25.04.2024 |
El tiempo

RACING 0-0 ARENAS

El Racing de nada

El equipo cántabro firmó un decepcionante empate que le privó de sus opciones de ascenso tras ponérsele todo de cara  | Necesitaba la victoria pero ni ganó ni mereció ganar | Las mejores ocasiones fueron del Arenas

Los jugaodres del Racing tendidos en el campo tras acabar el partido contra el Arenas. / Hardy
Los jugaodres del Racing tendidos en el campo tras acabar el partido contra el Arenas. / Hardy
El Racing de nada

El árbitro descontó sólo tres minutos en el segundo tiempo, lo que no dejó de ser una falta de respeto que muestra hasta qué punto está el Racing enfangado por el barro de la Segunda B. Porque incluso en el partido más normal, en el que no sucede gran cosa, se añaden cuatro casi por inercia. Sin embargo ayer, con un Arenas pendiente de perder tiempo casi desde el principio e incluso con su portero ‘sufriendo’ frecuentes subidas de gemelos, dio sólo tres. Y lo peor de todo es que dio igual. Podía haber descontado cuarenta, que el Racing no iba a ser capaz de marcar el gol que le permitiera seguir soñando con el ascenso. Era imposible. El equipo que saltó ayer a disputar toda una final fue solamente un manojo de nervios y de impotencia que ni ganó ni se mereció ganar. Todavía es marzo y un presupuesto de más de dos millones de euros ya se ha quedado sin posibilidades de ascenso. Qué desastre.

El día se había puesto de cara gracias a unos resultados matinales que le habían puesto en bandeja de plata la posibilidad de conseguir lo que apenas quince días atrás parecía imposible. El Racing no dependía totalmente de sí mismo pero algo muy raro tenía que suceder para que no terminara entre los tres primeros si ganaba los dos partidos que le quedaban. Pero claro, ahí estaba lo más difícil de todo, en la necesidad de quedarse con los tres puntos en Los Campos de Sport, un estadio de donde siempre fue difícil llevarse puntos en Segunda B y que se ha convertido en un chollo. Se ha puesto barato. Al equipo verdiblanco le han perdido tanto el respeto que incluso el árbitro se burla de él añadiendo sólo tres minutos en un partido que casi demandaba el doble.

El partido no pudo ser más decepcionante. El Racing sacó su versión más pobre el día más importante. Comenzó con ganas de parecerse al equipo que fue cuando no jugaba contra uno de los grandes, pero se mostró incapaz. Se encontró bloqueado y empequeñecido por un Arenas que tenía muy claro el planteamiento. No así el equipo cántabro, que quería ser dominador con el balón pero no le salía. El balón se le hacía bola. Careció de profundidad y apenas encontró salida por bandas. Fue un embudo que no encontraba el cuello de botella al que dirigir la pelota. Comenzó con Cedric como único punta pero éste no intentó ni un solo desmarque en ruptura, no buscó las espaldas de la defensa ni aprovechar las virtudes como pasadores de Riki o Pablo Torre. Se comportó como un delantero tanque que fija centrales y juega de espaldas, siempre de espaldas. Para eso, que se hubieran quedado con Siverio. Más de lo mismo pensó uno al ver una vez más a Luan Capanni incapaz de sumar o ni tan siquiera de colocarse donde le pedía su entrenador en los minutos que estuvo en pista.

El Racing intentó elaborar desde atrás en el primer tiempo sin lograr generar otra cosa que no fuera impotencia. Una vez entrado ya en el segundo tiempo, entró en escena la ansiedad, la precipitación y, en definitiva, el terror a que terminara sucediendo lo que terminó sucediendo. Llegaron las prisas y el conjunto cántabro pasó a ser otra cosa mucho más vulgar que se dejó llevar por las entrañas. Jugó desde el minuto 46 como si estuviera en el descuento, buscando atajos y queriendo llevar el balón directamente a campo contrario. Y ahí estaba perdido. No tenía nada que hacer ante un Arenas bien plantado. Volvió a dimitir de la necesidad de crear juego con balón, Riki intentó poner un poco de criterio y pausa pero le costó, no tenía aliados ni tampoco él tenía el mejor día. Menos aún, cuando el entrenador quitó al media punta para pasar a jugar 4-4-2 con Cejudo escorado a una banda. Si algo ya había que tener claro a estas alturas es que el de Puente Genil no está para jugar junto a la cal. Ni es capaz de sacar centros con los que aprovechar tener dos puntas ni genera el fútbol que genera cuando está inspirado. Y ayer no lo estuvo.

El cordobés entró a los cincuenta minutos por un Pablo Torre que no disfrutó en ningún momento y al que se le notó cansado en la recta final del primer tiempo. Apenas pasó el balón por sus botas y eso lo notó el equipo. Tampoco Riki se sintió poderoso. No hubo alianzas en torno a la pelota. El entrenador decidió que el juego lo iniciara Íñigo colocándose entre centrales y aquello no llevaba a ningún sitio. En ocasiones se alternaba con el asturiano pero el equipo era incapaz de enlazar entre líneas. Estaba atascado. Al motor le había entrado pelo. Sólo una carrera de Soko, que previamente se había encontrado un balón muerto dentro del área que había enviado a las nubes, generó una auténtica ocasión de peligro por parte verdiblanca en el primer tiempo. Penetró en el área avanzando junto a la línea de fondo, después centró buscando petróleo y encontró a Cedric en el primer palo, que, en medio de un barullo, se vio sin posibilidad de rematar, pero sí vio llegar a Pablo Torre. Éste lo tenía todo a favor, pero la pelota le llegó botando y su remate no pudo ser más desastroso. Tan malo, como el partido del Racing.

Cedric fue más un pivote de balonmano que un delantero de fútbol. De este modo, su único intento de lanzar entre palos fue cuando los buenos le encontraron en la frontal. Entonces, giró sobre sí mismo y firmó un remate bien intencionado que buscaba el palo izquierdo del portero, que se estiró para gustarse y enviar a córner. Poco más hizo el africano, que al poco de iniciar el segundo tiempo fue sustituido sin que los que entraran después le mejoraran.

El Arenas sabía que el tiempo corría de su parte. No sufrió y, en cambio, sin hacer nada fue capaz de generar dos acciones que helaron la sangre de los casi cuatro mil aficionados que acudieron al campo. Le bastaron dos centros para que temblaran las piernas de los defensores verdiblancos y casi se metieran ellos solos el gol. No pasó nada en ninguno de ellos pero en ambas acciones hubo quien vio gol. Era sintomático. A poco que alguien hubiera tocado la pelota, que se paseó por la línea del bien y del mal en ambas acciones, se hubiera consumado una tarde trágica antes de tiempo. O no. O quizá le hubiera venido bien al equipo para tocar la corneta y saber que no tenía nada que perder. Quizá se hubiera liberado de la presión que le maniató durante buena parte de la contienda.

Con todo, es injusto derivarlo todo en la ansiedad y el exceso de responsabilidad porque al equipo el faltó fútbol y capacidad para contrarrestar el planteamiento del Arenas. Incluso la convocatoria pareció mal hecha porque, falto de jugadores de banda como estuvo el equipo, no tenía sentido dejar fuera a Pablo Andrade, un futbolista que puede ejercer como extremo izquierdo. Y ahí tuvo un agujero el Racing. Traver, que tuvo que ejercer de un Álvaro Bustos al que se echó mucho de menos, no se encontró cómodo en esa banda. Si fue protagonista en el primer tercio de partido fue por el tremendo empuje que dio Isma López, no siempre acertado, desde atrás. Solabarrieta quiso recuperarle situándole en banda derecha en el inicio del segundo tiempo, donde estuvo mejor y sacó buenos centros jugando por fin a pierna natural, pero el precio fue echar a Soko a banda izquierda, donde no puede estar más limitado. El camerunés es un futbolista de un solo puesto. Es algo que el entrenador ya debería saber. De hecho, ayer fue su mejor y casi única arma de generar peligro, pero no lo vio.

Soko volvió a su sitio natural cuando el equipo pasó a jugar 4-4-2, que fue cuando se quedó ya sin fútbol definitivamente. Y pasó a convertirse así, ya de manera definitiva, en el único argumento ofensivo del Racing. Si había opciones de que pudiera suceder algo, debía ser por ahí, gracias a una de sus imparables arrancadas. Generó centros que a punto estuvo de rematar Jon Ander por arriba o por abajo, pero ayer no era el día. Por la izquierda, Cejudo carecía de profundidad. Donde hacía falta era entre líneas pero no le dejaron jugar por ahí. Precisamente había sido contra el Arenas cuando había dejado bien claro para qué está y para qué no está el de Puente Genil. Aquel día, Rozada le hizo comenzar el partido por banda derecha, donde pasó desapercibido, para pasar a liderar a su equipo y a marcarse un tremendo partido donde dicen que es imposible jugar a fútbol en el segundo tiempo, cuando se colocó de media punta.

Y ese sacrificio fue para poner a jugar a Luan Capanni, un tipo que ni siquiera está donde debe. Intentó un remate en el segundo palo a veinte minutos para el final saltando junto a Lars Gerson, que jugó todo el segundo tiempo buscando un mejor inicio de juego, pero el balón, que dio la impresión de irse hacia fuera, lo paró bien el guardameta. Sólo en otro saque de esquina que acabó en un barullo en el segundo palo que remató Riki fue capaz el Racing de, cuando menos, generar cierta inquietud en los defensores locales. Todo era un quiero y no puedo. Había sacrificado el Racing en el segundo tiempo el fútbol por una herramienta más pasional como el juego directo pero ahí no tenía nada que hacer. Y tan poca fe tiene el técnico verdiblanco en lo que tiene en el banquillo que, una vez más, se quedó sin agotar los cambios. Era patente que la sala de máquinas no funcionaba pero no la alteró buscando algo nuevo. Era normal que no diera entrada a Nana o a Villapalos pero bien podía haber probado con Martín Solar, un jugador que ya había cambiado partidos esta temporada. Y el de ayer necesitaba un cambio porque iba directamente al abismo, que es donde acabó.

El Arenas se fue envalentonando sabiendo que no tenía gran cosa delante y empezó a creerse incluso que podía ganar. Notó el creciente nerviosismo en sus rivales y disfrutó de dos cabezazos claros en el segundo tiempo para haberse marchado con el premio gordo. El primero, al saque de un córner, lo firmó Uranga y el segundo fue obra de Rafita después de que Kepa se aprovechara de que Soko había decidido no seguirle, pero uno se marchó desviado y el otro lo atajó bien Lucas Díaz bajo palos. La tarde, como se ve, pudo haber sido aún más patética de lo que fue.

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