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El Diario de Cantabria

LA CONTRACRÓNICA

Camus en el espejo

La banda izquierda que presentó ayer el Racing fue totalmente nueva | Camus jugó por fin como titular a pierna natural | Isma López apenas subió y al cántabro le faltaron socios | Provocó el penalti que abrió el marcador

Marco Camus, agarrado por Segado cuando va en busca del área del Leioa. / Harry
Marco Camus, agarrado por Segado cuando va en busca del área del Leioa. / Harry
Camus en el espejo

Los zapatos nuevos siempre se dejaron para el domingo, para ir a misa y después ir a ver a los abuelos. Por eso el Racing eligió el día de ayer para estrenar banda izquierda. Fue inédita, completamente nueva. Y era domingo. Quien actuó de lateral estuvo en Rumanía hasta diciembre y entrenando con un equipo de Tercera División hasta hace apenas diez días. El extremo lleva en Santander toda la vida, desde el día que nació, pero ha jugado poco. Debutó en el primer equipo el curso pasado, fue una aparición prometedora a la que dio continuidad durante la pretemporada, pero se quedó estancada. Por eso el partido contra el Leioa era vital para él. No sólo necesitaba reivindicarse ante el entrenador, sino, sobre todo, ante sí mismo. Quería volver a ser el jugador que siempre había sido en categorías inferiores y el que convenció a sus superiores de que tenía un sitio para jugar en Segunda B.

Si por Marco Camus hubiera sido, ayer habría estado en Irún jugando contra el Real Unión. El Laredo, sabedor de que apenas había jugado en los primeros meses de competición y que, para colmo, el Racing había fichado a otro extremo como Traver que le iba a hacer más difícil jugar, le echó el cable y le convenció para terminar el curso a las órdenes de Manu Calleja en calidad de cedido, pero Amorrotu no quiso. No le dejó. Es un futbolista en quien tienen fe pero falta que él mismo se reconozca en el espejo. Ayer lo lució bien para que no hubiera mota de polvo que llevara a equívocos, encendió la luz e intentó adivinar quién es el que estaba al otro lado

Camus siempre ha dicho que juega mejor por la derecha, pero la realidad dice lo contrario. Con todo, los únicos dos partidos en los que había sido titular antes de ayer habían sido jugando por el extremo diestro. Y lo había pasado mal. No había disfrutado ni había sonreído. Es como si estuviera deprimido. Más aún, cuando le ha tocado aparecer más allá del minuto ochenta. No encontró nunca la manera de dejar patente que había estado sobre el terreno de juego y, para colmo, muchas veces se había complicado el envite tras su entrada por mucho que él no fuera culpable de nada. Quizá por todo eso llegó a la conclusión de que necesitaba un cambio de aires.

Ayer le tocó compartir carril con un lateral a quien apenas conocía. Sólo una semana antes, casi no había oído hablar de Isma López, pero ayer lo que le dijera el espejo podía depender mucho de él. Y lo cierto es que es una garantía tener a un jugador como él guardándole las espaldas porque es un tipo experimentado, que viene de jugar muy arriba y que garantizaba mantener siempre la puerta cerrada. El jugador navarro era bien consciente de que no tenía el ritmo de competición que necesitaría para dar lo mejor de sí porque no jugaba un partido completo desde el pasado ocho de diciembre. Lo normal habría sido que, como los otros futbolistas recién fichados, hubiera ido apareciendo poco a poco, pero Solabarrieta necesitaba un lateral izquierdo.

En verdad tenía otro que está en el equipo desde el verano, desde el primer día de entrenamiento, cuando apenas había nadie de los que forman hoy en día la plantilla. Sin embargo, no juega nada. Hasta ayer, cuando entró en el 88, sólo tenía a sus espaldas unos minutos contra el Portugalete. Después se lesionó pero ya está recuperado desde hace mes y medio. Sin embargo, su entrenador no quiere ni mirarle. Tanto es así, que en el último mes había preferido colocar a Óscar Gil en su puesto. Con la sanción del de Peralta por acumulación de amarillas y la salida de Maynau, que sí fue borrado del mapa desde un mes antes a pesar de que no le dieran la baja hasta hace siete días, Pablo Andrade pensaba que el de ayer podía ser su día, pero no fue así.

El brasileño no tiene que entender nada porque el fin de semana pasado pidió salir del equipo para aprovechar una oferta que le había llegado que consideraba buena, pero no le dejaron. Ni le dejan jugar ni le dejan salir. Isma López ya fue titular ayer, nada más llegar, y, una vez que éste ha metido la cabeza, va a ser complicado descabalgarle de ahí. Y es lógico.

Como veterano que es, Isma López sabe lo que puede hacer y lo que no. Y tenía muy claro que ayer no era momento de hacer florituras. Por eso apenas se incorporó al ataque cuatro veces en todo el partido. Lo primero es lo primero. Esto hizo que Camus no tuviera que estar tan atento a las coberturas pero también hubo acciones en las que le faltaron socios. Todo ello influyó para que el campo se inclinara hacia la derecha, donde estaban Ceballos y Soko, una pareja que ni mucho menos estaba de estreno porque lleva un mes de matrimonio inseparable.

Le costó entrar en juego a Camus. Y más aún le costó mostrarse con confianza. A los seis minutos ya avanzó metros dejando a dos rivales atrás, acción que acabó con un mal centro de Jon Ander. Sin embargo, cuando de verdad quiso ser él mismo fue a los 28 minutos, cuando, bien pegado a la cal, por fin se atrevió de verdad a encarar. Es lo que siempre le piden los entrenadores, que sea valiente y explore esa capacidad de desborde que le ha hecho futbolista. Y nadie se la quitó a pesar de tener a un par de jugadores encima, pero le faltaron socios. Estaba muy solo.

Con todo, poco a poco, fue metiéndose de lleno en el partido. Su rostro se empezó a intuir en el espejo. Y eso fue importante para lo que sucedió a los treinta y cinco minutos, cuando Mayordomo se metió en problemas él solo intentando controlar de mala manera el balón en campo propio. Se tropezó y, de pronto, vio cómo se le echó encima una locomotora de Santander. Camus la robó porque fue con todo a la presión y aprovechó la potente inercia que llevaba para colarse en el área. Dos compañeros le acompañaban pero las líneas de pase que le ofrecieron no eran buenas. Por eso decidió subirse al caballo y ser él mismo quien completara la historia. En el fondo, así ha sido siempre él. La aventura era complicada pero sólo le pudieron parar en falta. Y estaba dentro del área, por lo que fue penalti.

Camus puso así su nombre al partido. Por fin apareció su imagen al otro lado del espejo. Aquello podía ser el principio de un nuevo inicio, pero poco más se dejó ver Camus, ya que su equipo siguió insistiendo en banda derecha. Le costó entrar en juego en el segundo tiempo, Isma López sólo le acompañó un par de veces y, en cuanto un intento de pase con el pecho en campo propio le salió regular, su entrenador llamó a Traver, que estaba calentando, para que se preparara. Cuando el cambio ya estaba preparado, firmó su mejor acción del segundo tiempo al continuar en el interior del área una gran jugada colectiva. Caprichos del destino. Ya no hizo más.

Camus en el espejo
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