25.04.2024 |
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Toros Santander. Un imperial Emilio de Justo sale a hombros junto a Ginés Marín

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TOROS
FOTO NACHO CUBERO
El diestro Emilio de Justo con los trofeos conseguidos durante la tercera de la Feria Taurina de Santiago que se ha celebrado hoy sábado en la plaza Cuatrocaminos de Santander, compartiendo cartel con Juan Serrano Pineda, "Finito de Córdoba", y Gines Marín, lidiando reses de Torrealta. / Hardy
Toros Santander. Un imperial Emilio de Justo sale a hombros junto a Ginés Marín
Una imperial actuación de Emilio de Justo ha sido lo más brillante de la tercera de abono de la Feria de Santander, en la que ha salido a hombros tras cortar tres orejas, el mismo balance artístico que Ginés Marín, aunque el triunfo de éste no fue tan rotundo como el de su paisano extremeño.

La torería de Emilio de Justo se divisa a kilómetros de distancia. Compareció en Cuatro Caminos vestido con un terno tabaco muy cargado de oro, como un patriarca calé.

Se mostró comprometido desde el saludo capotero abriendo mucho el compás al segundo, un colorado claro de preciosa expresión, acucharada cuerna y un punto alto de agujas. Los doblones por bajo abrieron los caminos a un toro que tenía sus aristas: el mirar antes del cite, el soltar la cara durante la suerte y el pararse tras el remate de la misma para volver a mirar.

Espatarrado y encajado se lo traía De Justo hasta la trastienda de las caderas. El delicado bamboleo de la franela atrapaba las embestidas sin continuidad y brotaba el toreo pase a pase. Carteles de toros los derechazos y dignos de las paredes de una pinacoteca los naturales.

No le quedaba más remedio al Torrealta que tragárselos, aún a regañadientes, pues sólo veía muleta. Ligar aquello tuvo un gran mérito. Como la estocada, en la que todo lo hizo el torero. Oreja indiscutible.

Se venía por dentro el quinto por el pitón derecho y De Justo le cambió la mano casi sin probaturas. Tres naturales hicieron crujir la ferruginosa arena de arrastrada que iba la muleta. Lentos como el paso de los milenios, obraron el milagro: el toro se entregó en un deslizarse humillado. Pero aún no se rindió Cuatro Caminos.

Y siguió el jubileo de series zurdas que merecían que el público saltara a cada pase, a la mexicana. Los de pecho, personalísimos, imperiales, rematados siempre en la hombrera contraria, eran broches de diamante a series de oro que se sucedían como por milagro sin perder un ápice de calidad.

Riñones metidos y cintura juncal se fundían con la escasa anatomía del buen "Ropavieja", con dignidad por delante y 13 kilos sobre el peso mínimo.

Seguía sin morir la gente ante aquella obra maestra que no cesaba. Relajó las líneas sinuosas de la barroca obra en una serie postrera con verticalidad de ciprés. Volvió a la diestra y también por ahí lo cuajó. Se fue tras el acero con fanatismo de figura y arriba lo dejó. Una obra cumbre, de dos orejas.

Ginés Marín vino con el cuchillo entre los dientes. Verónicas de rodillas en el tercio para recibir a "Bellotero", chicuelinas en pie en el centro del platillo y vuelta de hinojos para rematar con larga cambiada.

Apostó por muletearlo en la larga distancia. Respondió al galope el toro y lo ligó Marín a la velocidad, notable, a la que se venía. Cogió su mano mejor, la izquierda, y un enganchón frustró el remate de una serie que iba para cumbre. Otro generoso esfuerzo se emborronó algo tras perder el animal las manos. Y se pudo escuchar el silbido de los pitones, como dagas, rozándole las ingles en las bernardinas finales.

En el haber global del quehacer, la voluntad, la ligazón y los arrestos al tirarse a matar derecho como una vela para cobrar un espadazo hasta la empuñadura. El presidente relajó el criterio de las dos tardes anteriores y concedió las dos orejas.

Otra historia fue el sexto. Que le puso las astas en la yugular. De embestidas secas, rectas y volanderas. Esfuerzo grande de Marín que le dio el pecho y los muslos. Se lo pasó por las femorales y terminó engatusándolo. Transformó el huracán en brisa y los tornillazos en embestidas imantadas a su poderosa muleta. De nuevo fue certero con la espada.

Finito de Córdoba consintió que el cuarto tomara tres varas. Con la paliza a cuestas acudió en pos de los vuelos que le presentaba Juan Serrano, que embrocaba vertical, giraba la cintura y resolvía con muñecas bien engrasadas. Fue un bálsamo aromático que curó el ánimo herido del público que le abroncó en el primero, al que macheteó primero y asaeteó después en un sainete con la espada.

FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de Torrealta, serios por delante. Destacó el buen quinto, ‘Ropavieja’.

Finito de Córdoba: tres pinchazos, otro hondo y cinco descabellos (pitos); estocada desprendida (ovación).

Emilio de Justo: estocada ligeramente desprendida (oreja); estocada arriba (dos orejas).

Ginés Marín: estocada trasera (dos orejas tras aviso); media (oreja).

La plaza congregó a 2.690 espectadores sobre un aforo permitido de 4.976 localidades.

Toros Santander. Un imperial Emilio de Justo sale a hombros junto a Ginés Marín
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