23.04.2024 |
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Nadie al volante

Álvaro Bustos, ayer carrilero, se dirige al centro del campo tras el gol del Amorebieta. / hardy
Álvaro Bustos, ayer carrilero, se dirige al centro del campo tras el gol del Amorebieta. / hardy
Nadie al volante

Acostumbrarse a lo bueno es muy fácil porque a todo el mundo le gusta el buen vino y la buena mesa. Lo peor es que a lo malo también. Uno cae en depresión y ya no sabe cómo salir de ella. Mira a todas partes en busca de una luz pero sólo encuentra pasillos y oscuridad. Como si le hubiera tocado la pala en lugar del revólver y pasase de cavar por obligación a hacerlo por inercia. Que acabe cuanto antes esta pesadilla. La primera derrota parece un accidente, la segunda empieza a doler, la tercera enciende la alarma y la cuarta llega ya sin querer, como si todos estuvieran ya anestesiados. Así encajó el Racing su golpe de ayer. Ya ni duele. Se comporta como un boxeador que ha recibido ya tamaña paliza que se queda sin capacidad de respuesta. Un árbitro responsable debería parar la pelea porque el equipo cántabro sólo se puede hacer daño, pero en el fútbol no se puede. Hay que seguir jugando. Y es duro hacerlo cuando uno se acostumbra a perder.

El Racing anda perdido. Ya ni sabe cuál es su esquina. Es un barco a la deriva, sin timón ni capitán. No hay nadie al volante. Está en medio del océano sabiendo que no tiene potencia para manejar la marejada y sin capacidad de reacción. Quemó una bala con un cambio de entrenador que, visto hoy, a todas luces resultó precipitado, ya que el equipo, lejos de mejorar, ha empeorado. Y lo ha hecho mucho. Sigue sin saber a qué quiere jugar pero, por el camino, se ha hecho mucho más pequeño y se ha quedado mucho más desorientado. El nuevo entrenador da tumbos constantes, no da la impresión de tener controlado a su equipo ni de saber cómo sacar un buen rendimiento de él. Tiene las mismas dudas que Rozada pero con el cambio el equipo ha perdido su solidez defensiva y su eficacia como local.

Se marchó ayer Solabarrieta presumiendo de que el Amorebieta no había generado peligro y de que su defensa no había sufrido. Fue una afirmación tan cierta como tramposa. Si el equipo azulón no estuvo tanto en el campo del Racing fue porque no le hizo falta. En once minutos marcó el gol que había salido a buscar y, a partir de ahí, le bastó con exhibir su fiabilidad defensiva. Porque dio gusto ver jugar al equipo vizcaíno, que saca un partido enorme de sus virtudes y de las tres o cuatro ideas que maneja. Nunca se descompuso, se comportó como un auténtico bloque y ni mucho menos apareció en Santander con la idea de montar un autobús, aguantar y esperar el error del rival. Fue a buscarle y en los diez minutos previos al gol se comió al Racing. Esconder eso es engañarse.

El Amorebieta fue un equipo en todo momento mientras que el Racing apareció en el juego sin brújula, mapa, ni destino. El baño no fue tan grande como el de siete días atrás porque los jugadores de Iñigo Vélez no son tan talentosos. Lo suyo iba de posicionamiento táctico, actitud, hambre y confianza. Era como un hombre peleando contra un niño que no sabe muy bien qué hacer con el balón. Porque de nuevo transmitió el Racing la sensación de no tener plan o de no tener muy claro cómo ejecutar el que el entrenador se había imaginado en la pizarra.

Solabarrieta venía de haber hundido a su equipo en defensa en su debut al frente del equipo y, para que no volviera a suceder, pobló la retaguardia. De este modo, pasó a jugar con tres centrales y, para que éstos no se sintieran solos, colocó delante de ellos a dos pivotes de contención como Villapalos e Iñigo. Con semejante chaleco antibalas, era lógico pensar que no iba a correr el aire por allí, pero a Obieta, el ‘nueve’ del Amorebieta, le bastaron unos segundos para encontrar un hueco en el interior del área cántabra, recibir el balón, girar sobre sí mismo y rematar a portería. Qué desastre todo. Se anunciaba temporal a las siete pero la galerna ya estaba en El Sardinero a las cinco y cinco.

Vélez colocó a su defensa, que también estaba formada por tres centrales, en el mismo centro del campo. El Racing, por su parte, intentaba sacar la pelota jugada, lo que supone un suicidio cuando sus jugadores están tan faltos de confianza y son víctimas de un tembleque de piernas que les impide ser ellos mismos. De este modo, la presión alta del Amorebieta surtía efecto y el conjunto cántabro acababa dando un pelotazo para arriba. Es cierto que no lo daba el portero, pero sí el central. Huelga decir que aquello era como regalar la pelota al rival, ya que aún no ha llegado el momento en el que el equipo verdiblanco empiece a ganar duelos.

Quería Solabarrieta impedir que su equipo cayera en el juego que más le convenía al Amorebieta, pero no fue capaz. El gol no llegó en una acción aislada, sino que el balón parado que lo provocó fue fruto de un dominio claro del equipo vizcaíno, que estaba sometiendo al cántabro. Un córner que salió directo al segundo palo lo remató el central Arregi desde la esquina del área pequeña. Ni le hizo falta saltar. Tiene el Racing una colección de torres envidiable pero cabeceó el rival enviando el balón por encima de Iván Crespo y metiendo la pelota limpiamente en la portería verdiblanca.

A partir de ahí, cambió el partido. Lógico. Pero quedarse con que el Amorebieta ganó por la mínima, en una acción a balón parado y sin volver a rematar a portería es reírse de uno mismo. Al equipo vizcaíno no le hizo falta más. Y menos aún, cuando veía que delante no tenía nada. El Racing era un cúmulo de nervios y desconfianza que constantemente echaba el balón atrás porque para responder al toque de corneta hay que tener una seguridad en uno mismo que los futbolistas verdiblancos no tienen hoy en día. Menos aún, cuando desde el banquillo tampoco se les da argumentos. Porque es cierto que Solabarrieta salió con un equipo más sólido y fornido, pero también lo es que le dejó sin fútbol. Quería salir con el balón jugado y no tenía hombres para ello. No basta con tener a Cejudo en el campo, éste necesita socios y ayer no los tuvo.

Iñigo y Villapalos taparon espacios entre líneas pero son incapaces de avanzar con el balón o de filtrar pases. Por eso el equipo vio la luz cuando entró un poco de talento a la zona ancha del terreno de juego tras el descanso. Primero lo hizo Pablo Torre y después Martín Solar, que logró cambiar el ritmo del encuentro hasta tal punto que uno podía confiar en que el desarrollo del mismo se diera la vuelta, pero el equipo sigue sin terminar las jugadas y así no hay manera de alterar lo que ya está escrito.

Sólo lanzó una vez entre palos el Racing, pero fue su carrilero derecho, un Diego Ceballos que se sintió a gusto y poderoso. Fue ayer el mejor de su equipo. Más problemas tuvo Álvaro Bustos en la izquierda, ya que da la impresión de que toda la banda se le hace larga y acaba siendo la mitad del jugador que puede ser. De ser un buen extremo izquierdo pasa a ser un mediocre carrilero zurdo. Suma dos partidos a las órdenes de Solabarrieta y aún no ha podido ejercer la profesión para la que estudió. A saber, quizá el miércoles contra el Real Unión sí pueda porque no es descartable que haya otro volantazo.

Dio el Racing un paso hacia delante en el segundo tiempo del que sólo sacó centros laterales que no remataba nadie. El técnico, como su predecesor, jugó con dos delanteros confirmando una vez más que de poco sirve. Es como estar dándose cabezazos constantemente contra la pared. Cedric no está y en el descanso se quedó en el banquillo para que pudieran coincidir en el campo Pablo Torre y Cejudo. Y que eso suceda debería ser la prioridad del entrenador del equipo una vez que ha quedado confirmada la falta de talento general que lastra al conjunto. Es a partir de ahí, y con alguien como Martín Solar con iniciativa y personalidad para pedirla a la hora de iniciar la jugada, como al menos ayer el Racing dio la impresión de empezar a cambiar la historia.

Buscando alguien que rematara, el técnico apostó por Balboa. Ayer el equipo necesitaba gol y eligió a un delantero que ni siquiera en sus mejores días como futbolista ha sido un goleador. De hecho, no remata entre palos desde que marcó gol en Lezama a los dos minutos de debutar como racinguista. Es fácil preguntarse qué ha hecho el jugador americano para que siempre esté por delante de Siverio en la lista. Ayer éste contó con quince minutos y es cierto que no marcó, pero estuvo donde se cuece el pulpo. Cuando está él, a menudo pasan cosas dentro del área.

Un remate de Cejudo, un tipo que no se esconde nunca, tras una buena jugada de Martín Solar por la izquierda y dos centros chut fueron toda la producción ofensiva del Racing en el segundo tiempo. En el primero, al menos contó con un zurdazo de Ceballos que hizo trabajar a Saizar y con una surrealista acción protagonizada por Cedric que no terminó en nada porque éste, como muchos de sus compañeros, está siendo mucho menos de lo que es. Da la impresión de que la plantilla necesitaría un lavado de cara profundo durante el mercado invernal pero no parece haber dinero para ello. Y que fuera a merecer la pena dependerá de lo que suceda el miércoles, ya que el equipo puede quedar relegado a objetivos secundarios que le añadirían aún más presión. Queda el cambio de entrenador, una bala ya quemada en diciembre pero a la que tocará acudir si el miércoles se da otro espectáculo bochornoso como el de Zubieta o ayer.

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