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El Diario de Cantabria

LA CONTRACRÓNICA

Al fútbol con contención

De las 6.666 personas que pudieron haber acudido al partido, al final acudieron poco más de tres mil  | El mal juego del primer tiempo hizo que dominara el silencio pero la grada se animó tras el descanso

‘La Gradona’ presentó un aspecto muy diferente al habitual. / Hardy
‘La Gradona’ presentó un aspecto muy diferente al habitual. / Hardy
Al fútbol con contención

No estaban todos los que son, pero todos los que estaban lo son. Los que acudieron ayer al campo eran parte de los de siempre, los que están ahí en Primera o en Segunda División pero también en Segunda B, que es cuando más cuesta. Antes de saber incluso cómo se iba a desarrollar la temporada o si iban a poder acudir a los partidos, dieron el paso de sacarse el carné. Tienen muchas horas acumuladas en la grada de Los Campos de Sport pero la visita de ayer fue casi como la primera vez. Era el campo de siempre, pero no. Las rutinas cambiaron. Y también los rituales. Nada es lo mismo que antes del maldito coronavirus. Ir al Racing, como se dice habitualmente, tampoco.

Se pusieron a disposición de los abonados 6.666 localidades, pero no se agotaron. No se repartieron ni la mitad. Según el club, al estreno liguero acudieron 3.045 espectadores, que no eran pocos, pero quizá tampoco los esperados. En el fondo, es mucha la gente responsable, lo que no quiere decir que quienes acudieran fueran unos irresponsables, que considera que se puede correr un peligro yendo al fútbol y que es mejor quedarse en casa viéndolo por la pequeña pantalla aprovechando que el club ofrece esa posibilidad sin coste extra a los que tienen su carné verdiblanco.

Lo que es indiscutible es que fue una buena prueba de fuego y todo un experimento que colocó a Los Campos de Sport en el centro de la mirada de buena parte del país, ya que hacía meses que no se disputaba un partido de fútbol con tanta gente. El Racing rompiendo esquemas. Por eso era importante que todo saliera bien y que, sobre todo, la gente se comportara y que en todo momento el graderío diera la sensación de no desmadrarse. Y, para dar los primeros pasos, era mejor que hubiera tres mil que no seis mil.

Los mayores peligros reconocidos por las autoridades estaban en el acceso y en la salida al recinto. Lo primero es más sencillo porque las puertas se abrieron dos horas antes y lo cierto es que la gente entró de manera un tanto escalonada. No hubo tumultos tras los muros de Los Campos de Sport ni se formaron colas. Ayudó tener más puertas abiertas que de costumbre pero en los vomitorios sí hubo una mayor sensación de aglomeración a la hora de abandonar el campo. Es curioso que los colegios hayan conseguido escalonar las entradas y salidas y en el Racing ni se haya intentado poner en práctica alguna estrategia que no deje nada a la improvisación o a que uno, libremente, decida llegar a y cuarto y otro a y veinte.

Estaba prohibido comer y fumar, pero se podía beber. Y se vendieron bebidas. Los ambigús estaban cerrados pero había personal repartiendo por las gradas, al más puro estilo americano. Quizá dejaban hidratarse porque eso no es del todo incompatible con la mascarilla. De manera mayoritaria, los aficionados la llevaban bien colocada y con las narices tapadas. Siempre hay a quien le gusta enseñarla y después estaba también quien, cuando se levantaba a increpar al árbitro o a un rival, se la quitaba pensando que se le iba a oír más. Alguien debía decirle que desde el terreno de juego no le van a escuchar, pero son cosas que se hacen para desahogo personal o para sentirse protagonista, pero lo cierto es que no corren tiempos para creerse más listo que los demás. En buena parte de los vomitorios había guardias de seguridad y éstos sí estuvieron atentos a la hora de pedir al respetable que se colocara en condiciones el producto de moda desde hace unos meses. Parece que hay quien necesita un libro de instrucciones.

El público no se distribuyó de manera homogénea por todo el campo. Había una mayor densidad en la tribuna principal y también en el lateral opuesto mientras que el fondo sur estaba muy desangelado. Allí es donde más seguros se podían sentir los aficionados. Obviamente, se echó en falta ‘La Gradona’ y su habitual animación. En ese fondo también había que estar sentado y, aunque seguramente las localidades que se dispensaron para esa zona del estadio estaban repartidas de manera más o menos equitativa, había una mayor concentración tras la portería.

Quedaba por saber el ambiente que se podía generar sin ‘La Gradona’ a pleno funcionamiento, con la afición más repartida y, además, con todos los inquilinos de la grada con la boca cubierta por la mascarilla. Y no es lo mismo. Lógico. Con todo, hay quien se animó a entonar la Fuente de Cacho cuando salieron los jugadores a pesar de que la megafonía estaba más alta de lo habitual. Poco seguimiento tuvo también el momento de decir los nombres de los once jugadores titulares y más silencio hubo aún cuando el inicio del partido, y en líneas generales toda la primera parte, resultó preocupante con un Portugalete logrando jugar más en campo rival. Eso hizo que hubiera ambiente de misa, que esta vez no fue disimulado por los cánticos del fondo norte.

Fue quizá una primera arrancada de Pablo Torre lo que hizo presente a la afición. También algunas peticiones de incrementar el ritmo y también un par de llegadas, pero fue, sobre todo, en el segundo tiempo cuando Los Campos de Sport se llegaron incluso a parecer mucho más a los de siempre. El equipo dio un paso hacia delante, empezó a llevar la iniciativa y a demostrar que de verdad quería hacer evidente su supuesta superioridad respecto al rival y la afición respondió. No suele ser necesario darla mucho para que responda. Se hicieron más constantes los aplausos e incluso se oyó algún ‘Racing, Racing’. El partido en El Sardinero se parecía más a un partido en El Sardinero. Incluso con sólo tres mil.

La temperatura subió exponencialmente cuando se produjo la expulsión de Esteve Monterde, ya que fue el punto y final a una labor de acoso y derribo verdiblanco. Los cambios le estaban sentado bien y Cejudo estaba cómodo, disfrutando y sintiéndose protagonista. De hecho, él mismo arengó a sus compañeros en el momento de la expulsión porque tenía claro que era el momento. El graderío así lo interpretó y, tras el gol, incluso ondeó las banderas recordando los buenos tiempos, cuando uno podía ir al fútbol sin correa.

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