20.04.2024 |
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Ni fútbol ni carácter

El Racing cae eliminado a las primeras de cambio de la Copa del Rey | Un gol del mutilvera en una acción aislada bastó para noquear al conjunto cántabro, que mostró su peor imagen en un preocupante segundo tiempo

Maynau completó ayer una buena primera mitad. / Hardy
Maynau completó ayer una buena primera mitad. / Hardy
Ni fútbol ni carácter

La experiencia del Racing en Copa este año ha sido tan breve que ya ha terminado. Visto y no visto. Y lo peor de todo es que no hay nada que objetar, sólo agachar la cabeza, pedir perdón y pensar ya en el domingo, cuando le toca volver a salir a jugar en uno de esos campos en los que es incapaz de reconocerse en el espejo. Ayer lo intentó en el primer tiempo y logró dar sentido al balón en un puñado de acciones, pero dimitió tras el descanso. El segundo tiempo fue un auténtico dolor por parte del conjunto cántabro, que apenas fue capaz de pasar la línea de medios. Es cierto que el rival no inquietaba y que todo parecía ir directamente hacia la prórroga, pero, de pronto, un disparo fuera de contexto del ayer mejor jugador del Mutilvera hizo que el equipo verdiblanco renunciara a sus propios sueños coperos.

Cuando el equipo navarro marcó el gol, aún faltaban quince minutos de partido, pero no se jugó más. Sucedió como en Leioa. La capacidad de reacción del conjunto cántabro es nula y lo más preocupante ayer fue no ver ni una chispa de orgullo en la mirada de los futbolistas y mucho menos en su juego sobre el terreno de juego. No hubo ni fútbol ni ganas, como si los hombres de Rozada hubieran concluido que preferían pasarse el día de Reyes en casa que jugando ante un Primera División en Los Campos de Sport. Seguro que no fue así, pero lo peor fue dar pie a que se genere ese tipo de debate durante el día de hoy.

La diferencia entre lo que sucedió ayer tras el gol respecto a lo que sucedió en Leioa es que en Mutilva, sencillamente, el partido mantuvo la tendencia que llevaba durante todo el segundo tiempo. La nada. El Racing no se presentó tras el descanso y siguió sin hacerlo tras verse por detrás del marcador. En Sarriena, al menos, el tanto matador llegó cuando todo apuntaba a un acoso y derribo por parte cántabra y cuando el equipo de Rozada había asentado su juego y amenazaba con poner la puntilla al mismo de un momento a otro. Ayer fue imposible imaginar a los futbolistas verdiblancos celebrando un gol y mucho menos marcarlo. De hecho, se fueron de territorio navarro sin saber si Muneta, el portero del Mutilvera, era bueno o era malo. No le probaron en todo el encuentro. No firmaron ni un solo tiro entre palos y en la segunda mitad ni tan siquiera un solo remate. Ni siquiera a las nubes. Nada. Qué pena todo.

Los cambios de Rozada para intentar cambiar el destino del encuentro tuvieron cierto sentido. Primero, metió a Martín Solar para recuperar un centro del campo que, tras el paso por vestuarios, había sido abducido por un objeto volante no identificado y a estas horas debe estar durmiendo el sueño de los justos en el interior del Área 51. El entrenador había apostado de partida por recuperar la defensa con tres centrales y dos carrileros y, por delante de ellos, montó una sala de máquinas con Iñigo como pivote y Nana y Pablo Torre como interiores. Funcionó bien en los primeros 45 minutos. El jugador de Ampuero se sintió poderoso en la contención y con confianza con el balón mientras que el de Soto de la Marina había recibido la orden de retrasar su posición a la hora de la creación para ayudar a generar juego. Y, aunque el campo no invitaba a ello por estar formado por un sintético de vieja generación de los que sirven para lijar puertas y que, además, estaba incluso irregular y con mucho caucho suelto, el equipo logró bajar el balón al piso una vez que el partido se asentó tras el arreón inicial de los locales.

Fue en el minuto nueve cuando el Racing por fin logró enlazar una serie de pases y empezar a jugar. El campo, aunque malo, era grande y permitía combinar y llevar de un lado hacia otro la pelota. Cuando el conjunto cántabro lo hizo, fue mejor e incluso metió al rival en su propio campo. El equipo fue por momentos lo que su entrenador quería, un equipo con personalidad y que se asentara más allá de la línea de medios. Óscar Gil lideraba una defensa que completaban Villapalos y Matic completando un gran partido tanto con balón como sin balón. Está en un momento pletórico y fue capital para que su equipo adelantara las líneas y comenzara a sentirse a gusto librando la adelantada presión navarra.

El peligro, sobre todo, llegó por la banda izquierda, con Gil encontrando a Pablo Torre y éste aliándose con Maynau. Lo que faltó siempre fue un rematador. Comenzaron Cedric y Balboa en punta de lanza y corrieron mucho pero remataron nada. Daba la sensación de que el Racing podía haber encontrado la puerta de entrada pero la productividad era muy escasa y nunca entre palos: sólo un lanzamiento fuerte y lejano de Nana que se fue alto, una falta directa de Torre que también se marchó por encima del larguero y un intento de Cedric rodeado de contrarios que se perdió en el córner. Nada más. Con ese bagaje, ¿qué se puede pedir? Nadie sirve Macallan a precio de Dyc.

Lo que invitaba a ser optimistas en el Racing era que, aunque él hacía poco en ataque, de vez en cuando llevaba la iniciativa y, lo que era muy importante, apenas sufría. Porque el Mutilvera ganó, pero la única que tuvo que parar Lucas Díaz fue un flojo lanzamiento desde fuera del área a tres minutos del noventa, cuando, en realidad, el partido ya estaba visto para sentencia. Lo que pasa es que con eso no basta. El conjunto cántabro tiene un serio problema a domicilio en campos propios de la categoría en la que está que no ha resuelto y que es difícil resolver a estas alturas. Porque en menos de una semana ya es Navidad y el domingo juega en Getxo, en una de las plazas más complejas que va a tener que visitar esta temporada, y lo va a tener que hacer con el saco de dos derrotas consecutivas a cuestas. El turrón puede saber a piedras este año.

El Racing parecía sentirse cómodo en la zona ancha del campo y, de hecho, el único que parecía incómodo, más allá de unos delanteros que no terminaban de participar del juego, era Matic, que sufrió con su continuo duelo con Briñol. Éste le provocó una amarilla en los primeros compases del primer tiempo e incluso a punto estuvo de sacar una segunda poco después. Era el navarro quien estaba ganando esa partida y eso lo vio Rozada, que decidió quitar a su hombre al descanso para meter a Jordi Figueras. El delantero del equipo local no volvió a aparecer de manera tan continuada y se encontró más molesto con Villapalos, que fue quien viró hacia la derecha. Lo que sucede es que fue él quien terminó marcando el gol después de que su remate desde la frontal diera en el jugador madrileño.

El gol que lo decidió todo fue una pura fatalidad. Es cierto. Pero poco había que objetar. Nadie podía rasgarse las vestiduras, sino que la calamidad formaba parte de lo posible ante el despropósito que estaba protagonizando el Racing tras salir de vestuarios. Su centro del campo comenzó a sufrir. Había perdido toda iniciativa y Nana estaba quemando una traca tan tremenda que Rozada le tuvo que quitar. Entró Martín Solar no sólo para intentar recuperar el dominio del encuentro y conseguir pasar de la línea de medios, sino para apartar al Ghanés del partido tras perder tres balones consecutivos en su propio campo y ser incapaz de transmitir la intensidad que demandaba el encuentro. Es un jugador que fue fichado para poner galones en un medio campo con muchos jóvenes jugadores de la casa a los que hay que arropar pero da la sensación de que quien necesita cariño es él.

El cambio era lógico como también lo era que entrara Siverio, el otro delantero que había entrado en la convocatoria, para intentar algo nuevo en el área. Faltaba presencia y faltaba remate y él lo podía dar, pero para eso hay que llegar. Para intentarlo, salió del campo un Pablo Torre que ya se empezaba a tocar la zona del muslo por un Marco Camus que, como en sus apariciones anteriores en partidos oficiales, estuvo desaparecido. De nuevo comenzó en la derecha pero luego, con la entrada de Soko, se puso en la izquierda, que es donde más ha demostrado que puede dar, pero tampoco apareció él. Preocupante fue, nada más entrar al campo, que no apurara lo posible para salvar un balón que se perdió por la línea lateral. Hizo el amago pero no fue a por él. Tuvo que ser Iñigo quien le hiciera reaccionar pero ya era tarde. Es preocupante en un joven jugador de veinte años que, por pura naturaleza, debía ser quien más mordiera en esos momentos en los que la heroica era posible.

Obviamente, el Mutilvera jugó a que no se jugara, con lesiones y pérdidas de tiempo que están en el guión. Lo malo fue que el Racing no intentó nada. Rozada mandó a Figueras a la delantera y ese movimiento, junto a la presencia de Siverio, podía haberlo encomendado todo al juego directo y a enviar balones a la olla. Intentar jugar a lo que hacía una hora que no jugaba el equipo se antojaba estúpido, menos aún sin Pablo Torre y con Cejudo en el banquillo, pero no se colgó ni un balón. El equipo acabó viviendo su propia eliminación como quien vive una derrota en pretemporada.

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