19.04.2024 |
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El Racing disfruta

Soko celebra la asistencia que le ha dado a Cedric para que éste marcara el primer gol del partido a los tres minutos. / Hardy
Soko celebra la asistencia que le ha dado a Cedric para que éste marcara el primer gol del partido a los tres minutos. / Hardy
El Racing disfruta

Hay que ver cómo cambian las cosas en función del escenario. Por eso los grandes tienen tanto miedo al nuevo formato de Copa del Rey. En campos pequeños todo está más abierto y la supuesta superioridad del pez gordo se ve limitada. Desaparecen la prosa y la pluma estilográfica en favor de la prosa y el rotulador grueso. Aparece un fútbol más pasional donde el pez chico tiene derecho a soñar, algo que es mucho más complicado en un campo grande como El Sardinero. Las clases sociales se hacen más patentes en lugares así, el talento luce más y, como el pequeño no salga con las orejas bien pinadas, se puede ver fuera de juego en seguida. Eso es, en definitiva, lo que le sucedió ayer al Laredo en la casa del Racing. Nada que ver con lo que fue capaz de hacerle al equipo de la capital en San Lorenzo.

Un partido y otro se parecieron lo que una zanahoria se puede parecer a un melón. Si el Laredo había dominado el derbi de la primera vuelta en prácticamente todas las facetas del juego, ayer fue sometido de tal manera durante la primera hora de partido que bien le podían haber caído un buen carro de goles. Si en San Lorenzo habían sido mejores con balón y sin balón, habían llegado más y habían ganado prácticamente todos los duelos y segundas jugadas, ayer sucedió todo lo contrario. Y poco tenía que hacer el equipo pejino si ni siquiera era capaz de poner más intensidad, más fortaleza e incluso más agresividad que su paisano rico de la capital. El Laredo no fue ni la mitad de lo que puede ser en el primer tiempo y ahí echó a perder todas las opciones de dar la campanada en Santander.

Decía Chesterton que una novela sin muertos era una novela muerta, y la que Racing y Laredo escribieron ayer en El Sardinero tuvo el suyo. El equipo rojillo no fue un equipo vivo durante un arranque de partido en el que fue literalmente arrollado por un equipo local que se sintió más poderoso que nunca. Por fin fue lo que siempre había querido ser en su propio campo: un equipo valiente, con iniciativa, personalidad y, sobre todo, protagonista con el balón. El conjunto verdiblanco elaboró juego con fluidez entrando por el centro y por las bandas, moviendo la pelota de un lado a otro y trazando diagonales cuando necesitaba encontrar un mayor aclarado. Y quien llevaba la batuta de semejante orquesta era Riki, un futbolista que ha logrado cambiar al equipo, que siempre marca una línea de pase para hacérselo todo más fácil a los compañeros y que sabe leer bien lo que sucede en el terreno de juego. El Laredo sabía que era el tipo al que no podía permitir que se encontrara cómodo sobre el verde, pero lo estuvo. Y ahí estuvo su perdición.

Soñaba Manu Calleja con un partido largo, con entorpecer tanto las expectativas verdiblancas que hiciera reaparecer los nervios y la ansiedad que había mostrado el Racing en los anteriores partidos que había jugado en casa con público, pero no lo logró. Ayer los aficionados que acudieron a la grada disfrutaron como hacía mucho tiempo que no lo hacían. Nada que ver con lo sucedido la última vez que habían acudido a la cita. También es cierto que el Laredo no es el Real Unión. Da la sensación de que se han abierto tantas diferencias entre los de arriba y los de abajo que todo se va a decidir en los duelos directos.

Tres minutos tardó el Racing en anotar su primer gol. Fue lo que tardó en aparecer Soko, un jugador que está en un estado de forma tal que ya se siente sobrado. Dio un par de pases de tacón y en todo momento intenta desbordar a su par. Ni se lo piensa porque atraviesa una fase en la que cree que puede con todo. Y lo cierto es que es un futbolista difícil de parar. Da gusto ver a un extremo que no se amilana ante la mirada de su defensor. Se siente tan bien que incluso mira a portería en cuanto se le presenta una oportunidad por mucho que quizá tenga mejores opciones, como en esos dos lanzamientos de ayer desde la frontal que le salieron como un churro cuando tenía mejores alternativas a su lado.

Sus virtudes aparecen cuando rompe bien cerca de la línea de cal y se mete en el área. Da la sensación de ser poco académico y de que sus regates van a acabar abortados, pero rara vez le frenan. Y una vez que entra en la zona roja, se encienden las alarmas. Ayer sumó una nueva asistencia para que marcara Cedric tras una larga acción a apenas un puñado de metros de la portería, como si de un ataque de balonmano se tratara.

Fue una buena noticia que marcara Cedric porque el Racing le necesita. Es un jugador con capacidad para mejorar aún más al colectivo. Solabarrieta le escogió a él para sustituir al lesionado Jon Ander y es fácil entenderlo teniendo en cuenta el rendimiento que dio Capanni durante la media hora de la que dispuso. Es cierto que no es sencillo entrar con el partido empezado e incluso ganado, pero no dejó ver ni una luz de esperanza en su fútbol. Por ahora, no ha ofrecido gancho alguno al que aferrarse para que el racinguista pueda soñar con disfrutar del despertar del goleador brasileño. Ayer se dedicó a pelearse con los defensores del Laredo, vio una amarilla por un codazo evidente y, en líneas

generales, no hizo nada que no hubiera hecho Balboa.

Soko no sólo daría la asistencia de gol a Cedric, sino que incluso marcaría el tercero para su equipo. Si uno ve sólo la ejecución del gol, verá al camerunés empujando el balón a puerta vacía, pero tuvo mucha más importancia en el desarrollo de la jugada. Fue él quien arrancó una tremenda carrera prácticamente desde su propia área. Le intentó frenar Varo pero no fue capaz. Avanzó sin que nadie pudiera poner freno a semejante locomotora pero, superada la línea de medios, el extremo vio que seibaameterenuntúnelquenole iba a llevar a ninguna parte. Por eso paró y le dio el balón al bueno. Y Riki lo llevó rápidamente hacia la banda

izquierda, donde le ofreció una pared a Bustos justo antes de que éste centrara. No llegó Cedric en el corazón del área pequeña pero sí lo hizo Soko para concluir lo que él mismo había empezado en el segundo palo y a puerta vacía.

Volvió Bustos en banda izquierda y lo hizo como se había ido. Dio las asistencias del segundo y el tercero y estampó un balón al palo en el segundo tiempo, en la única ocasión clara que fue capaz de construir el Racing tras el descanso. De sus botas salió un 2-0 que fue especial porque fue el primer tanto de Pablo Torre con el primer equipo. Y sucedió después de unos minutos con el partido parado por culpa de unas protestas en el banquillo del Laredo, situado en la grada de preferencia. Al haber poca gente, se oye todo y lo que podía pasar desapercibido cualquier día, acabó en una roja para un jugador por una concatenación de actos que había iniciado un utillero. Aquello le sentó fatal al ‘Charles’ porque corrían minutos en los que había conseguido frenar la alegría racinguista. Al equipo local le estaba costando más superar la primera línea de presión y apenas cruzaba ya el medio campo. Sin embargo, segundos después de reanudarse el juego tras aquel parón, llegó el gol de la perla de Soto de la Marina.

El Racing sacó rápido y en tres pases marcó. Riki llevó el balón a la banda y desde ésta centró Bustos para que Pablo Torre, entrando como una exhalación y, sobre todo con una fe voraz, lo remató con los pies en el área pequeña. Aquello volvió a cambiar el encuentro hasta que entró el tercero como podían haber entrado dos más. A Cedric le faltó en un par de ocasiones tener más fe en su pierna derecha y un cabezazo que se fue alto de Soko podía haber permitido a los suyos irse a descansar con cuatro goles, pero tampoco parecían hacer falta porque la superioridad mostrada fue tremenda.

El Racing salió bien tras el descanso, pero Solabarrieta, que sabía que tenía el partido ganado, empezó con el carrusel de cambio. Y éstos no le sentaron bien. La salida de Riki le hizo perder iniciativa con el balón, ya casi no le duraba. Soko, que sintió unas molestias, le dejó su sitio a Traver y, a día de hoy, éste está muy lejos del africano. Fue entonces cuando apareció el Laredo que todos habían esperado. Comenzó a competir, a ganar balones divididos y a ser verdaderamente agresivo. Y marcó Toboso con un enorme cabezazo y aún tuvo algún acercamiento el Laredo para haber metido el miedo en el cuerpo de los jugadores locales, pero se tuvo que conformar con haber disfrutado de ese despertar que, al menos, le permitió irse con un mejor sabor de boca.

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