20.04.2024 |
El tiempo

Buen trabajo

El Racing toma aire con una trabajada victoria en Portugalete que corta su peor racha | El equipo se amoldó bien al partido y se llevó todo el botín gracias al penalti anotado por bustos  | Llegó al final sin apenas sufrir

Los jugadores del Racing festejando el gol anotado por Álvaro Bustos desde el punto de penalti. / real racing club
Los jugadores del Racing festejando el gol anotado por Álvaro Bustos desde el punto de penalti. / real racing club
Buen trabajo

Es difícil ganar bonito en La Florida. Menos aún, en la situación en la que se presentó el Racing allí. No le esperaba una fiesta exclusiva con un cuarteto de jazz de fondo y un maestro cortador de jamón ejerciendo en la esquina, sino un andamio. No está el equipo cántabro para grandes exhibiciones, vestir bonito, con traje y gomina en el pelo, sino para enfundarse el buzo y mancharse las manos de grasa. Así lo entendió su entrenador, que, tras tantos años de fútbol, ha aprendido que, como le dijo el bueno al feo, sólo hay dos tipos de personas, las que tienen un revolver y las que tienen una pala. No hay más. Puro marxismo. Y al Racing le ha tocado ser de los que cavan. Por eso ayer cogió el pico y la pala que le correspondía y empezó a cavar y a cavar hasta que encontró lo que buscaba: tres puntos tan necesarios como lo es el jornal para quien ha visto salir y ponerse el sol recogiendo olivas.

Es complicado ganar con clase en Portugalete y menos aún el Racing, que había perdido en escenarios similares como Laredo, Leioa y Mutilva. Tenía la lección aprendida y se dedicó a sumar dos más dos dejando las raíces cuadradas para los demás. Los hombres de Solabarrieta practicaron un fútbol básico que, por encima de todo, pretendió alejar el balón de su área, llevarlo a la contraria y esperar un golpe de suerte. Estuvo a punto de salirle fatal, pero ayer la moneda cayó de su parte durante el par de minutos en los que, en el fondo, se decidió la contienda.

Fueron los que se sucedieron del 36 al 38. El árbitro pitó primero un penalti a favor del Portugalete y, seguidamente, otro a favor del Racing. El primero lo falló Güemes y el segundo lo marcó Álvaro Bustos. No hay más. Partidos como el de ayer, de tremenda brega y ritmo agotador, van de aprovechar alguna de las pocas oportunidades que vas a tener y el conjunto cántabro lo hizo y el vasco no. A partir de ahí, el equipo de Solabarrieta se dedicó a defender su preciado botín, supo sufrir, recomponerse y engordar y se llevó una victoria que permite cambiar el rumbo trazado durante los 48 días y los siete partidos anteriores. No fue un triunfo sobre los que se pueda depositar la ilusión en un cambio de tendencia pero sí confirmó que el equipo ni mucho menos está muerto, ya que ayer se vació y no le temblaron las piernas ante los intentos portugalujos de poner en jaque a la zaga cántabra. El Racing cortó su cuesta abajo y ahora está ante un partido contra el Bilbao Athletic el próximo domingo que le podría meter de nuevo en la pelea por los tres primeros puestos. Ese será un partido completamente opuesto al de ayer. Así debería ser, al menos.

Fueron los campos como los de ayer los que mataron a Rozada, ya que su equipo había dado mejor impresión tanto en los encuentros de casa como en la única salida diferente a todas, que es la de Lezama. Aquella había sido la única victoria racinguista a domicilio hasta la fecha. Se anunciaba un encuentro muy físico, de brega, juego directo y saber estar. El manual dice que es el típico partido que demanda experiencia, muchos centímetros y contundencia. Sin embargo, Solabarrieta sorprendió con el once inicial más joven que se recuerda. La media era de 23 años y medio y el único treinteañero que había sobre el verde era Jon Ander, que ayer mismo había cumplido 31. El técnico dio energía al colectivo con Mantilla y Óscar Gil formando la pareja de centrales (curiosamente, ambos acabaron de laterales) y dando continuidad al doble pivote que ya habían formado el miércoles Martín Solar y Nana. Viendo el partido que se había marcado ese último contra el Real Unión, parecía una mala broma darle continuidad ayer en Portugalete, pero justamente se reivindicó con su mejor actuación hasta la fecha.

Lo cierto es que fue el tipo de partido que le gusta, de mucho contacto y mucha brega. Está más incómodo cuando hay que elaborar desde abajo y crear a partir de la posesión, pero el partido de ayer estaba hecho para él y se gustó. Apareció en todas partes, cortó acercamientos peligrosos e incluso ganó algún duelo. No tanto como Mantilla, que posiblemente fuera el mejor ayer sobre el terreno de juego confirmando que ha llegado al once para quedarse, pero cerca.

Quienes más desubicados se encontraron fueron los peloteros como Martín Solar y, sobre todo, Pablo Torre. Como ya le sucediera en Laredo, el entrenador le colocó en banda izquierda dentro de un 4-4-2. Ahí está perdido e incluso desaprovechado. Tiene poco sentido situarle ahí en un campo como La Florida porque le cuesta meterse para dentro, participar y sacar algo de ese fútbol que lleva dentro. Por eso ayer apenas se notó su salida del terreno de juego.

Esa salida formó parte de la apuesta del entrenador en el segundo tiempo por ir añadiendo en su equipo los centímetros e incluso los kilos de los que le había privado de partida. Poco a poco, fueron entrando Villapalos, Iñigo, Matic y Figueras, algunos por voluntad propia y otros por exigencias del guión por los problemas físicos de Ceballos y Bustos. Y el equipo lo agradeció. Porque el Portugalete había sido mejor en el primer tiempo y había salido en el segundo como un tiro aprovechando el ánimo del cántabro Diego Rozas, que entró a escena durante el descanso. Sin embargo, la aparición de la artillería pesada del conjunto visitante hizo más pequeño al equipo de Ezequiel Loza, que incluso dio la sensación de dar el partido por imposible en la recta final del mismo.

La impotencia que sentía el Portugalete una vez que dejó de ser el ganador habitual de los duelos y las segundas jugadas, como sí había sucedido en los primeros cincuenta minutos de partido, se unió al temor que sentía todo racinguista por lo que pudiera pasar a última hora, ya que era fácil prever que fuera a suceder algo en plena temporada de catastróficas desdichas. A un equipo al que le va todo mal siempre le sucede alguna maldad cuando apuesta, fundamentalmente, por defender su tesoro en la recta final de la contienda y echar el culo atrás, pero lo cierto es que el Racing no terminó sufriendo. Cortó tanto las corrientes de aire que ni siquiera dejó espacio para la sorpresa ni el resfriado.

Tanto es así, que el encuentro terminó más cerca del 0-2 que del empate. Solabarrieta dejó solos arriba a Soko y a Jon Ander, que terminaron con la lengua por los suelos tras tanta carrera hacia la gloria que no terminó nunca en algún sitio. El africano se podía haber puesto las botas pero le falta fútbol para culminar todas esas carreras que tanto prometen. Así, quien verdaderamente estuvo cerca de poner la puntilla y, sobre todo, poner la guinda a su actuación fue Iñigo, que se sacó de la manga una acción individual en el interior de área con la que dejó atrás a los tres defensores que le rodeaban para plantarse ante el portero y rematar, pero el balón dio en este último y se elevó hacia el larguero, que es contra lo que se estampó el cuero antes de marcharse fuera.

El inicio de partido del Racing ya había sido bueno. Con las ideas claras y balones en largo, logró que el juego se desarrollara, fundamentalmente, en el campo rival. Robaba rápido, inclinó el verde e incluso le anularon un gol a Óscar Gil, pero aquello duró apenas un cuarto de hora. A partir de ahí, la historia cambió y fue el Portugalete quien comenzó a mandar. Era una cuestión territorial porque, en el fondo, todo eran idas y venidas y pugnas por un balón al que nadie quería dar un poco de sentido. De los picos y las palas surgían chispas y de ahí salían ganadores los jarrilleros. Disfrutaron de dos certeros cabezazos, uno de ellos tres un centro espectacular de Sergio Camus, que rondaron el gol pero no lo alcanzaron. También el Racing fue capaz de dar la réplica tras una buena combinación entre Ceballos, Martín Solar y Jon Ander que remató desde la frontal un Cedric que sigue sin encontrarse a sí mismo.

El partido parecía ir torciéndose y, para colmo, pitaron un penalti de Martín Solar moviéndose en una zona por donde no se sabe mover. Ahí tenía Lucas Díaz, que había sido la gran sorpresa en el once, la oportunidad de reivindicarse y Güemes, el lanzador, se la puso botando. El lanzamiento fue malísimo y el portero verdiblanco lo atajó bien para dar vida a los suyos y permitir que, sólo unos segundos después, el árbitro decretara otra pena máxima en el otro área tras ser derribado Jon Ander. Esta vez no hubo circo ni actitudes caprichosas, sino que lo lanzó quien lo debía lanzar. Y lo marcó. Es Álvaro Bustos uno de esos jugadores que está dando un paso hacia delante en medio de la preocupante situación que vive el equipo. Ayer tuvo que pedir el cambio porque los gemelos ya se le subían hasta el pecho.

Por vez primera desde su llegada, Aritz Solabarrieta estaba disfrutando de lo que se siente yendo ganando un partido. Había que proteger el tesoro. Su equipo pidió la hora para que llegara el descanso cuanto antes sin que se alterara el marcador y después supo frenar el plus de energía con el que apareció su rival tras el descanso. Condicionó su juego, ejerció el Racing de dominador sin necesidad de balón y, en definitiva, se supo mover en las arenas movedizas que habitualmente se encontraba en ese tipo de campos. Por fin una mejora.

Buen trabajo
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