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El Diario de Cantabria

Punto y final

El RAcing gana con claridad y solvencia a un blando Osasuna B, lo que le asegura, a falta de las matemáticas, su clasificación para la primera RFEF |  Cedric mantuvo su buena racha marcando otros dos goles

Cedric se va hacia una banda para celebrar con los compañeros su segundo gol mientras Cejudo va a donde Soko, el autor de la asistencia. / Hardy
Cedric se va hacia una banda para celebrar con los compañeros su segundo gol mientras Cejudo va a donde Soko, el autor de la asistencia. / Hardy
Punto y final

El partido comenzó a las cinco a pesar de ser miércoles y a las cinco y cuarto ya había terminado. Quien llegó tarde, se perdió la misa. Terminó el partido y terminó la temporada, ya que los tres puntos supusieron la confirmación de que el Racing jugará en Primera RFEF la próxima temporada. No es un ascenso, sino una permanencia, pero en casa de los desgraciados uno se anima con un plato de lentejas incluso sin chorizo. El encuentro de ayer fue la confirmación de que había un mundo entre el subgrupo A y el subgrupo B porque si el Tarazona y el Ebro habían parecido poca cosa, el filial de Osasuna no enseñó ni los dientes. No jugó y dejó jugar, por lo que sus jugadores fueron los primeros en enseñar la bandera blanca y proponer el final de la contienda en cuanto recibieron el segundo mazazo. Fue así como se escribió una tarde plácida en Los Campos de Sport, algo que rara vez sucede.

El Racing tendría que perder los tres partidos que le quedan y Osasuna B ganar los cuatro que le restan para que sucediera lo que no va a suceder. Es imposible. Por eso la victoria de ayer supuso el punto y final a una temporada que dejará un buen sabor de boca al que viva al día y al partido a partido. Es fácil quedarse con la enorme sensación de superioridad mostrada por el conjunto cántabro frente a un filial de Osasuna más blando que la margarina. Permitió jugar a los hombres de Solabarrieta y éstos se sintieron poderosos, dominadores e incluso con capacidad para llevar el balón de lado a lado y monopolizar la pelota. No era algo nuevo. También lo llegó a hacer por momentos el Racing en aquella racha contra los cinco últimos clasificados de la primera fase. Lo malo es que después llegaron los buenos y toda esa sensación de grandeza se desvaneció. Se fue. Volvió a jugar a pequeño, se rindió de partida en la teórica pugna por la pelota y fracasó en el intento de llegar intacto a la meta. Ahora, como sabe que va a poner el punto y final a la temporada contra  Tarazona, Ebro y Osasuna B, va a llegar al verano creyendo ser lo que en verdad no fue.

El filial navarro quiso comenzar con un susto y sólo en tres minutos ya había forzado dos enormes intervenciones de Lucas Díaz, una a un lanzamiento por la derecha de Córdoba y otra a otro de Aimar por la izquierda. Parecía que podía haber partido, pero poco duró la historia. A partir de ese momento, el Racing se hizo con el balón, los buenos se encontraron y, lo que es más importante, incluso disfrutaron. Aquello parecía el Eurodisney de los espacios y el conjunto cántabro comenzó a salivar.

Recuperó Solabarrieta el equipo que ya había ganado con cierta solvencia a los peores equipos del subgrupo A. Se dejó de inventos como poner a Lars Gerson de central o a Nana de medio centro. La única rareza fue colocar a Mantilla en el lateral derecho, que es el puesto en el que se ha hecho mayor pero no en el que se ha consolidado en el primer equipo. Además, dejó a Cedric solo en ataque sin colocarle un segundo punta, opción que ha utilizado el técnico vasco muchas veces como también había hecho Rozada sin caer en la cuenta de que ni mucho menos se ataca más o mejor por jugar con dos. Ha llegado el delantero nigeriano a fin de curso a un nivel espectacular que no hace sino hacer más evidente lo falto que estuvo el Racing de una figura así en los momentos clave. Ahora se las queda todas, las remata todas y las marca casi todas. Ayer firmó dos goles de delantero de clase y le anularon un tercero con toda la pinta de legal que, posiblemente, hubiera sido el mejor de la tarde.

Riki y Pablo Torre se encontraron como en los mejores tiempos. Y ambos hallaron aliados en los extremos. Sobre todo, en un Soko que apareció con cuentagotas pero que, cuando lo hizo, se mostró imparable. De hecho, suya fue la asistencia del tercer y último gol verdiblanco tras arrancar desde la misma banda e ir acercándose hasta el área para, en el momento justo, brindar un pase a Cedric, que, a pesar de estar metido entre dos jugadores, fue capaz de girar y marcar incluso con la pierna derecha. Todos fueron a abrazar a este último menos Cejudo, que sabe valorar también las pequeñas cosas y fue hacia el camerunés.

Por detrás de Soko estuvo ayer Mantilla, un tipo que administró bien sus incorporaciones y que en la primera de ellas, en la que incluso se atrevió con un autopase que le metió en el área rival, forzó un córner que pasaría a ser decisivo. En esta ocasión no fue un central a sacarlo, sino que lo hizo un pequeño que, además, las pone muy bien. Pablo Torre sacó y el gigantón marcó. Fue Matic quien se elevó como Godzilla por encima de los habitantes de Tokio para firmar un buen y académico remate que recompensó en seguida la buena reacción que había tenido el Racing a esos dos primeros golpes osasunistas.

Así da gusto. Pasar a dominar la pelota, enlazar llegadas y, además, marcar lo hace todo más fácil y uno siente que todo tiene sentido. Más aún cuando poco después, cuando el reloj marcaba el minuto 16, todavía llega el segundo. Y fue un gol de bella factura, muy elaborado, la culminación a lo grande de una jugada colectiva que pasó a mejorar de manera rotunda Pablo Torre. Fue éste quien cambió de ritmo y alteró la horizontalidad por la verticalidad para irse como un puñal hacia el área. Vio a Cedric dibujar un desmarque, él lo entendió y le dio una asistencia precisa y preciosa que aún hizo mejor el delantero.

El canterano de Soto de la Marina estaba disfrutando como pocas veces había hecho esta temporada. Tenía aliados a su lado entre los que estaban los propios rivales, ya que le dejaban respirar y le concedían espacios entre líneas donde podía establecer conexión con su socio Riki o con los demás. Aquello llegó a parecer por momentos un partido de balonmano con el árbitro a punto de pitar pasivo. Y antes de que llegaran los goles, ya había estado cerca el propio Pablo Torre de inaugurar el marcador culminado otra buena jugada, esta vez por banda izquierda, que remató en el corazón del área lanzándose en plancha, pero el balón se fue fuera.

Viendo la aplastante superioridad que estaba mostrando el Racing y que el resultado se había puesto 2-0 en poco más de un cuarto de hora, Osasuna B ofertó un armisticio. No me pegues más y yo tampoco lo intentaré. Y el conjunto cántabro lo aceptó. Bajó su ritmo, mantuvo  el balón en su poder pero con menos profundidad. El ritmo bajó de manera considerable y el espectáculo pasó a tener escaso interés. Aquello carecía de incertidumbre porque los jóvenes jugadores rojillos ni siquiera mostraron mala leche, amor propio o cierta rabia por el ocho que le estaban haciendo. Vieron que tampoco había intención de hacer daño por la otra parte y pasaron a arengar al minutero para que el minuto noventa llegara cuanto antes.

Un lanzamiento alto de Riki en la frontal fue la única aportación ofensiva del Racing en lo que quedó de primer tiempo. En el inicio del segundo, aunque el conjunto cántabro amenazó con sestear en un principio, en seguida se puso las pilas y construyó un gol perfecto entre Pablo Torre (otra vez), Iñigo y Cedric (otra vez) que el asistente anuló de manera caprichosa. No era justo. Poco después, comenzó el carrusel de cambios del entrenador verdiblanco que no tenía como objetivo mejorar lo que había, sino repartir minutos.

De esta manera, cambió a las dos bandas, al medio centro más creativo y al media punta y también al delantero. Volvió a tener minutos Capanni y siguió sin enseñar nada aunque es cierto que entró en un momento complicado, después de que el filial de Osasuna marcara un gol que amenazaba con terminar con la placidez racinguista. Aún faltaban casi veinte minutos cuando acertó Muro a batir a Lucas Díaz aprovechando un desajuste defensivo del Racing y, durante un tiempo, fue fácil temer que pudiera llegar un segundo y todavía tocara sufrir. Pero no fue así. Es cierto que se jugó más en terreno cántabro, pero también que a los jóvenes jugadores del equipo navarro les faltaban muchas cosas para poder de verdad inquietar a su rival. Si Tarazona y Ebro lo hicieron fue porque los hombres de Solabarrieta se lo permitieron con errores groseros, pero ayer no cayeron en ellos. Ni siquiera en acciones a balón parado, que se botaron muchas en los minutos finales. Se defendieron bien y, cuando se hacen las cosas bien, hay poca historia que contar cuando delante están estos equipos.

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