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El Diario de Cantabria

"El difícil equilibrio y el desgaste en la lucha contra el virus"

La región conserva hasta ahora un lugar de cierto privilegio entre los territorios con un impacto del virus más leve y porque, además, sus hospitales han visto desde más lejos el temido colapso

Varias sanitarios en el Hospital Marqués de Valdecilla. / TREVOL
Varias sanitarios en el Hospital Marqués de Valdecilla. / TREVOL
"El difícil equilibrio y el desgaste en la lucha contra el virus"

Cantabria sigue aguantando entre las comunidades autónomas con menor incidencia de Covid y menos presión en hospitales, un estatus que no sale gratis por el desgaste en el sistema sanitario y el hartazgo de quienes se ven más castigados por unas restricciones cambiantes, y que llevan al borde del precipicio a los sectores productivos. Ése es el caso de la hostelería, que solo puede servir en exteriores desde noviembre, y que se siente pagana de una crisis sanitaria en la que no se acaba de ver la luz al final del túnel.

Pero lo cierto es que, dentro del panorama nacional, Cantabria conserva hasta ahora un lugar de cierto privilegio entre los territorios con un impacto del virus más leve y porque, además, sus hospitales han visto desde más lejos el temido colapso. De hecho, hace unos días el presidente regional, Miguel Ángel Revilla, ofreció «encantado» las camas hospitalarias y las UCI de Cantabria para acoger a pacientes de Castilla y León, que padece una situación sanitaria más comprometida, pero hasta el momento no ha llegado una petición formal de esta comunidad vecina.

Aunque el panorama sea algo mejor respecto a otros territorios, Cantabria no puede relajarse porque la Covid no da tregua y las necesidades asistenciales persisten pese al rosario de medidas que el Ejecutivo cántabro, como han hecho el resto de gobiernos autonómicos, ha ido imponiendo para tratar de frenar al virus.

El 18 de junio del año pasado el Gobierno cántabro inauguró las restricciones obligadas por la Covid-19, con la publicación en el Boletín Oficial de las primeras normas que iban a regir la vida cotidiana tras la ansiada desescalada.

Esas primeras medidas, que partieron de una situación sanitaria con una incidencia muy baja, gracias al confinamiento recién levantado, se centraban en cuestiones básicas: la distancia interpersonal de 1,5 metros, la higiene de manos o los aforos en distintos espacios.

Pero la evolución de la pandemia en los nueve meses siguientes ha obligado a que muchas de estas imposiciones se hayan modificado y, con frecuencia, endurecido. Por ejemplo, se ha ido reduciendo el número de personas en los grupos, se ha puesto primero, y ampliado después, el toque de queda, y se impuso en noviembre el cierre del interior de los locales de hostelería, una medida que perdura sin que en todos estos meses se haya modulado para aliviar al sector.

Ya en enero, en plena tercera ola, el Gobierno de Cantabria añadió a las restricciones el cierre de las grandes superficies comerciales los fines de semana. El director general de Salud Pública de Cantabria, Reinhard Wallmann, señala a Efe que es el virus el que fuerza a tomar estas medidas. «Las restricciones nos las impone el virus, el malo de la película claramente es el virus», afirma el responsable de diseñar la política cántabra de respuesta a la pandemia. Wallmann compara la tarea que desempeña «con un acto muy complicado de equilibrio» y considera que el poner y aligerar medidas puede asemejarse con lo que hace un funambulista, «que va sobre una cuerda que está tendida sobre dos abismos».

A su juicio, las medidas «duras» que estableció el Gobierno regional en Navidad, sobre todo el mantener cerrado el interior de la hostelería, han dado lugar a que la curva haya sido en Cantabria más baja.

Otra de las medidas que ha dado resultados es el cierre perimetral de municipios, ya en verano en Santoña y hace 14 días para Laredo, Colindres, Cayón y Polanco, cuyo confinamiento termina.

En el plano del debe del Gobierno en esta crisis sanitaria está el chocante desenlace, con tribunales de Justicia de por medio, que tuvo la decisión de eliminar la semana de vacaciones escolares de noviembre en Cantabria para evitar la movilidad por la región y la propagación del virus. CCOO se atrevió a presentar un recurso y los jueces tumbaron esta decisión del Ejecutivo por no estar justificada. Resultado: los alumnos y los docentes tuvieron que volver a las aulas a media semana, lo que provocó gran desconcierto, y deberán recuperar esos días no lectivos a final de abril.

Una de las principales patas de la pandemia son los hospitales y sus profesionales sanitarios, testigos de la peor cara del virus en forma de ingresos y mortalidad, y con mucho cansancio acumulado. Buena parte del impacto hospitalario se lo lleva en Cantabria el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander, referencia en la comunidad y el que absorbe en mayor medida los ingresos con Covid. De hecho, es el que alberga las únicas UCI para pacientes críticos con el virus. Este centro sanitario ha trabajado desde el principio adaptándose a la evolución del virus y a los ingresos que le iban llegando: abriendo plantas Covid, cerrando quirófanos y destinando más camas y más personal a estos enfermos en los peores momentos, para reorganizarse deshaciendo lo anterior cuando la situación se va calmando. En la primera, segunda y tercera ola, el sistema sanitario cántabro ha tratado de no dejar de lado la asistencia no Covid, aunque con dificultades y una lista de espera para consultas y cirugías que arrastra el cierre de quirófanos y la reserva de recursos para Covid.

En Cantabria la polémica llegó con la campaña de vacunación, que en esta región se ha llevado por delante a altos cargos sanitarios y ha puesto en el punto de mira al consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, cuya dimisión pide con insistencia la oposición de PP, Cs y Vox. Como en el resto de España, en esta comunidad se ha denunciado que han faltado dosis a sanitarios de primera línea pese a tener ya la vacuna directivos sanitarios, gerentes de empresas de ambulancias, quiosqueros de hospitales o la madre de la gerente médica de atención primaria, que renunció al cargo tras conocerse este hecho, llevándose a su vez por delante a su superior inmediata, la directora de atención primaria, que dimitió.

Lío de las vacunas. Pero el lío con las vacunas en Cantabria comenzó antes, a primeros de enero, cuando trascendió que esta región estaba a la cola en la administración de dosis. Este lento ritmo de vacunación, unido a la colocación posterior de vacunas de forma «indiscriminada» para «maquillar los datos», según la oposición, suscitó otra polémica y la petición de cese del consejero, que Revilla desoye agarrándose a los buenos datos de la pandemia en Cantabria.

Otro frente ya cerrado fue el relevo de la directora general de Salud Pública de Cantabria, Paloma Navas, sorpresivo para muchos porque fue la artífice de un sistema de rastreo y lucha contra el virus que el presidente Revilla y el consejero no se han cansado de ensalzar.

Aunque el consejero y la propia Navas explicaron que su salida de la Consejería se había pactado, la directora general también señaló al «desgaste» en su relación y afirmó haber sufrido «presiones políticas» a la hora de aplicar las medidas sanitarias.

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