Embalados

Ceballos tuvo mucho trabajo, sobre todo en el primer tiempo. / ALERTA

El Racing suma su cuarta victoria consecutiva tras golear al Barakaldo y se coloca tercero en la tabla | En partido que comenzó complicado, se aclaró tras el golazo de Riki y la expulsión de uno de sus centrales

Cuando el viento se pone a favor, basta con izar la vela mayor y disfrutar de la velocidad. Todo es más fácil y el barco va mucho más deprisa. Los semáforos se ponen en verde a la vez y el balón, tras dar al palo, entra para dentro en vez de irse para fuera. Cuando las cosas van bien, todos son más guapos y son mejores futbolistas. El equipo empieza a disfrutar, maneja mejor los tiempos y tiene más paciencia. Se es más elegante y se tiene más clase cuando acompañan los resultados. Incluso uno se puede presentar en un campo como Lasesarre para jugar contra un equipo como el Barakaldo y golear como si fuera un día más en la oficina. Sin despeinarse. Que pase el siguiente.

Son ya cuatro las victorias consecutivas que encadena el Racing. Ha sumado 16 de los últimos 18 puntos por los que ha jugado y no ha hecho pleno por culpa de un gol en el descuento del Bilbao Athletic. Era un equipo moribundo hace apenas mes y medio y ahora está más vivo que nunca. Ha llegado al momento clave de la primera fase en una situación que parecía imposible cuando todo daba sensación de ser un desastre. De ser un barco a la deriva, ahora es un navío de 74 cañones que impone el terror en todo el Cantábrico. Sabe lo que quiere y como quiere conseguirlo y no pide permiso. La próxima semana va a empezar la ronda contra rivales directos en tercera posición gracias, precisamente, a las goleadas que está consiguiendo. Los hombres de Solabarrieta están ahora mismo en disposición de llegar hasta donde ellos quieran llegar.

Tan a favor recibe el viento que ayer se le puso de cara un partido que, de partida, anunció unas complicaciones tremendas. Parecía que iba a ser una tarde muy larga pero duró apenas 47 minutos. Al descanso, el encuentro ya estaba encarrilado y, nada más reanudarse el partido, ya estaba sentenciado. Tanto es así, que Jabi Luaces, el entrenador del Barakaldo, sentó a algunos de sus mejores futbolistas en el minuto 56. Fue su manera de enseñar bandera blanca y pedir el cese de las hostilidades, vamos a llevarnos bien. Y es cierto que el Racing todavía marcaría otro, pero no quiso hacer más sangre después de eso.

Todo cambió a partir de una obra de arte de Riki, una auténtica genialidad sacada de contexto. El gol que marcó en Lasesarre no es propio de Segunda B. No es sólo un futbolista que por sí solo ha tenido la capacidad de cambiar a todo un equipo y darle la confianza y la presencia con balón que antes no tenía y que necesitaba para sentirse verdaderamente poderoso y, sobre todo, tener un plan con el que afrontar los partidos, sino que incluso es capaz de dar un volantazo al natural discurrir de los acontecimientos. Ayer apareció de la nada a los 17 minutos de partido para robar un balón en el medio campo, aprovechar que en esa zona entre líneas se generó un aclarado que le permitió respirar y, antes de llegar al semicírculo que corona el área, sacarse de la chistera una vaselina imposible. Aquello era de otro planeta. Barrilete cósmico. El balón se elevó primero sobre la defensa, pasó por encima de un portero que tampoco estaba excesivamente adelantado y, de pronto, como si hubiera golpeado repentinamente contra una gaviota, comenzó a bajar en el momento preciso para entrar a la portería. A ver quién encuentra este año un gol mejor en la categoría.

Ese 0-1 fue sanador porque comenzó a cambiar un partido que tenía pinta de peligroso. El Racing, que repitió un mismo once por vez primera esta temporada, quería imponerse a partir del balón y siguiendo la misma teoría que le había permitido pasar por encima del Laredo una semana antes, pero ayer no se encontró tan cómodo. Al contrario que contra el ‘Charles’, no tuvo superioridad en la sala de máquinas, Riki no estaba tan cómodo, el balón no le duraba tanto y apenas llegaba a las bandas. Tanto es así, que se jugó mucho más cerca del área verdiblanca que de la contraria. El gigantón ruso Obolskii daba miedo pero, buena noticia, el Racing no se deshizo. No se encontró facilidades pero tampoco se echó a temblar ni le entraron dudas. Apareció en el partido teniendo las ideas claras y sabiendo el partido que se iba a encontrar, por lo que tiró de paciencia.

Su intención era dar pausa al juego para comenzar a imponer su personalidad, algo que ya se empezó a intuir poco antes del gol de Riki, cuando, al cuarto de hora, por fin fue capaz de llevar el balón al extremo izquierdo. Por allí combinaron por vez primera Isma López, Pablo Torre y Álvaro Bustos para que éste terminara rematando con su pierna mala pero haciendo actuar al portero local. Aquello ya era un cambio. Por fin el Racing había enlazado pases y más aún lo haría tras el golazo del medio centro asturiano, que le sentó al Barakaldo como un tiro en el pie.

El equipo de Solabarrieta fue asentándose en un partido que acabaría goleando pero lo cierto es que el Barakaldo dispuso de dos acciones que bien pudieron cambiar la contienda. La primera de ellas llegó cuando aún tenía once jugadores en el campo, lo que le habría dado alas para intentar que saltara la sorpresa. Fue Bengoetxea quien metió un buen balón a la olla que acabaría llegando al segundo palo, donde Dani Estrada, con Lucas Díaz superado, remató con dureza casi a puerta vacía, pero apareció Isma López para sacar prácticamente bajo palos. Con todo, la mejor que tuvo fue cuando ya se había quedado con uno menos, tras un veloz contragolpe dirigido por Alain Ribeiro por banda derecha. Superó a los defensores hasta que llegó al área racinguista y centró raso hacia Urquiza, que esperaba el balón con el cargador lleno. Estaba prácticamente solo. Ceballos corría cerca de él pero tenía tiempo de sobra para rematar sin oposición siempre que fuera de primeras. Y lo hizo a la altura del punto de penalti con sólo Lucas Díaz como barrera a superar, pero no la superó. Disparó al muñeco y el portero despejó con los pies.

Cualquiera de esas dos acciones podrían haber hecho que los derroteros fueran por otro lado. Si el Barakaldo hubiera acertado con el primero, quizá no hubiera habido expulsión. Fue el central Julen López quien se tuvo que ir al vestuario a los 37 minutos por una entrada que se podía haber evitado porque fue en el medio campo y rodeado de compañeros. Se la hizo a Pablo Torre. No dio la impresión de llevar mala intención pero la bota, levantada, chocó contra la parte de atrás de la rodilla del canterano. La finalización de la acción fue fea y, sobre todo, peligrosa. El trencilla estaba cerca y no dudó en enviarle a la ducha.

Luaces recompuso el equipo situando a Miguel Gándara, que había comenzado como lateral derecho, en el centro de la retaguardia y retrasando la posición de Dani Estrada, que había comenzado como extremo diestro. De pronto, un partido que había comenzado apestando a dificultades y peligros, se le había puesto de cara al Racing, que supo aprovechar bien los privilegios de jugar con un hombre más. Es como si, de pronto, al equipo santanderino ahora le saliera todo bien.

Desde ese momento, comenzó a fabricar ataques largos. Por fin le duró el balón en sus pies y lo fue llevando de un lado para otro aprovechando su superioridad, encontrando a Soko por un lado y a Bustos por el otro. Todo parecía controlado pero a nadie le habría sorprendido que el Barakaldo hubiera empatado en ese minuto 42, cuando perdonó Urquiza ante Lucas Díaz. No acertó y quien acertaría sería el Racing en los momentos más dañinos para su rival. Fue como si el psicólogo le hubiera chivado a los jugadores verdiblancos cuándo marcar para hacer verdaderamente daño.

El segundo llegó superados incluso los dos minutos de prolongación del primer tiempo que había decretado el colegiado y el tercero nada más reanudarse el juego tras el descanso. Todo de cara. Viento a favor, todas las velas izadas y la corriente disparada hacia el objetivo. Casi no hace falta ni remar. El primero de los dos que marcó Pablo Torre fue similar al que anotó hace siete días contra el Laredo, pero por la otra banda. En vez de Bustos, esta vez la asistencia fue de Soko al culminar una jugada larga, elaborada, de mucha paciencia y que podía haber detenido el árbitro en cualquier momento porque se habían pasado los dos minutos de alargue. Tanto lo buscó el Racing que el extremo camerunés acabó llegando a línea de fondo y centró a media altura y con potencia para que rematara la perla de Soto de la Marina.

Pablo Torre repetiría poco antes de irse a descansar y dar el relevo a Cejudo, su padre adoptivo. Fue una gran jugada iniciada por Bustos, que fue centrando su posición hasta que la defensa del Barakaldo, convertida en un chiste de Beni Hill, abrió un agujero tan enorme al irse todos en busca del asturiano que no vio solo al cántabro. Éste recibió en el corazón del área y, sin que le pesara la situación, superó al portero picando lo justo la pelota. Fue un gran gol, obra de alguien con mucho talento en sus botas.

Aquel fue el último de la tarde, que llegó cuando ya estaba todo el pescado vendido y el Barakaldo se había entregado. Lo hizo tras el gol de Cedric, que también se aprovechó de otra calamidad defensiva del equipo vizcaíno para sumar su segundo gol en dos partidos. Es bueno que los delanteros cojan una buena racha y hasta eso parece estar encontrando el Racing, que se pudo poner las botas si llega a seguir buscando las cosquillas a una superada retaguardia local. Sin embargo, aceptó la bandera blanca propuesta por su rival y empezó a pensar en lo que tiene por delante, que es rock and roll del bueno.