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El Diario de Cantabria

El paracaídas para corchos

A pesar de su mal debut como titular en Tarazona, Solabarrieta volvió a alinear ayer a Lars Gerson | Si siquiera jugando con otros dos centrales mejoró su imagen | Regaló el 1-2 y estuvo al lado del rematador del 2-3

Óscar Gil volvió a ser ayer el capitán del Racing. / rrc
Óscar Gil volvió a ser ayer el capitán del Racing. / rrc
El paracaídas para corchos

Cuando alguien se compra algo extraño en la tele tienda, ya sea un paracaídas para corchos de champán, agua con sabor a beicon, un transporte especial para sandías o un soporte para colocar el rifle debajo del colchón, siempre va a responder, cuando le pregunten qué tal le va con esos artilugios, que fue un acierto comprarlos. Decir lo contrario es aceptar que el otro tenía razón, que fue una excentricidad gastarse dinero en eso y que, si diera marcha atrás, lo invertiría en otra cosa. Pero no se puede, hay que tragárselo, vivir con ello, poner buena cara y, sobre todo, que el resto te vea utilizarlos porque si no saldría a la luz tu error. Algo así está haciendo el Racing con Lars Gerson, alinearlo como si no pasara nada, para hacer como si la operación que le trajo a Santander hubiera tenido algún sentido.

El luxemburgués ha sido titular en los dos últimos partidos sin haber dado motivos aparentes para ello. Antes del partido de Tarazona había jugado sólo dos ratos poco concluyentes y en su debut como titular quemó una traca al menos tan grande como la de sus compañeros defensas, pero ayer volvió a entrar en el once. Quince días atrás, Solabarrieta incluso había sentado a Óscar Gil, un tipo que está rindiendo a un buen nivel en la presente campaña y que ya tiene cartel y reputación en la categoría, para poner a jugar al fichaje exótico del mercado invernal. Ayer, como volver a dejar sentado al de Peralta  para optar por el norteño habría sonado ya muy raro y como a Mantilla no le va a dejar en el banquillo porque necesita su velocidad, optó por jugar con tres centrales. Así cabía Gerson y, además, así estaría más protegido. 

Sentado se quedó Matic, un tipo que estuvo muchas semanas lesionado pero que ya lleva varias recuperado. El balcánico no se había salido del mapa pero había mantenido el tipo cada vez que había jugado. Sin embargo, sin saber muy bien por qué, Lars Gerson le ha adelantado en la fila. Y lo más llamativo es que ni mucho menos se lo ha ganado en el terreno de juego. Todo apunta a que el club debía justificar haberse comprado un paracaídas para los corchos de champán y que, por lo tanto, debía utilizarlo cada vez que abriera una botella. Gerson llegó tras el polémico despido de Jordi Figueras y necesitaba demostrar que era un jugador válido, pero cada vez cuesta más verlo.

El luxemburgués tuvo mala suerte porque, además de llegar fuera de forma, algo que suele suceder con los fichajes invernales, acumuló un par de lesiones que retrasaron su debut. En verdad, no entró a jugar de verdad hasta que el equipo no había finiquitado ya sus opciones de luchar por el ascenso. Antes de empezar a entrar en las rotaciones, se marchó a jugar con su selección tres partidos en diez días que le vinieron bien al Racing porque era la mejor manera de que adquiriera el tono de competición adecuado, pero las imágenes que llegaron resultaron preocupantes. En el primero de ellos, que fue en Catar contra el equipo local, le regaló un balón a un delantero rival en su propia área que significó el único gol del partido. Le podía suceder a cualquiera, pero ayer se repitió la historia vistiendo la camiseta verdiblanca.

Ayer le sucedió en el mismo corazón del área y en el contexto de un partido que estaba siendo muy cómodo para su equipo. Ceballos puso en juego un saque de banda en campo propio, recibió Riki el balón y éste lo trasladó al corazón del área, donde estaba Lars Gerson completamente solo. Tan solo, que el luxemburgués se compró un helado mientras controlaba la pelota y pensaba a dónde la enviaba. Lo malo fue que cuando al fin tomó la decisión, apareció Joserra en la presión, puso su pierna, contra la que rebotó el esférico, que se metió en la portería.

Aquel fue el segundo error grosero consecutivo del Racing  en dos partidos. El anterior había sido de Mantilla, que también puso en bandeja el segundo de los goles que había anotado el Tarazona quince días antes. Lo malo es que el luxemburgués dio muestras de que ni mucho menos mejora lo que ya tenía el equipo para el centro de la zaga. Ayer Solabarrieta puso fin a la excentricidad de que fuera él quien pusiera las acciones a balón parado para, de este modo, ganarle también como rematador en un contexto de equipo bajo, pero ahí tampoco apareció. Y lo peor es que no lo hizo en ninguna de las dos áreas. Fue, de hecho, el jugador que más de cerca vio a Álvaro cuando éste remató a placer de cabeza en el interior del área el gol que, poco antes del descanso, volvió a incorporar la incertidumbre al resultado.

Si algo se vendió del jugador luxemburgués fue su capacidad para sacar el balón jugado y el guante que tiene a la hora de enviar balones en largo. En sus primeras apariciones, incluso había dado la impresión de pasar el balón a veinte metros mejor que a dos, pero ayer ni eso. Alguno de los balones que intentó enviar al ataque ahorrándose el centro del campo se perdieron en la nada al mismo tiempo que tampoco mostró contundencia a la hora de abortar las intentonas rivales. Y tiene la mala suerte de que los últimos goles que ha encajado el equipo a balón parado, de esos que el Racing de Solabarrieta convierten en chollo para el rival, han nacido de faltas suyas. Fue así el de Tarazona y también el citado de Álvaro que ayer puso el 2-3. Ahí el rival le pidió una amarilla que bien podía haber sido la segunda.

Tras ver la primera, ya pudo ver a Matic calentar en la banda al igual que lo hacía Nana, ya que Íñigo había sido amonestado a los dos minutos de partido y el entrenador no quería que los suyos se quedaran con diez. Y el hecho de arrastrar una tarjeta, sumado a su mal partido y a ese error tremendo que había costado un gol del Ebro, lo que mentalmente hacía difícil que se mantuviera en el partido, invitó a Solabarrieta a quitarle del terreno de juego en el descanso. Por fin apareció el croata, que no entraba en juego desde que cayera lesionado en el partido contra el Alavés B en Vitoria.

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