llegó medio roto.

Al contrario que contra el Bilbao Athletic, el Racing ni siquiera dispuso de ocasiones en el último tercio de encuentro para matar la contienda. La que tuvo, la mandó para dentro. Y quien acertó fue un Cejudo que mostró un nivel de implicación tremendo a pesar de salir desde el banquillo. Cuando el balón pasaba por él, todo tenía más sentido, pero dio la impresión de estar demasiado lejos de Riki. Sin embargo, tras una buena circulación de éste, el balón llegó hasta Soko, que intentó centrar su posición, ya dentro del área, buscando situación de disparo, pero le cerraron bien y echó mano ahí de su radar para adivinar que detrás de él estaba el cordobés. Le asistió de tacón y éste, enseñando esa tremenda calidad que mantiene, puso el balón en un lugar imposible.

Mató así el Racing un partido que dio la impresión de estar encendiendo una llama que nunca debió haber prendido. Mantener el nivel de los primeros veinte minutos, que es sobre lo que debería escribir su propio camino futuro, es complicado, pero lo preocupante fue el descontrol de lo sucedido una vez que se quedó con un hombre más. Más allá del gol, su única ocasión a partir de ese momento fue un buen derechazo raso de Pablo Torre que se estampó contra el palo. Nada más. Ante todo, se oyó la señal de peligro.

Lo cierto es que lo normal es que el encuentro hubiera quedado encarrilado durante esos veinte minutos iniciales, cuando el Racing fue capaz de librar bien la presión del Leioa mostrando movilidad, aprovechándose de un Íñigo que volvió a lanzar al aire la pregunta de por qué ha venido jugando Nana y no él, y consiguiendo que el balón pasara por Riki y Pablo Torre. Ambos encontraron aliados por banda derecha, por donde Soko y Ceballos encontraron una puerta abierta de donde estuvieron cerca de salir tres goles. El primero de ellos culminó con un cabezazo alto de Jon Ander, el segundo con un remate a boca jarro en el área pequeña del mismo delantero alavés que se encontró el portero y el tercero con una volea del camerunés tras un buen centro del lateral cántabro que se fue desviado. Fueron minutos de mucho criterio, de buen juego y de un Racing dominador que sabía lo que quería y cómo quería conseguirlo. He ahí un camino a explorar para, sobre todo, huir de lo que después hizo en el segundo tiempo, que fue prácticamente lo contrario.

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