25.04.2024 |
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LA CONTRACRÓNICA

Luan y la botella de litro y medio

A pesar del esfuerzo que tuvo que hacer su equipo corriendo tras el balón, Solabarrieta no agotó los cambios | Terminó con dos delanteros al intuir que podía ganar | Capanni y su guerra continua le sacó de quicio

Pablo Torre se retiró con molestias sin gravedad.  / Hardy
Pablo Torre se retiró con molestias sin gravedad. / Hardy
Luan y la botella de litro y medio

El fútbol es fútbol porque es impredecible. No hay muchos deportes en los que un Alcoyano pueda ganar a un Real Madrid. Por eso es tan grande y tiene tantos fieles. Sin embargo, a menudo sigue unas reglas no escritas validadas después de muchos años de historia que siguen un patrón que sí le puede hacer predecible. No es una ciencia exacta, pero a menudo se cumple. ‘Quien perdona la paga’ es una de ellas. Y quien ayer perdonó más fue el filial de la Real Sociedad, que tuvo sometido al Racing durante casi setenta minutos. Sin embargo, el partido acabó dando un vuelco, dio la impresión de que había acabado el tiempo de uno y de que había empezado el de otro y Solabarrieta echó mano de esa bola de cristal que a menudo lleva consigo quien tiene muchas horas de fútbol, ya sea desde dentro o incluso desde el sofá.

El entrenador verdiblanco vio que el partido era suyo porque, eminentemente, se había roto. A pesar de que sus hombres se habían pasado buena parte de la contienda corriendo detrás del balón, dieron la impresión de llegar más enteros. Tanto es así, que ni siquiera agotó todos los cambios. El encuentro había sido muy exigente desde el primer momento pero el técnico sólo cambió las bandas y el centro del ataque. No se atrevió con la sala de máquinas a pesar de que estuvieron calentando Martín Solar, Nana y Villapalos. Esto puede querer decir que, aunque parezca lo contrario, es posible que la profundidad de banquillo del conjunto cántabro no sea tan grande como pareciera.

Durante buena parte de la contienda, a nadie le habría sorprendido que Solabarrieta hubiera apartado del terreno de juego a Riki. No tenía mucho sentido tener a un pelotero como él cuando el equipo, de partida, parecía haber renunciado a la posesión en favor del contragolpe y la rápida apertura a bandas buscando la capacidad de los extremos para acabar con cualquier lateral. Ayer ésta no se vio y tampoco se vio al asturiano. Dio la impresión de que el equipo ni siquiera le buscó cuando le tocaba iniciar juego para intentar dar pausa al balón y enlazar una serie de pases que hiciera incomodar a una Real Sociedad B que no sabe vivir sin el balón. El Racing renunció a ese reto, por lo que no tenía mucho sentido tener al ovetense ahí.

Sin embargo, su entrenador le tuvo en el campo quizá confiando que sucediera lo que terminó sucediendo en el último tercio de partido. Cambiaron las tornas, el Racing empezó a empujar con más corazón que cabeza y aprovechando que las líneas de ambos equipos habían quedado más desdibujadas y ahí creció Riki. Más que crecer, lo que hizo fue aparecer. Hasta ese momento, se había quedado enmarañado dentro de un partido que no estaba para él como tampoco lo estaba para un Pablo Torre que tuvo que correr mucho más de lo recomendable. Fue así tanto sin balón como incluso con balón. El equipo verdiblanco quería llegar en dos pases y montado en cohete y al de Soto de la Marina le gusta participar de un juego más racional.

Cuando el Racing comenzó a llevar la iniciativa, Pablo Torre ya estaba en la grada hecho polvo y con las piernas doloridas. Lo bueno es que su recambio natural también es de garantías y fue Cejudo quien aprovechó esos mejores minutos de los suyos. No era momento para quitar ni a Iñigo ni a Riki ahora que el camino había quedado mejor asfaltado. Martín Solar podía haber entrado antes incluso para intentar cambiar la dinámica del envite, pero Solabarrieta no suele mirar demasiado a él. Menos aún a Nana. El entrenador no quiso cambiar nada en el medio campo cuando empezó a oler sangre y por eso decidió sólo meter carne fresca en el ataque. Incluso cambió el sistema. Sabía que cuando un equipo había desaprovechado su momento e incluso ocasiones muy claras para marcar como la Real Sociedad B ayer se acaba arrepintiendo. Por eso fue con todo. Y eso exigía no sólo dar entrada a Jon Ander, sino también a Luan Capanni.

El brasileño llega del Milán. Y eso, para alguien que, como Pedro Menéndez, se hizo mayor viendo al glorioso equipo de Sachi con Van Basten, Gullit Reyjkard y compañía, es mucho. Sin embargo, Capanni, por ahora, es muy poco. El de ayer podía haber sido su día, pero no lo fue. Solabarrieta le está dando minutos y oportunidades pero sigue sin responder. El entrenador llama pero no responde nadie al otro lado de la línea. Lo que no le puede reprochar nadie es su capacidad para pelearse con todo el mundo. Aún no ha visto puerta pero prácticamente va a tarjeta por partido. Ayer vio la suya al echar los brazos hacia atrás cuando intuyó que le venían a presionar antes de controlar el balón de espaldas. Solabarrieta empieza a estar harto. En el partido contra el Laredo, le tuvo que coger a parte para invitarle a usar la cabeza porque iba camino de ser expulsado por doble amonestación. Ayer la historia podía repetirse y, para colmo, lo único que consiguió así fue parar el juego, que era lo que menos convenía a un Racing que, impulsado y empujado por la grada, se creyó con capacidad de acabar ganando el partido.

El cabreo que se llevó el técnico vizcaíno ante la acción de su delantero fue tal que buscó una botella de agua de manera desesperada. Necesitaba romper algo para desahogarse en vez de salir corriendo a pedir la cabeza del brasileño. Cogió una de litro y medio y, con una mirada fuera de sí, la estampó con todas sus fuerzas contra el lateral del banquillo. Con todo, el delantero fichado en enero para aportar gol y remate al equipo lo siguió buscando. Lo hizo, sobre todo, tras controlar un balón cercano al área con el que pudo realizar varias cosas porque sus compañeros le ofrecieron diversas alternativas, pero él pensó que era su momento. Y, de pronto, se sacó un lanzamiento durísimo que ciertamente parecía llevar buenas intenciones, pero chocó en un defensa. Su gozo en un pozo.

Aún así, él lo siguió intentando. Le anularon por fuera de juego un cabezazo cruzado que también parecía llevar mucha reflexión encima y estorbó en otro a Mantilla cuando éste iba con todo para cabecear un centro desde la banda derecha. Capanni saltó junto a él y desplazó a un defensor que terminó también empujando al central cántabro. Los papeles se empezaron a intercambiar y, de pronto, había pasado el Racing a desaprovechar su momento. Y quien perdona lo acaba pagando. Y lo pagó con ese gol de Ezkurdia que lo hace todo más complicado.

Luan y la botella de litro y medio
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