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El Diario de Cantabria

Los de entonces

El Racing volvió a jugar en los Campos de Sport con público por vez primera desde febrero | En los momentos de ovación o enfado, los casi mil espectadores se hacían notar

Los aficionados de la tribuna principal, de pie por el minuto de silencio por la muerte de Campón. / Hardy
Los aficionados de la tribuna principal, de pie por el minuto de silencio por la muerte de Campón. / Hardy
Los de entonces

Eran pocos, pero en momentos puntuales se hicieron notar. La acústica de un recinto como Los Campos de Sport siempre ayuda a intensificar los sonidos y por eso las protestas, las exclamaciones o los aplausos hicieron verdaderos guiños a lo que de verdad es un partido en el coliseo racinguista. Si uno estaba en el meollo de la tribuna y cerraba los ojos, podía acercarse a sentir algo de lo que sentía cada domingo de la vieja normalidad. Había que echarle también imaginación y optimismo, pero uno se podía engañar a sí mismo pensando que lo peor había pasado. Después, quizá abría los ojos y se daba cuenta de que había tanto silencio que podía oír todo lo que decían ambos entrenadores o los quejidos de los jugadores al caer. Como cuando Serrano, uno de los atacantes más prometedores de la cantera del Athletic, realizó una entrada criminal que no venía a cuento a Lucas Díaz que le podía haber roto la temporada. No lo hizo por medio segundo. Aquello enfadó a la gente, que lo recriminó de manera unánime provocando uno de esos instantes en los que parecía que había mucha más gente de la que había. Pero tras esa reacción inmediata, volvió la normalidad permitiendo que quien quisiera seguir increpando al jugador rojiblanco lo hiciera con el privilegio de ser escuchado por todo el mundo. Como en uno de esos campos de Regional con apenas cincuenta espectadores. Se pierde el anonimato.

Sólo hubo mil entradas a la venta, pero no se vendieron todas. Quedaron algunas en taquilla. No se abrieron los fondos y sólo lo hicieron las tribunas laterales. Las puertas lo hicieron muy pronto, dos horas antes del encuentro, y desde poco después de esa hora ya comenzaron a entrar los primeros aficionados, que al menos se encontraron con la grata sorpresa de tener los ambigús abiertos, por lo que se pudieron comprar unas pipas y un café para amenizar la espera. Y era importante encontrar una distracción porque la selección musical del Racing ha empeorado con la pandemia. Se acabaron los tiempos de ACDC y empiezan los de Bisbal y Chayanne. Todo vuelve, dicen. Muy duro.

Poco a poco se fueron poblando las tribunas con espacio de sobra para todo el mundo. Casi todos los presentes acudieron solos al encuentro porque apenas había gente junta. La petición era la de que el personal cogiera su butaca y no levantara el culo de ahí en todas las horas que estuviera dentro del estadio, pero mientras duró la espera sí se vio algún desplazamiento suelto que nunca generó una sensación de descontrol. Si uno puede estar en un bar sin mascarilla yendo de la barra a la máquina de tabaco, al baño, a la tragaperras o a saludar a los de aquella mesa, estúpido parece obligar a los mil que están en un recinto de 22.000 al aire libre no moverse de su sitio. Es de suponer que forma parte del cúmulo de contradicciones de la nueva normalidad.

Los primeros en salir al terreno de juego fueron, como siempre, los porteros. Hubo quien quiso aplaudir. Un chaval, quizá el más joven de los presentes ayer en Los Campos de Sport, que acudió con su abuelo y se sentó junto al palco, extendió la bufanda mientras caminaban Lucas Díaz e Iván Crespo a la portería. Él tenía bien interiorizado el ritual, quería recordar los viejos tiempos y seguir haciendo lo que siempre ha hecho cuando va a ver al Racing, pero ayer se encontró con un ambiente aún muy frío. En seguida cejó en su empeño y volvió otra vez a centrarse al móvil.

La música estaba muy alta. Y, a pesar de las muy pocas personas que iba a haber en la grada, por los vídeomarcadores se puso el vídeo que ya todos los habituales al coliseo verdiblanco conocen y que explica qué hacer en el caso de que suceda algo raro y haya que salir pitando. Y justo coincidió cuando salieron los jugadores a calentar, por lo que hubo que bajar el volumen porque entonces sí que se oyeron más aplausos. Cada vez había más gente.

Mismo ritual. El protocolo fue idéntico al que se habría seguido con todas las puertas abiertas. También se cantaron las alineaciones, primero las del Bilbao Athletic y, ya poco antes de comenzar la contienda, las del Racing, pero apenas se corearon los nombres. Sólo hubo un aplauso cuando se acabó de leer todo el listado. Es pretemporada para todos. También para los aficionados. Y más aún si están tan claramente diezmados. Es la masa la que hace fuerte a una hinchada. Lo que está claro es que ya se conoce quiénes son los verdaderos ganadores de que el campo esté medio vacío y se oiga hasta el eco: los anunciantes de los vídeomarcadores. Se oyen como si fuera la televisión del salón de casa.

Antes de comenzar el partido pidieron por megafonía dos veces que la gente se mantuviera sentada en sus asientos mientras en el palco principal el presidente estaba de pie junto con otros directivos. Curiosamente, sólo estaban sentados los que forman el triunvirato formado por José María Amorrortu, Cali Trueba y Pedro Menéndez. Y estaban mal sentados porque cuando ocuparon sus asientos los miembros del consejo de administración, tuvieron que trasladarse. Se habían equivocado. En el fondo, era la primera vez que se sentaban ahí como racinguistas.

Comenzó el partido con una desangelada Fuente de Cancho, con el equipo ayudando a meter en el partido a esos aficionados que habían acudido a la cita y que esperan volver cuanto antes. De pronto, se habían convertido en noticia porque había muchos medios pendientes del partido por permitir la entrada a mil espectadores. Como si fuera la primera vez que sucedía en Cantabria durante la pandemia. Un mes antes, ya había sucedido en El Malecón, pero no para ver fútbol, sino boxeo. Con todo, las televisiones incluso de Madrid que anduvieron por ahí quizá se sorprendieron cuando, a los 72 minutos de partido, uno se lanzó con un relinchíu racinguista que generó sonrisas, que fue completado con un aplauso conjunto y que permitió recordar los buenos momentos. Fue un episodio simpático y cargado de sentimiento verdiblanco, pero también generó una gran nostalgia. Los Campos de Sport, los de entonces, ayer no fueron los mismos.

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