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El Diario de Cantabria

Dos veces el mismo partido

El Sinfín fue mejor que el Huesca en los primeros quince minutos de cada periodo, cuando su defensa y su portería anularon a su rival | Sin embargo, el equipo oscense acabó siempre encontrando la manera de echar abajo la muralla

Dimitrievsky y Muñiz frenan un ataque del Bada Huesca. / Hardy
Dimitrievsky y Muñiz frenan un ataque del Bada Huesca. / Hardy
Dos veces el mismo partido

Ayer no se disputó en el frigorífico de La Albericia un partido convencional de balonmano, sino uno de treinta minutos que se repitió dos veces. El segundo tiempo mantuvo un guión calcado al que se había seguido en el primero y, por lo tanto, todo lo que sucedió sobre la cancha más allá del descanso terminó siendo la crónica de una muerte anunciada. Esta película ya la he visto. Fue  como si el equipo pilotado por Victor Montesinos hubiera querido sacar partido de un esquema ya preconcebido y no se animara a improvisar, a escapar de los márgenes, revolucionarse ante su propio destino y huir de la fatalidad a la que estaba abocado si se mantenía sobre la línea que le había marcado el tiempo. El Sinfín, austero como es por pura naturaleza, no quiso invertir en guionistas y, quizá aprovechando que no había aficionados en la grada, ofreció dos veces el mismo espectáculo que, por desgracia, tenía un mal final. Los finales felices son para los feos.

Mientras el Sinfín se sintió fuerte en defensa, no sólo hubo partido, sino que fue mejor y mandó. En ambos periodos consiguió rentas de hasta dos goles cimentadas ambas por sendos momentos de inspiración de Ramiro Martínez. Fueron rentas que prometían grandes alegrías. Sobre todo, la del segundo tiempo, ya que para conseguirla entonces no había comenzado de cero como en el primero, sino con una desventaja de tres tantos. Y ese terreno lo perdió porque el final de la historia no era bueno, porque el Huesca terminó siempre encontrando la manera de marcar goles con facilidad y, en cuanto se disparó el intercambio de metralla y el marcador se movió de manera más ágil, fue el equipo maño quien salió ganando. Tanto es así, que se terminó subiendo al autobús con una renta de cuatro tantos que no había tenido nunca durante la contienda.

Apareció el Sinfín con un solo cambio defensa - ataque y con Pla recuperando su primigenio rol de extremo aunque sólo en ataque, ya que en defensa le dejaba la esquina, siempre menos exigente físicamente, a Nacho Valles para tenerle más protegido, ya que él tiene cuerpo suficiente para situarse junto a Dimitrievsky en la muralla que levantan los hombres de negro. El objetivo era intentar frenar las veloces transiciones del Bada Huesca, condicionar su juego y hacérselo incómodo. Los maños no tenían que disfrutar de ninguna manera y el equipo santanderino consiguió dibujar un signo de interrogación en sus rostros. Era bien consciente de que toda esperanza pasaba por su defensa y no pudo comenzar mejor en ese sentido, ya que encajó sólo cuatro goles en los primeros quince minutos de partido. La proyección era la de jugarse los puntos en la veintena de goles, guarismos en los que se mueve cómodo el conjunto cántabro. Si era capaz de mantenerlos, había mucho que decir en la heladora tarde de ayer en La Albericia, pero el Huesca terminó cerca de los treinta. Y hasta ahí le cuesta llegar al Sinfín.

El problema fue que las historias nunca son lineales, sino que tienen altibajos, picos y valles porque a este juego juegan personas. Muy diferentes, además. Y era complicado mantener el rendimiento defensivo que estaban manteniendo los hombres de Montesinos, que pasaron de alcanzar el primer cuarto de partido con sólo cuatro tantos encajados a encajar siete en los diez minutos siguientes. Y lo peor fue que la misma historia se repitió en el segundo tiempo, cuando el Sinfín convirtió el 11-14 al que se llegó al descanso en un 18-17 gracias a que el Bada Huesca sólo había anotado tres tantos en once minutos y cuatro en algo más de quince, pero celebraría diez en el cuarto de hora final. Y ahí se acabó todo porque no hubo una tercera oportunidad de alterar el guión.

Para que haya partido, no sólo resulta fundamental conseguir un buen rendimiento defensivo, sino también contar con la colaboración de la portería. Y el Sinfín la tuvo. Elcio estuvo tremendo en buena parte del encuentro, con paradas increíbles abortando contragolpes y deteniendo dos penaltis. Otro más lo detuvo el joven Israel Marín, por lo que fueron tres lanzamientos de siete metros los que desviaron los guardametas del Sinfín, pero lo malo es que los oscenses disfrutaron de nueve por dos los cántabros. La diferencia fue brutal. No terminaron los locales contentos con la labor arbitral.

El carrusel de cambios alrededor del cuarto de hora de partido le sentó mal al Sinfín. Fue a partir de ahí cuando el Huesca empezó a remontar y logró su primera igualada tras el 1-1 (8-8) para, seguidamente, ponerse por delante por vez primera en todo el partido (8-9) Aquello cambió un encuentro que había comenzado de manera esperanzadora, con el equipo visitante atascado ante la dura defensa local y con una constante ventaja en el luminoso. Lo preocupante era el poco rédito que estaba consiguiendo sacar de su buen balance frente a su propia portería porque su renta nunca se fue más allá de los dos goles (5-3, 7-5, 8-6).

También se atascó el Bada Huesca en el inicio del segundo tiempo, logrando sólo marcar de penalti mientras que el Sinfín se crecía al mismo tiempo que se veía remontando esa renta de tres tantos que llegó a conseguir su rival. Fue entonces cuando por fin los de Montesinos lograron anotar de nueve metros con sendos tantos de Dimitrievsky y Nacho Valles, pero sigue teniendo ahí el equipo de La Albericia un ‘debe’ que le hace más complicada la labor ofensiva. Sobre todo, porque se hace más previsible y su rival se puede cerrar bien por dentro, ya que sabe que, al no contar con grandes lanzadores, es ahí donde está la fortaleza de los hombres de negro gracias a sus penetraciones y a su juego con el pivote.

Con todo, quienes ayer disfrutaron de lo lindo fueron los extremos. Tanto Pla como Ramiro se hartaron a marcar goles, ambos prácticamente sin fallo, marcando tanto en juego estático como en carrera. Porque el Sinfín ha aprendido a realizar veloces transiciones y a sacar mayor rédito de sus acciones defensivas o de la portería. Fue así como llegó al último cuarto de partido con sus opciones de ganar prácticamente intactas (21-21), pero en ese momento cayó en tres errores que le condenaron. Y fueron errores evitables, despistes, precipitaciones... En apenas dos minutos, se fue el partido sin saber muy bien cómo. Cuando el equipo despertó y se centró, buena parte del trabajo previo se había escapado.

Lo intentó Montesinos a falta de cuatro minutos (23-26). Pidió tiempo muerto y se la jugó con siete jugadores de campo en ataque, entre ellos los dos pivotes, y dos adelantados en defensa. De poco sirvió. De hecho, el equipo oscense acabó marcando goles fáciles que le permitieron llegar al minuto sesenta sobre una alfombra roja con la que no se había atrevido a soñar en todo el partido. Cortó así los sueños del equipo santanderino por enlazar un tercer partido sumando y, además, hacerlo ante un equipo al que le está yendo todo rodado en el presente curso.

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