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El Diario de Cantabria

Violencia vicaria, la cara más cruel de la violencia machista

La búsqueda de la hermana de Olivia se centra en un área de escasos metros en el fondo del mar

La prueba de la huella dactilar practicada al cadáver localizado el jueves confirma que se trata de una de las dos niñas raptadas por su padre

Archivo - Tomás Antonio Giméno y sus hijas Anna y Olivia
Tomás Antonio Giméno y sus hijas Anna y Olivia
Violencia vicaria, la cara más cruel de la violencia machista

Olivia, de seis años, cuyo cuerpo ha sido hallado en el mar, se suma a la larga lista de menores asesinados por sus padres o por las parejas de sus madres en el marco de la violencia machista, 39 desde 2013, según los casos confirmados por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

Muchos son víctimas de la llamada violencia vicaria, en la que el agresor ataca a los hijos de las mujeres y los utiliza como instrumentos para maximizar el daño, generalmente cuando ellas dan el paso de la separación.

Desde 2015, de acuerdo con la ley de protección de la infancia y la adolescencia, los menores expuestos a una situación de violencia de género son considerados víctimas de ella.

Según la última macroencuenta de violencia sobre la mujer, más de 1,68 millones de niños viven en hogares en los que su madre sufre violencia por parte de su pareja o expareja y en el 51,7 % de los casos, el maltrato a la madre ha estado acompañado de la violencia del agresor contra los niños.

Este 2021 un niño de 7 años fue asesinado en mayo junto a su madre, embarazada, en Sa Pobla (Mallorca); y en marzo un hombre mató a su mujer y a su hija de 11 años en El Molar (Madrid).

Uno de los casos con más resonancia, no incluido en las estadísticas de la Delegación al remontarse a 2011, fue el de José Bretón, que mató a sus hijos, Ruth, de seis años, y José, de dos, en la finca de sus padres en las Quemadillas (Córdoba), e incineró sus cuerpos.

Lo hizo como venganza contra su exesposa Ruth Ortiz, que le había pedido la separación días antes. Bretón fue condenado en julio de 2013 a 40 años de cárcel.

A raíz fundamentalmente de este caso, la jurisprudencia ha ido considerando a las madres cuyos hijos son asesinados también como víctimas de la violencia de género.

Otro de los crímenes más dramáticos se registró en julio de 2015 en Moraña (Pontevedra), donde David Oubel mató con una sierra radial a sus dos hijas, de cuatro y nueve años, e intentó suicidarse. Al día siguiente tenía que entregar a las niñas a su madre, Rocio V., de la que se encontraba divorciado desde hacía más de un año.

Oubel fue el primer condenado en España a prisión permanente revisable.

Los años más trágicos, de acuerdo con los datos de la Delegación, fueron 2017, con ocho menores asesinatos víctimas de la violencia de género; y 2018, con siete víctimas mortales.

El 25 de septiembre de ese año, y con el objetivo de infligir el mayor daño posible a su pareja, un hombre mató en Castellón a sus hijas, dos hermanas de 3 y 6 años. Ya había amenazado con matar a las niñas y a la madre, quien apenas hacía un año que se había separado de él y que en febrero de 2018 solicitó una orden de alejamiento, que no le fue concedida.

El 7 de mayo de 2017, en Oza-Cesuras (A Coruña), un hombre mató a su hijo de once años el Día de la Madre y con la intención de causar "el mayor sufrimiento psíquico a su ex mujer", según la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia que le condenó, en 2018, a prisión permanente revisable. El Supremo confirmó dicha sentencia el 17 de julio de 2019.

Son casos paradigmáticos de unos asesinatos que, como han recogido numerosas sentencias en lo últimos años, buscan hacer el mayor daño posible a las madres y provocarles "un menoscabo psíquico grave".

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