26.04.2024 |
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Rodrigo: «La estatua del marqués de Comillas debe estar en un museo»

El Ayuntamiento de Barcelona retiró de su pedestal el 4 de marzo de 2018 la réplica de una estatua levantada en 1884 para honrar la figura de Antonio López y López, una decisión que generó polémica
Retirada de la estatua del Marqués de Comillas en Barcelona. / E. Press
Retirada de la estatua del Marqués de Comillas en Barcelona. / E. Press
Rodrigo: «La estatua del marqués de Comillas debe estar en un museo»

El historiador Martín Rodrigo, autor de ‘Un hombre, mil negocios’, biografía de Antonio López y López (Comillas, 1817 - Barcelona, 1883), primer marqués de Comillas, considera que estatuas como las del empresario, tratante de esclavos y senador «deben situarse no en un pedestal público sino en un museo o en un lugar de memoria, para un mejor conocimiento del pasado». El Ayuntamiento de Barcelona retiró de su pedestal el 4 de marzo de 2018 la réplica de una estatua levantada en 1884 para honrar la figura de Antonio López y López, una decisión que generó polémica entre los que lo consideraban un negrero y los que lo encumbraban como empresario excepcional y destacado mecenas. Rodrigo, que dedicó su tesis doctoral al personaje, dijo en una entrevista que, «viendo los argumentos utilizados hace tres años, era necesaria una biografía para conocer mejor su trayectoria vital».

Para el profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Pompeu Fabra y miembro de la Academia de la Historia de Cuba, «historia y memoria son dos campos diferentes, que ya los griegos distinguían entre la musa de la historia (Clío) y su madre, responsable de la memoria, la titánide Mnemósine». El trabajo del historiador, continúa, implica «el estudio de aspectos de ese pasado más o menos agradables, vistos desde el presente, y de otros ciertamente desagradables», pero la memoria no debe remitir al pasado sino al futuro y responder a preguntas como «¿qué elementos de nuestro pasado merecen ser ensalzados en nuestro espacio público y cómo deben ser conmemorados para el conocimiento de las generaciones futuras?».

Para ‘Un hombre, mil negocios’ (Ariel), ha recurrido a archivos públicos y privados de España, Cuba y Gran Bretaña, que le han permitido reconstruir los aspectos más destacados de la vida del primer marqués de Comillas; y ha prestado una especial atención a «sus años de estancia en Santiago de Cuba, a las diferencias con su familia política en torno a cómo gestionar la fortuna de su difunto suegro, a describir los veraneos de Alfonso XII en Comillas e incluso a su ostentoso entierro». El historiador sostiene con documentos la implicación de Antonio López y López en el tráfico de esclavos en Cuba: «Anuncios de prensa de Santiago de Cuba, las declaraciones de López ante las autoridades de la ciudad e incluso protocolos notariales de la época».

Interrogado por las autoridades militares, López y López reconoció sin ambages haber enviado «no quince sino setenta y nueve negros (a Batabanó, Cuba), los cuales no eran sin embargo bozales (negros africanos)», sino criollos, y declaró también que su empresa «se dedicaba al tráfico de este tipo de negros desde hacía cuatro años (o sea, desde 1846), enviándolos a aquellas partes de la isla donde sacaba más provecho», algo que era entonces completamente legal. Los adquirían en Santiago de Cuba, a un precio menor, y revendían más caros en el centro u occidente de la isla. Además, funcionarios facilitaban a López o a sus socios, a cambio de dinero, la documentación necesaria para hacer pasar por ladinos (o criollos) a unos esclavos bozales recién traídos desde África.

No cree Rodrigo que Antonio López y López fuera realmente un verdadero mecenas y sí, en cambio, su yerno, Eusebio Güell Bacigalupi. «La gran obra de mecenazgo de Antonio López se materializó después de su muerte, en 1883, aunque fue él quien había tomado la decisión, en sus últimas semanas de vida: financiar la erección de un seminario en Comillas, bajo la dirección de la Compañía de Jesús, precedente de la actual Universidad Pontificia Comillas, por la que el papa había firmado una bula, casualmente un día antes de su inesperado fallecimiento, por la que le perdonaba todos sus pecados». El autor se ocupa asimismo del origen de la fortuna de Antonio López y López, acumulada durante su estancia en Santiago de Cuba entre 1844 y 1853, que permitió a un joven pobre acumular un primer capital, y «su éxito posterior no se explica sin estos años de estancia en Cuba». López, agrega Rodrigo, encaja con «el prototipo de indiano que acostumbramos a tener en el imaginario colectivo», y tras su definitiva instalación en Barcelona, en 1855, «supo invertir esos caudales acumulados en Cuba en diferentes negocios (navieros, primero; bancarios, después, y también inmobiliarios) hasta construir un grupo empresarial muy potente». En el libro estima que la fortuna acumulada a su muerte ascendía a unos 24 millones de pesetas de la época, que lo convirtió en «el empresario barcelonés más rico de su generación». Otros individuos de su generación residentes en Madrid fueron más ricos, como el marqués de Manzanedo, también cántabro de origen, enriquecido en Cuba y vinculado al comercio de esclavos; pero, «teniendo en cuenta su legado empresarial, López fue, desde Barcelona, uno de los principales empresarios españoles de la época, creador del mayor grupo empresarial español de fines del XIX, el ‘holding’ Comillas».

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