19.04.2024 |
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La inexplicable destrucción de la casa del Dr. López Albo

Hombre comprometido con la medicina asistencial de carácter universal, defendió ardientemente, su precepto en pro del máximo beneficio general. Ello le acarreó problemas, en especial en lo que concernía con su intención de lograr una autonomía tanto científica como financiera, que fue rechazada por el patronato del hospital. 

Fachada de la casa del Doctor López Albo. / ALERTA
Fachada de la casa del Doctor López Albo. / ALERTA
La inexplicable destrucción de la casa del Dr. López Albo

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ace tiempo que deseaba, lo admito francamente, poner en consideración a través de este observatorio dominical, un hecho (desafortunadamente, no es único) acaecido en Laredo, relacionado con el impune, incomprensible y del todo punto deplorable derribo y destrucción de la casa familiar del Dr. López Albo, junto con la finca en que estaba ubicada, el jardín colonial y todos los elementos de notabilísimo valor arquitectónico, paisajístico y artístico que contenía. Un conjunto secular, construido en 1891 por la familia López Hurtado-Albo Madrazo, a la que pertenecía el famoso Dr. D. Wenceslao López Albo, neurólogo y psiquiatra de prestigio internacional y primer director de la Casa de Salud Valdecilla. 

Tal hecho, el referido derribo y subsiguiente destrucción, tuvo lugar bien entrado el año 2019 ante la pasiva mansedumbre de los más y con la civilizada oposición de la gente concienciada -e informada- entre los que se distinguió con la argumentación correspondiente, la Asociación Cultural Falgote de la vecina Colindres, quien intentó defender los valores del inmueble y su entorno, presentando en abril del citado año, en tiempo y forma, la solicitud en la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria a fin de obtener la declaración como Bien de Interés Cultural. Sin embargo, el consistorio laredano había decidido ya la sentencia de muerte para tan singular conjunto y no se avino a esperar el tiempo preciso para que tal solicitud fuera resuelta…  

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En el ínterin cambió la composición municipal de Laredo y el grupo político que debía presidirlo. Sin embargo, churras y merinas actuaron de la misma forma, amparados por los planes de ordenación urbana de 1987 y 2015 en los que no se contemplaba la finca y casa que nos ocupa como protegida y debidamente catalogada (circunstancia ya por sí significativa y que define de manera palmaria a los que confeccionaron esos planes), faltando tiempo a los responsables políticos, los representantes de todos y encargados de preservar el patrimonio histórico-artístico entre otras obligaciones, a perpetrar tal desmán, regidos por la misma arbitrariedad, incompetencia y paniagüismo de siempre. 

Wenceslao López Albo, nacido en Santander en 1889 en el seno de una acomodada familia (su padre Wenceslao López Hurtado fue procurador del Tribunal de Primera Instancia y alcalde de Laredo, y su madre, Gumersinda Albo Madrazo, pertenecía a la burguesía montañesa), estudió Medicina en Valladolid, acabando la carrera en Madrid, adscribiéndose enseguida al grupo creado en torno al Premio Nobel Ramón y Cajal. Del mismo modo, su cercanía a los eminentes neuropsiquiatras Achúcarro, Simarro y Gayarre, fue decisiva para su posterior dedicación a dicha especialidad. Por ello se trasladó pronto a Alemania donde siguió los cursos y experiencia clínica en la prestigiosa Königlichen Friedrich Wilhelms de la Universidad de Berlín. Ya en 1915 estableció consulta propia en Bilbao pasando enseguida a dirigir la sección de neurología y psiquiatría del Hospital de Basurto. Su aprendizaje, que prosiguió a lo largo de toda su vida (corta vida), continuó en distintas estancias en clínicas extranjeras, entre ellas, en La Salpêtrière de París.

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En 1925 fue nombrado médico director del Psiquiátrico de Zaldívar, al tiempo que continúa en su cargo en el citado hospital bilbaíno, compaginando durante varios años más ambos trabajos con estancias de estudios clínicos en París. En 1928 fue requerido por don Ramón Pelayo de la Torriente, Marqués de Valdecilla, aconsejado por Gregorio Marañón, para hacerse cargo de la dirección de la flamante Casa de Salud Valdecilla, modelo hospitalario entonces en España. Wenceslao López Albo aceptó el reto convirtiéndose en el primer director de la institución, que echó a andar el 24 de octubre de 1929. El diseño organizativo y funcional del hospital, abordado por López Albo, estuvo basado en las más modernas y eficaces normas con las que se regía en aquel momento la medicina hospitalaria internacional, una realidad que hizo de Valdecilla centro asistencial y hospital de referencia en nuestro país. De esta forma, la CSV, siguiendo las recomendaciones de la International Hospital Association, asentó su actuación, además de la utilización de los más avanzados medios médicos y quirúrgicos, en la atención a enfermos de todas las clases sociales, la docencia a médicos internos y enfermeras, la investigación médica y experimental, y una acción social preventiva.    

Hombre comprometido con la medicina asistencial de carácter universal, defendió ardientemente, su precepto en pro del máximo beneficio general. Ello le acarreó problemas, en especial en lo que concernía con su intención de lograr una autonomía tanto científica como financiera, que fue rechazada por el patronato del hospital. Así pues, dimitió, regresando a Bilbao donde prosiguió desarrollando su labor al tiempo que continuaba con la investigación neurológica y neuroquirúrgica. 

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Tras el estallido de la guerra civil, fue de nuevo llamado para dirigir la CSV en agosto de 1936. Cuando era inminente la ocupación de Santander por las tropas franquistas, se vio obligado a pasar a Francia, so pena de sufrir una segura pena de muerte (como ocurriera con su ayudante el Dr. Gonzalvo) dada su adscripción republicana, para regresar a España e instalarse en Barcelona donde ejerció como profesor en la Universidad Autónoma. Al acabar la contienda, como otros cuarenta mil exiliados españoles, fue acogido por el gobierno de Lázaro Cárdenas, ofreciéndosele la jefatura del servicio de Neuropsicocirugía del acreditado Sanatorio Español de Ciudad de México. Lamentablemente falleció pronto, víctima de una infección renal, el 28 de diciembre de 1944. El doctor López Albo es honrado actualmente, al cabo de los años, en el vestíbulo del Centro Hospitalario santanderino de Valdecilla, en un hermoso panel donde figuran el nombre de los 86 futuros médicos que cursaban estudios en la Escuela por él creada y desaparecida en el verano de 1937. 

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¿A quién benefició la destrucción de la casa familiar López Albo de Laredo? ¿qué inapelables motivos hubo para ello? ¿Dónde fueron a parar, tras arrasar el edificio, las magníficas verjas con el anagrama familiar, ejemplo del arte de forja que rodeaban la finca? ¿Y las cariátides metálicas que adornaban el palacete? ¿Y la fuente de estilo renacentista que formaba parte del umbroso y romántico jardín? ¿Es posible que las excavadoras y demás máq1uinas utilizadas arrancasen y trocearan los soberbios ejemplares de árboles centenarios, las palmeras americanas, los macizos florales y demás delicadezas que formaban parte de los 4.000 m² de la finca?  

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¿Para qué? ¿Para construir, quizá, una horrible nave industrial sin industria? ¿para dejar un solar yerto y estéril a la espera de que la especulación salvaje pueda sacar un beneficio? Todas las interrogantes que se quieran y aquellas que todos pensamos caben en este caso. Triste baldón quedará para siempre en el historial de la anterior alcaldía, tan rápida en la consumación de la barbarie, sin atender y sin entender nada. Y, por añadidura, igualmente en la presente, teniendo en cuenta que podría haber paralizado el derribo, al menos para aguardar el dictamen que debía pronunciarse respecto a la concesión del título de Bien de Interés Cultural. ¿Saben acaso tales representantes populares, lo que son las casas museo que tanto abundan en los países de nuestro entorno o los centros culturales ubicados en edificios tan singularmente interesantes como era este? No deja de suponer un sarcasmo que se bautizara la calle con el nombre del insigne médico y, acto seguido, se destruyera la casa familiar donde habitó, aun en buen estado y ejemplo de arquitectura de evidentes elementos regionalistas y otros propios de las características casas de indianos. Repito: arbitrariedad e incompetencia al servicio de no se sabe bien qué y quién. Sobre sus conciencias queda este atropello irreversible e inútil. 

La inexplicable destrucción de la casa del Dr. López Albo
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