26.04.2024 |
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Rangel condena al Sinfín

El portero del balonmano logroño, con casi un 50% de acierto, impidió al equipo santanderino luchar por la victoria | A pesar de ello, el equipo local se mantuvo dentro del partido hasta los ocho minutos finales

Zungri, en pleno lanzamiento para intentar superar al inspirado portero del Balonmano Logroño. / Hardy
Zungri, en pleno lanzamiento para intentar superar al inspirado portero del Balonmano Logroño. / Hardy
Rangel condena al Sinfín

Era un buen día para haber sorprendido a uno de los mejores equipos del campeonato, pero Rangel no quiso que pasara nada. Y Rangel es el portero brasileño del Balonmano Logroño, que anoche bajó de los cielos para difundir su palabra y, sobre todo, convertirse en el salvador de los suyos. A los riojanos les toca rezarle y darle las gracias porque fue él quien tapó las lógicas carencias de sus compañeros de pista, a los que les costó romper el partido del todo a pesar de lo fácil que se lo dejó su guardameta. De hecho, los jugadores del Sinfín han dormido preguntándose que podría haber sucedido con que solamente el cancerbero hubiera tenido un partido normal, ni siquiera uno malo.

El Balonmano Logroño es un tremendo equipo, con un gran repertorio y una profundidad de banquillo que ni mucho menos tiene el Sinfín, pero ayer se le notaron algunas costuras. Sobre todo, se fundamentó en una cerrada defensa cada minuto más reforzada por una portería con la que uno podía caminar tranquilamente sin mirar a la espalda. Y mérito tuvo que los jugadores del equipo local no terminaran quitándose la camiseta, tirando el balón fuera del pabellón y, por qué no, aplaudiendo al guardameta americano que este año estrena el cuadro riojano procedente del Bidasoa. Acabó la contienda con veinte intervenciones y un porcentaje de casi el 50%. Y contra eso no se puede hacer nada cuando, además, tu propia portería no responde y acaba con sólo cuatro paradas. La comparación resultaba grotesca. Con semejantes números, incluso parece mentira que hasta los últimos ocho minutos se mantuviera el Sinfín metido en partido.

No comenzó mal el Sinfín, pero le condenaron los algo más de cinco minutos que estuvo sin marcar. El parcial resultante de ese punto oscuro en el que se metió el equipo santanderino fue de 0-5 convirtiendo un prometedor 5-5 en un 5-10 que ya lo ponía todo un poco cuesta arriba. Y nunca es bueno ver cómo se inclina de repente la carretera cuando delante hay un contrincante de enorme nivel como es el Balonmano Logroño, que se presentó en La Albericia tras un mes sin jugar un partido oficial y después de haber tenido que confinarse. Quizá por eso tuvo que esperar al 3-4 para ponerse por vez primera por delante, pero lo cierto es que los hombres de Víctor Montesinos tuvieron una notable puesta en escena que dejó bien claro que iba a haber partido en La Albericia.

Llegó al descanso el Balonmano Logroño con catorce goles que ofrecían una interesante progresión de 28, cifra en la que es complicado que se maneje bien el Liberbank Cantabria. Sin embargo, ese acierto anotador del bando riojano no se basó tanto en una mala defensa local, sino en un mal ataque. Fueron los errores en el área contraria, las malas decisiones y las pérdidas los que permitieron al conjunto riojano correr y marcar una serie de goles fáciles que lograron ir rompiendo esa tónica igualada con la que parecía amenazar la contienda. Hasta nueve goles en rápida transición anotó el equipo logroñés en los primeros 30 minutos mientras que el cántabro se quedó con uno, que fue en los primeros pasos de la batalla, cuando parecía que la historia se iba a desarrollar por esos derroteros.

Pero la única gran diferencia entre unos y otros no estuvo sólo en esa capacidad de correr y en ese mayor o peor acierto a la hora de tomar decisiones trascendentes, sino, y quizá por encima de todo, en la portería. Mientras que Ernesto no vio una, Rangel se lucía en la otra portería. Llegó al descanso con catorce paradas y un porcentaje de acierto que incluso rondaba el 60%. Una barbaridad. Aquello desesperaba a cualquiera. Daba la sensación de que sólo Nacho Valles, cuyo liderazgo crece cada día en todos los sentidos, encontraba la manera de atravesar líneas. El equipo no conseguía correr, no lograba conectar con sus extremos y rara vez con el pivote.

Movió Montesinos el banquillo para buscar aliados a Valles. Lo probó primero con Xavi Castro pero éste no estuvo a gusto. Sus primeras acciones supusieron dos pérdidas, después erró su primer lanzamiento y en el segundo, a pesar de lo mal que le estaban yendo las cosas, se sacó de dentro una enorme acción que supuso el 7-11 y que parecía que podía dar inicio a otra historia, pero lo cierto es que no logró disfrutar. Y es un jugador que, después de lo que ha pasado en los últimos años, necesita hacerlo.

Castro entró durante el tiempo muerto que pidió Montesinos con 5-7 en el luminoso. El momento lo pedía porque a su equipo no le salían las cosas en campo contrario y el partido amenazaba con irse. Y lo cierto es que lo estaba haciendo. Para intentar parar la sangría, el técnico cambió al portero, pero Elcio apenas duró cinco segundos en la pista (acabaría jugando todo el segundo tiempo) porque en seguida se le cayó encima Moreira, el pivote del bando riojano que comenzó la contienda haciendo mucho daño. Luego entraría, debutando así en la Asobal, el gigantón Bonilauri, de 2,13 y que se centró en ataque enseñando una habilidad impropia de un tipo tan fornido.

La impotencia que llegó a sentir el Sinfín ante el momento de gloria de Rangel quedó acreditado cuando tuvo la posibilidad de romper aquel maldito parcial de 0-5 con un buen lanzamiento de Zungri que dio en la madera. Aún así, el rebote lo cogió Postigo, que tuvo una clara acción en los seis metros que parecía medio gol pero que el portero brasileño lo sacó con tremenda maestría. Lo suyo amenazaba con entrar para la historia cuando comenzó el segundo tiempo parando un penalti. Aquel tipo había llegado de Criptón y nadie tenía criptonita.

El Balonmano Logroño amenazó con romper definitivamente la contienda nada más salir de vestuarios al mantener la dinámica anterior, El 13-19 que pronto se puso encima de la mesa podía haberlo echado todo abajo pero un parcial de 2-0 que pudo ser incluso mayor al perder Zungri un balón en el que funcionó más rápido su cabeza que sus manos y que tenía que haber acabado en gol de Ramiro frenó la reacción. Al extremo argentino por fin le encontró su equipo en los primeros compases de esa segunda mitad y lo agradeció aumentando su eficacia goleadora. A partir de ahí, todo pasaba también por cerrar la persiana en su propia portería, pero no lo hizo nunca.

A los hombres de negro les tocaba entonces remontar sin Herrero Lon en pista, que se tuvo que retirar en los minutos finales de la primera mitad al notar que su rodilla no iba bien. Así, Muñiz se tuvo que multiplicar limitando el equipo así sus opciones a la hora de buscar la portería rival. Con todo, su gran problema seguía estando atrás porque se produjo un intercambio de goles en el primer tercio de periodo del que, aún así, salió bien parado porque el marcador pasó a ponerse incluso 18-21. Pero aquello siempre es pan para hoy y hambre para mañana. Lo malo fue que justo en ese momento Dimitrievsky se fue castigado dos minutos mientras que Oswaldo marcó desde los siete metros. Otra vez a remar. Y tuvo otra ocasión de oro el Sinfín cuando, a falta de doce minutos y con 20-24, Pla dispuso de una rápida contra para ponerse a tres y añadir nervios al partido, pero entonces volvió a resurgir Rangel entre los cielos para decir aquello de este partido lo gano yo. Tuvo ahí otros cuatro minutos de gloria eterna que ya sí, de manera definitiva, supusieron el punto y final del partido. Sólo quedó descubrirse ante él.

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