16.04.2024 |
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Más Solabarrieta

El Racing da una semana más a su entrenador a pesar de sus pobres resultados y de no estar siendo capaz de mejorar al equipo | Al al estar tan vinculado a Amorrortu, su cese pondría en cuestión todo el proyecto a largo plazo ya iniciado
Aritz Solabarrieta, en el lluvioso entrenamiento de ayer, dando indicaciones a Pablo Torre, Villapalos y Riki. / Hardy
Aritz Solabarrieta, en el lluvioso entrenamiento de ayer, dando indicaciones a Pablo Torre, Villapalos y Riki. / Hardy
Más Solabarrieta

A Javi Rozada le echaron después de empatar con uno menos en el campo más complejo de la categoría y tras completar, probablemente, los mejores 45 minutos a domicilio hasta la fecha. A Aritz Solabarrieta, en cambio, le han confirmado en el cargo después de empatar en casa contra un rival con sólo diez jugadores. Cuestión de clases. O mejor, cuestión de confianza. El actual entrenador verdiblanco es una figura íntimamente ligada a José María Amorrortu y eso hace que en el club estén apurando al máximo las opciones de encontrar en el técnico de Ondarroa a un entrenador válido para el equipo. Hasta ahora, ni se le ve ni se le intuye, pero, por lo menos, va a estar una semana más al frente del Racing. Si no gana en Vitoria, pedirá al conductor del autobús que se pare en Bilbao en el viaje de vuelta y, desde allí, se irá para su casa. Habría completado así una trayectoria paupérrima cuya continuidad, a día de hoy, no se sostiene sobre nada.

A Solabarrieta no le respaldan ni los resultados ni las sensaciones. Sus números son espectaculares: tres derrotas, un empate y una sola victoria en cinco partidos. Nunca antes había caído tan bajo el equipo cántabro militando en Segunda B. Ningún otro entrenador en ningún otro momento y, probablemente, en ningún otro club, se habría mantenido en el cargo, pero él volvió ayer a las instalaciones Nando Yosu a seguir con su rutina y a empezar a preparar ya el partido del próximo fin de semana. Tras mostrar otra pobre imagen en casa y empatar contra un rival con uno menos un partido que podía haber sido la última oportunidad de meterse en la pelea, todo era posible, pero en el Racing aseguran que mantienen la confianza en el técnico de Ondarroa. Al menos, una semana más. Lo difícil es intuir sobre qué se asienta esa confianza más allá de los hilos que unen a Solabarrieta con Amorrortu.

Porque si los resultados son malos, las sensaciones son todavía peores. El equipo todavía no sabe qué quiere ser de mayor mientras que el técnico realiza cambios constantes de hombres, de sistemas e incluso de planteamiento que muchas veces son difíciles de entender. El Racing no transmite nada, no da ninguna pista de estar evolucionando y creciendo o de que sólo necesite paciencia por estar avanzando por el buen camino. Es al contrario. Está mucho peor que en diciembre. Tanto es así, que la clasificación no puede ser más peligrosa. El domingo se medirá al equipo que, a día de hoy, marca la diferencia entre tener que jugar por no perder dos categorías de golpe en la segunda fase o por hacerlo por entrar en la ‘Segunda B Pro’. Y es ya un rival directo. Hablar de colarse entre los tres primeros clasificados tras ver lo que ha hecho el Racing este mes no puede sonar más utópico. Y es cierto que siempre hay que perseguir la utopía, pero el equipo verdiblanco apenas puede con el día a día.

El pasado domingo perdió el equipo pero también perdió él con una serie de decisiones difíciles de entender y que se contradijeron con su propio discurso posterior. En la rueda de prensa, admitió que a su equipo le faltaba fútbol a la hora de manejar la posesión. Para solucionar esto, lo normal es poner a jugar a los más peloteros, pero él hizo todo lo contrario. Apostó por un doble pivote formado por Iñigo y por Nana, que tienen muchas virtudes pero que entre ellas no está la de dar fluidez, ritmo y sentido al inicio de juego. Lo más sorprendente de todo es que Martín Solar, que había jugado de inicio en Portugalete, un escenario donde era complicado que alguien con sus características brillara, destacara y pudiera sacar lo mejor de sí, no jugara contra el Bilbao Athletic ni un solo minuto. Sólo calentó un rato. Es difícilmente explicable que Solabarrieta entendiera que el santanderino podía aportar cosas en La Florida y no el pasado domingo contra el filial rojiblanco en El Sardinero.

Más de lo mismo se puede decir de Pablo Torre, a quien Solabarrieta, como ya hiciera Rozada en Laredo, colocó en La Florida en banda izquierda dentro de un 4-4-2. Como era de esperar, el de Soto de la Marina pasó desapercibido. Lo que no se entiende es que el entrenador considerara que el canterano tenía algo que aportar en Portugalete y no jugando contra un equipo de las características del Bilbao Athletic, que no plantea un partido tan físico, sino más puramente futbolístico que le puede venir de perlas. De hecho, los aficionados rojiblancos que pudieron ver por vez primera al cántabro actuar en Lezama en el segundo partido liguero a buen seguro que se preguntaron el domingo, mientras lo veían por televisión, dónde estaba aquel chaval que les había vuelto locos en la primera vuelta. Estaba en el banquillo. Sólo salió a calentar a los ochenta minutos.

Se queja Solabarrieta de que sus hombres no son capaces de dominar con balón y saca a los que menos aptitudes tienen para ello. Como si quisiera confirmar a alguien que lo que dice es verdad. Nana sufre cada vez que le dan la pelota para que intente sacar fútbol de ella. Todo el poderío que mostró en La Florida, practicando un fútbol en el que parece estar más a gusto, se convirtió en debilidad ante el Bilbao Athletic. Por eso tuvo que entrar Riki en el segundo tiempo. Aquello al equipo le vino bien, por fin encontró una salida más aseada y con más ritmo de balón, acabó llegando más y logrando el gol. Sin embargo, el entrenador dio marcha atrás en lugar de profundizar en la fórmula.

De nuevo se contradijo a sí mismo en la sala de prensa. Afirmó que su intención había sido ir a buscar el segundo gol pero no a base de esperar a un rival que necesitaba remontar para salir rápido al contragolpe aprovechando los espacios que dejara el filial rojiblanco atrás, sino a partir de la posesión. Sin embargo, para tener más posesión no dio entrada a Martín Solar o a Pablo Torre, sino a Alberto Villapalos. O miente o todavía no conoce a sus futbolistas. El madrileño tampoco está cómodo con el balón y le encomendaron a él sacarlo jugado. Un error. El técnico adelantó a Riki y éste desapareció, el Racing dejó de tener  la posesión y disfrutar de la pausa que daba el ovetense y dio vida al rival, que se fue adelante con más descaro y de manera más continuada aprovechando que, para colmo, el conjunto cántabro había quedado partido por la tendencia del propio Villapalos a colocarse muy cerca de los centrales. Un desastre. El empate llegó porque tenía que llegar.

El Racing es ahora mismo un proyecto fallido que ha demostrado tener una plantilla con muchas carencias. Han fallado Pedro Menéndez y Amorrortu como están fallando y decepcionando muchos jugadores. El entrenador, que es consciente de que está ante la oportunidad de su vida, no da síntomas de estar capacitado para liderar la nave. Y nadie le quita del timón. Como si el equipo verdiblanco tuviera tiempo de sobra para reaccionar. Hay miedo a precipitarse como en su día se precipitaron con Iván Ania o este mismo curso, visto lo visto, con Rozada porque destituir a Solabarrieta significaría mucho más.

El día que caiga el entrenador de Ondarroa es factible que se vaya con él José María Amorrortu. Entonces, se confirmaría la errónea decisión de contratar a un técnico tan vinculado con el máximo responsable deportivo del club. Éste llegó para levantar una base y un proyecto a largo plazo, algo que quedó hipotecado por la apuesta por un hombre que no tenía más aval que el del propio Amorrortu. Por eso el fracaso rotundo que está significando Solabarrieta salpica de lleno a su padrino deportivo. Y echar al técnico lo pondría todo en la picota. Por eso están apurando las opciones.

Y los máximos accionistas lo hacen porque saben que el fracaso de Amorrortu es el suyo propio. Sería como un castillo de naipes que se iría cayendo. Tomaron una mala decisión con Chuti Molina y ahora ven cómo la apuesta por una política opuesta tampoco funciona. Y lo cierto es que la pareja que forman Alfredo Pérez y Pedro Ortiz es el sueño de cualquier técnico con un gran proyecto en la cabeza porque son dos dirigentes que dejan hacer. Dan la confianza a unas personas y confían en ellas. No son intervencionistas en ese sentido, lo que suena bien, pero dejar que su máximo responsable deportivo trajera a su protegido poniendo en peligro todo lo que se quería edificar y que tan bien sonaba está a punto de tener un mal final.

El Racing está ahora a cinco, siete y nueve puntos de los tres primeros clasificados y, en función de lo que haga el Laredo en el partido pendiente con el Barakaldo, es posible que sólo tenga un punto de colchón respecto a los cuatro últimos. Con todo, y aunque se mantenga en ese vagón intermedio que le permitiría jugar en la segunda fase por clasificarse para la Segunda B Pro o, dicho de otra manera, por mantenerse en la categoría de bronce, lo haría, a día de hoy, con puntos de desventaja respecto al resto de equipos con los que se la jugaría. El panorama está complicado.

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