19.04.2024 |
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Como campeones

El Sinfín aguantó cuarenta minutos al Barça pero acabó sucumbiendo a su poderío l Contagió desu ritmo lento a su rival, que apenas pudo correr en el primer tiempo, pero apareció el cansancio en el segundo l Ernesto salió a hombros
Ernesto fue designado mejor portero del campeonato. / Hardy
Ernesto fue designado mejor portero del campeonato. / Hardy
Como campeones

Cuando uno juega contra el Barça, su objetivo no es ganar, sino llegar lo más lejos posible. El Sinfín llegó ayer hasta los cuarenta minutos. A partir de ahí, pasó página, entendió que ya no había margen para más y comenzó a repartir minutos entre todos, disfrutar el momento y pasar a intentar perder por menos de diez goles. Y lo consiguió. Justo se quedó en la frontera al caer por un 33-23 que deja bien claro que no fue una tarde cómoda para el intratable campeón. Y sólo con eso, un equipo como el santanderino ya se puede dar por satisfecho. Lo que hizo este fin de semana en el Palacio quedará como un brillante capítulo en su expediente que será difícil superar.

El Sinfín no ganó la Copa Asobal, pero ésta tenía dueño desde septiembre. No se puede ganar al Barça y eso es algo que aceptan todos. Por eso a los hombres pilotados por Víctor Montesinos no se les quedó cara de perdedores tras caer en la gran final. No hubo lloros. Eso no pasa en el balonmano español.

Habían sorprendido al Bidasoa en la semifinal con un partido casi perfecto y ayer compitió contra el transatlántico azulgrana mucho más de lo que, por ejemplo, lo había hecho el Bada Huesca el día anterior. El conjunto cántabro dio la cara y, por lo tanto, disfrutó. Y no recibió el trofeo de campeón, pero sí el de subcampeón más todos los premios individuales, ya que Herrero Lon se llevó el de máximo goleador y mejor jugador del campeonato y Ernesto el de mejor portero. Es cierto que no hubo serpentinas ni cava para el Sinfín, pero ni falta que le hacía.

Qué manera tan grande de despedirse han tenido jugadores que ya tendrán un retrato en los pasillos del club para siempre como Cristian Postigo y Nacho Valles. ¿Cómo se va a retirar Herrero Lon? ¿Dónde va a encontrar el Sinfín un pivote ofensivo mejor? Quizá sí podría tener uno que volviera más deprisa al banquillo tras una acción de ataque, pero no uno con una efectividad y una sabiduría como tiene él cada vez que se hace con la pelota en la línea de seis metros. Ayer marcó siete goles en siete lanzamientos. Perfecto. Y eso que no jugó los diez últimos minutos. Y delante no tenía una defensa de aficionados, sino una que el próximo fin de semana disputará la Final Four de la Liga de Campeones. Lo suyo fue tremendo. Es cierto que es posible que el próximo año eche de menos a Nacho Valles, pero él mismo también se fabricó algunos goles sencillamente por su capacidad de saber estar y por saber moverse. En definitiva, por ser el más listo de la clase. Si Lon fue uno de los hombres de la final y del campeonato, Ernesto fue el otro.

Sus 16 paradas en la semifinal resultaron fundamentales para que su equipo pudiera medirse ayer al Barça, pero en seguida demostró que lo suyo no había sido flor de un día, sino la consecuencia de un estado de forma pletórico. En seis minutos, ya había hecho cuatro paradas, en ocho cinco y en trece siete. A los 16 minutos de juego, ya había abortado diez disparos y tenía un porcentaje de acierto del 55%. Y quienes le estaban lanzando misiles desde todas las distancias eran algunos de los más poderosos brazos de toda Europa.

Lo suyo fue una exhibición que se quedó en las catorce paradas porque el último cuarto de partido lo disputó Elcio. Y lo mejor de toda la historia es que eso no hizo empeorar la portería del Sinfín porque el caboverdiano despidió su etapa en Santander con ocho intervenciones en apenas quince minutos. El buen hacer de Ernesto fue bien replicado en la otra portería por Moller, que también llegó al minuto ocho de la contienda firmando cinco paradas. Sin embargo, eso no hizo que su equipo rompiera a la primera la contienda. El dominio de los porteros fue tal de partida que el primer gol no llegó hasta pasados los tres minutos y medio. El Barça quería correr para terminar la obra por la vía rápida pero no pudo. Sólo pudo realizar cinco contragolpes en todo el primer tiempo, lo que significaba que el Sinfín estaba haciendo bien las cosas y no estaba cayendo en errores cuando manejaba la posesión.

Ese siempre es el primer paso cuando uno tiene a un gigante que, en menos de lo que se tarda en pelar un plátano, puede tirar por la borda los sueños de su rival de hacer posible lo imposible. La hoja de ruta del Sinfín quedó patente en su primera jugada ofensiva. Su intención fue poner un ritmo muy lento a la contienda, alargar los ataques hasta el borde del pasivo y jugar con paciencia para impedir imprecisiones y precipitaciones que regalara goles fáciles a su rival. En mente de Montesinos estaba también el depósito de gasolina.

Sus jugadores ni mucho menos están acostumbrados a jugar dos partidos de una exigencia tremenda en 24 horas y eso podía hacer que se quedaran sin aire demasiado pronto. Y lo bueno es que el planteamiento salió bien porque el Sinfín no sólo se mostró cómodo sobre la cancha, sino que también contagió a su rival de esa aparente pesadez con la que quiso aliñar su juego. Cuando se llevaban jugados quince minutos, el resultado era de 6-6. No sólo era importante mantener igualado el encuentro, sino también mantenerlo en unos guarismos bajos. La proyección era de 24 goles, algo imposible de aguantar cuando el Barça está delante, pero ya fue todo un logro llegar al descanso habiendo recibido sólo catorce tantos.

Si la efectividad ofensiva del campeón suele estar cerca del 70%, ayer el Sinfín consiguió que se quedara en el 43% durante el primer tiempo. Y ahí tuvo mucho que ver Ernesto, pero también una defensa que dio continuidad a su tremenda labor del día anterior. Después de ese empate a seis, el portero de Leganés incluso se dio el gustazo de detener dos penaltis consecutivos que, sin embargo, no sirvieron para que su equipo se diera el homenaje de ponerse por delante. Fue ahí cuando llegó el bloqueo ofensivo del Sinfín, que se alargó durante seis minutos, hasta después del tiempo muerto que pidió Víctor Montesinos con 9-6 en el luminoso.

Hasta entonces, incluso había salvado una delicada situación en la que tuvo que jugar minuto y medio con dos menos por las exclusiones de Muñiz y Zungri, pero al equipo de casa se le fue haciendo de noche en ataque. Los extremos no pudieron aportar como el día anterior y Ostroushko, muy desacertado (cero de seis), no ayudó con el lanzamiento exterior a abrir un poco más la defensa. Fue en esa recta final del primer tiempo cuando ya se abrió una renta de cuatro goles (12-18) con la que se llegaría al descanso (14-10). En la reanudación bajaría a tres gracias a un gran tanto inicial de Zungri, situación que se mantuvo hasta el 16-13.

Sin embargo, ahí se volvió a apagar la luz en el campo rival. El cansancio empezó a aparecer y todo fue un poco más pastoso, lo que hizo que el Barça rompiera el partido de manera ya definitiva. Si el campeón sólo había podido correr cinco veces en todo el primer tiempo, tres de sus cuatro primeros goles del segundo ya habían sido al contragolpe. Y cuando al Barça se le permite algo así, ya todo se echa a perder. Es como accionar el huracán y, en un visto y no visto, uno se ve fuera de la pista, del partido y de todo lo demás. Incluso tras marcar gol el Sinfín, el bando catalán en seguida daba la réplica. Antes incluso de que llegaran a la defensa los jugadores de negro.

Como balas. Aquello pasó a ser imposible y empezaron a aparecer en el partido jóvenes valores como Rubio, Luis Pla, Lastra, Basualdo, que ya había entrado en el primer tiempo con enorme acierto, y un Gustavo Alonso que se ha pasado la temporada lesionado pero que ayer se dio el gustazo de anotar tres goles. Verles a todos ellos actuar con un tremendo desparpajo permite tener la total confianza de que hay Sinfín para rato. El club es hoy un poco más grande de lo que lo era el pasado viernes.

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