19.04.2024 |
El tiempo

Humillante

El Racing cae con contundencia y con mala imagen en Zubieta | El primer tiempo del equipo verdiblanco  fue un despropósito que ya pudo acabar en goleada | Lejos de mejorar, el equipo empeoró y perdió su solidez defensiva

Roberto Navarro celebra el segundo de los tres goles que le marcó ayer al Racing. / Real Sociedad
Roberto Navarro celebra el segundo de los tres goles que le marcó ayer al Racing. / Real Sociedad

Entrenador nuevo, victoria segura. Qué risa. ¿Dónde quedó aquello? Ha quedado más desfasado que votar a UPyD. No se lo cree nadie. No se puede confiar ya ni en el refranero. Pobre Sancho Panza. Pobre Racing, qué duro es ser racinguista. Aunque no se logren resultados inmediatos, un cambio de entrenador al menos reclama un cambio de imagen, una mejoría o unas sensaciones más positivas, pero no hubo nada de eso ayer. Al contrario. Aquello fue un desastre, un bochorno e incluso una humillación. Fue como dejar a un joven piloto suplente un Fórmula Uno y que lo devuelva hecho añicos. Lo único que se le pide es no romper el coche, pero dio la impresión de que Solabarrieta volvió a Santander con el volante en la mano derecha y el tubo de escape en la izquierda.

Tan sonrojante fue el encuentro que incluso se puede decir que lo mejor de todo fue el resultado, ya que pudo ser un escándalo. Sobre todo, durante el primer tiempo. Se marchó al descanso el equipo perdiendo tres a cero pero también dando gracias por no haberse ido con al menos media docena de goles en contra. Aquello fue bochornoso, rozando el ridículo. Lo suyo habría sido coger los bártulos en ese momento y acordar con el equipo rival no disputar los segundos cuarenta y cinco minutos porque no tenía sentido. Los jugadores del equipo cántabro sólo se podían hacer daño y más aún su entrenador, que ahora debe estar preguntándose como se puede levantar algo así. Si ya recaló en el Racing rodeado de interrogantes por el poco sentido que parecía tener el todo, ganar credibilidad tras estrenarse con algo así se antoja ciertamente difícil.

Si algo tenía el equipo de Rozada era fiabilidad defensiva. Le costaba generar peligro y se llegó a pasar dos partidos habiendo tirado una sola vez entre palos, pero tampoco sufría. Los rivales no le llegaban y su portero apenas tenía trabajo. Ayer fue el mejor a pesar de la goleada encajada. No se puede decir algo más preocupante sobre lo sucedido ayer en Zubieta. Se presentó allí el conjunto cántabro habiendo recibido sólo tres goles en todos los partidos anteriores y ayer encajó esa misma cifra en sólo 26 minutos. ¿Pero qué estaba pasando?

Lo peor no fueron los goles, sino la sensación de debilidad transmitida por el equipo. Esa solidez atrás de la que podía presumir hasta el día de ayer se hizo añicos. De ser un equipo complicado de meter mano se convirtió en un chollo, en ese personaje con verborrea inacabable que reparte invitaciones para la desfasada discoteca de la esquina en un turístico paseo del Mediterráneo. Pasen y disfruten. A ver cuántos goles son capaces de marcar en noventa minutos.

Los jugadores de la Real Sociedad B se metían en el mismísimo corazón del área cántabra por el centro, gustándose, con paredes y caños. Se presentaron constantemente solos ante Iván Crespo, que tuvo que ejercer de salvador de la contienda. Si todo racinguista estaba viendo el partido por televisión sin creerse lo que estaba sucediendo y con un enfado tremendo con los defensores de su equipo, bueno sería pensar qué estaba pasando por la cabeza del portero y capitán verdiblanco. Él también estuvo allí en aquella otra tarde para el olvido en Zubieta que tan fácil fue recordar ayer.

El Racing presentó la defensa adelantada que había anunciado pero el desfase no fue sólo problema de su lentitud, ya que le llegaron por todos lados y de todas maneras. Lo hicieron al espacio pero también como si estuvieran jugando a fútbol sala. Fue como si los centrales verdiblancos estuvieran constantemente abriendo la puerta para que no hubiera corriente y hubiera menos peligro de contagio del Covid. Alguna explicación así hay que buscar.

El primer gol llegó a los cuatro minutos, pero antes ya había tenido el filial donostiarra dos claras ocasiones para haberse estrenado. Tremendo el dato. Léanlo otra vez. A Figueras le ganaron la espalda dos veces, una Aranzabe por su banda y otra Lobete por la otra. La primera la despejó Crespo y la segunda se fue cruzada pero bien cerca del palo. A la tercera sí fue la vencida. Roberto Navarro, a quien ayer el Racing convirtió en Gary Lineker, tuvo espacio para acomodarse el balón y, tras librar el ataque de Óscar Gil, definir a tiempo antes de que llegara Figueras.

Los otros dos tantos previos al descanso llegaron prácticamente seguidos, uno en el 23 y el otro en el 26. El primero de éstos llegó al saque de un córner gracias a un tremendo cabezazo de Aranbarri después de haber librado el marcaje de Maynau. El segundo, después de que Olasagasti ofreciera una pared a Navarro en la mismísima cocina del Racing con caño incluido. El atacante blanquiazul se plantó solo ante Iván Crespo y definió perfecto.

Ya antes de estos dos tantos que mataron el encuentro, Lobete había dispuesto de un mano a mano clarísimo ante el capitán verdiblanco del que éste salió ganador. El jugador local ganó la espalda a Figueras y Óscar Gil con una hábil pared porque un solo pase valía para echar abajo la disposición defensiva del Racing. Lobete avanzó sabiendo que no se interponía nadie entre él y el portero. Sonaba Morricone y olía a polvo. El retador desenfundó primero pero fue él quien acabó en el suelo porque quien terminó en pie fue el guardameta. Poco duró aquella situación porque sólo unos segundos después, tras el saque de esquina que provocó dicho duelo, llegaron los hermanos del batido para marcar el 2-0, que, poco después, sería continuado con el 3-0. Matador.

Sin tener que marcarse el partido de sus vidas y disfrutando como uno de octavo retando a los de quinto en el patio del colegio, el filial donostiarra se sentía resucitado y muy superior al supuesto ‘gallo’ del grupo. Pero se fue a descansar con la sensación de haber perdido una oportunidad para haberle marcado cinco en 45 minutos. A las dos primeras que perdonó en el primer suspiro del encuentro, sumó sendos remates claros de Lobete y Alkain tras librar y burlar, nuevamente, a la defensa racinguista. Aquello era un despropósito. El Racing lo hacía todo mal. Había conseguido circular el balón en algunos pocos instantes del encuentro con 1-0, pero sin demasiado sentido. La presión que tanto se había anunciado fue un desastre a la vez que desordenada consiguiendo que los jugadores corrieran mucho más de lo debido. A eso hay que sumar que las apuestas por Bustos a pierna cambiada y Cedric en la izquierda no pudieron salir peor y que Ismael Benktib, que fue la gran sorpresa en el once, no alcanzó a explicar por qué estaba jugando él y no, por ejemplo, Martín Solar, que al menos es alguien de los tuyos.

Lejos de irse ganando 5-0, la Real Sociedad B pareció empeñada en dar vida al encuentro en los albores de ese primer tiempo regalando sendos balones que el Racing decidió desaprovechar. Primero el portero le dijo a Bustos toma, ahí la tienes, pero el asturiano, fiel a su mal encuentro, mandó el balón a Ondarreta. El segundo fue un robo de Balboa que terminó con una clara asistencia a Pablo Torre que éste desaprovechó. Y es que, a pesar del repaso que establece el marcador, el filial donostiarra estuvo lejos de ser un buen equipo. Brilló en el campo rival, pero ofreció tremendas dudas en la propia. De hecho, fue un chollo y sus continuos errores cerca de su área impidieron que quien estuviera viendo el encuentro desde su casa lo diera por finiquitado. Había más esperanza en la defensa donostiarra que en el ataque racinguista.

Solabarrieta, que lo último que necesitaba era comenzar su camino con un partido así, movió ficha a lo grande durante el descanso. Introdujo cuatro cambios para cambiar de esquema. Pasó a jugar con tres centrales sumando a Mantilla y convirtiendo a Ceballos y Maynau en carrileros. Junto a Iñigo colocó a Villapalos y por delante de ellos situó a Cejudo. Arriba, Jon Ander se colocó como compañero de Cedric. Más allá de esta múltiple maniobra, el equipo dio la impresión de salir al menos con vergüenza y, de hecho, en sólo dos minutos marcó un gol que generó una cierta esperanza en la remontada imposible. ¿Por qué no creer? El filial era poco fiable y se podía empezar a poner nervioso tras pensar que se iba a poder pasar el segundo tiempo tumbado sobre la toalla.

El gol llegó a partir de una notable acción de Cejudo. No tardó en aparecer el cordobés. La verdad es que es complicado explicar cómo pudo empezar en el banquillo después del partido que se había marcado en Gobela. Menos aún, cuando en su teórico sitio estuvo Benktib, pero son los entrenadores quienes deciden. A pesar de ser su último año, de ser el más veterano y de ser quien tiene toda una reputada carrera ya hecha, fue él quien le echó arrestos y  mostró un poco de amor propio en el segundo tiempo liderando a los suyos, pidiéndola y manteniendo la fe. Todo ello, a pesar de que el cuarto llegara sólo dos minutos después del 3-1. El golpe no pudo ser más tremendo.

Ese tanto que ya acabó con todo nació de un nuevo despiste. Fue el tercero de Roberto Navarro después de que Alkain se presentara por el costado diestro del área para regatear bien a Gil y rematar cruzado. Crespo sacó con la pierna pero el balón llegó a quien se terminó llevando el balón a casa, que estaba solo en el otro palo para rematar a placer. Aquello fue una dolorosa puntilla que hizo más grande la humillación recibida. El Racing lo siguió intentando e incluso contó con oportunidades de marcar, pero prefirió guardar los goles para otro día que hicieran más falta. Al menos, ayer se estrenó Cedric. A ver si llega su momento.

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