24.04.2024 |
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Con 15 minutos no basta

El Sinfín pasó de firmar un primer cuarto de hora de partido de gran nivel a mostrar su peor imagen en el resto del encuentro | No funcionó ni en defensa, ni en ataque, ni en portería, ni ayudaron los árbitros | Montesinos lo probó todo

Xavi Castro, en una de sus buenas acciones ofensivas previas a su expulsión. / Diego Gómez
Xavi Castro, en una de sus buenas acciones ofensivas previas a su expulsión. / Diego Gómez
Con 15 minutos no basta

Fue como pasar de la luz a la oscuridad, como si a la radio se le hubieran de pronto agotado las pilas y la música hubiera dejado de sonar. Fue, en definitiva, como uno de esos días de intensa playa donde todo parece perfecto hasta que, de pronto, llega la galerna y la plácida tarde termina convirtiéndose en un oscuro anochecer de tormenta. Fue tremendo el cambio drástico que dio el juego del Sinfín entre los primeros quince minutos de juego y lo que sucedió a partir de ese momento. Lo que amenazaba con ser un encuentro largo fue muy corto. Prácticamente, sobró todo el segundo tiempo, que fue convertido por parte de Víctor Montesinos en todo un banco de pruebas para intentar lo que a todas luces ya parecía imposible.

Lo cierto es que es difícil ganar cuando, de repente, los jugadores parecen haber salido del partido, cuando tu portero no para una y cuando, para colmo, pareces tener a los colegiados en contra. Con esa sensación se fue ayer el Sinfín, con la de haber recibido un castigo por todos lados que terminó por sacar de quicio a los jugadores, que incluso se sintieron maltratados y hasta provocados en un final de partido desagradable. Postigo fue excluido desde el banquillo por decir algo sin abrir la boca mientras que Dimitrievsky, ya desquiciado, sí la abrió para decir algo al árbitro tras excluirle que no le gustó nada, por lo que vio la roja, que ya había visto a los 17 minutos de partido Xavi Castro. Incluso Montesonos recibió también una exclusión cuando quiso protestar por lo que ya parecía demasiado evidente: una falta pitada a su equipo por un resbalón del rival para, seguidamente, no ver un agarrón de Valles cuando se disponía a lanzar desde nueve metros.

A pesar de todo ello, el Sinfín no perdió por los árbitros. Entró en una vorágine que no le convenía, en un tipo de partido descontrolado en el que ni mucho menos se siente poderoso y, sobre todo, en un bloqueo de todo tipo a partir del cuarto de hora de juego que hizo demasiado evidentes todas sus limitaciones, tanto las defensivas como las ofensivas. Quiso reaccionar tras el descanso pero se encontró con lo contrario que había salido a buscar, por lo que sólo le quedó ir a la desesperada. Y lo único que logró fue un intercambio de goles que no le servía de nada. Volvió a encontrar la portería rival, pero la suya seguía siendo un coladero.

Es difícil imaginar un final tan feo y un inicio tan bueno. Comenzar bien no era negociable y, para ello, el primer paso estaba en la defensa. Lo que sucede es que ahí tenía el Sinfín una incógnita tremenda. No sólo no podía contar con su baluarte en la retaguardia, sino tampoco, al menos de partida, con el jugador que le suele sustituir cuando no puede estar, que suele ser cada vez que hay que jugar entre semana a domicilio. Muñiz estaba lesionado y Diego Basualdo arrastraba unos problemas físicos que invitaban a ser precavidos. Sin embargo, tuvo que terminar entrando en escena en los albores del primer tiempo, ya que éste no terminó ni la mitad de bien de lo que había comenzado.

Para solventar sus problemas en la parcela central de la retaguardia, Víctor Montesinos apostó por algo nuevo. Dibujó un 5-1 con el joven Alonso como adelantado. Es un rol que ha ejercido Cristian Postigo cada vez que el Sinfín ha apostado por él, pero ayer el entrenador sacrificó la agilidad y la movilidad del extremo maño por la fortaleza, el físico y los brazos del lateral cántabro. Cerca de él, quizá más adelantados de lo que suele ser habitual, se situaron Pla y Zungri para intentar frenar las acometidas de los primera línea segovianos, que es donde tienen localizado su principal peligro ofensivo. Y lo cierto es que lo lograron. Anularon el ataque rival durante el primer cuarto de hora de juego pero, a partir de ahí y hasta el final del encuentro, el juego de los santanderinos pasó a ser un pequeño despropósito.

Pocas veces se había sentido esta temporada el Sinfín tan poderoso como en el arranque de partido. Le salían las cosas en ataque, donde anotaba tanto Dimitrievsky desde la primera línea como Lon y, sobre todo, Ramiro desde la segunda. Tantas alternativas mostraron los hombres de negro que su juego resultaba impredecible. Y el ingrediente fundamental a esa confianza ofensiva estaba en su propio campo y en su capacidad para conseguir que el Nava se encontrara muy incómodo sobre el terreno de juego. No sabía muy bien cómo atacar la intensa zaga cántabra y, de hecho, apenas marcó cinco goles en los primeros quince minutos de encuentro. Las cosas iban bien, pero era ciertamente complicado que el Sinfín aguantara el ritmo a semejante nivel de intensidad. Montesinos lo sabía y por eso comenzó a mover el banquillo, lo que no vino bien al grupo.

Lo peor es que quien de verdad estaba aportando tras no comenzar en el siete inicial, que fue Xavi Castro, fue expulsado a los quince minutos de juego. Había marcado dos valientes goles sin fallo pero, de pronto, vio venir sobre él a Jorge Silva, que empezaba a calentar su muñeca, y los árbitros interpretaron que le hizo la cama. Es decir, que dejó caer al suelo al potente lateral portugués. La caída sonó peligrosa y, de hecho, el jugador del Nava no volvió a jugar más tras marcharse dolorido. Tampoco lo hizo el jugador del Sinfín pero por culpa de la cartulina roja.

Esa expulsión llegó en un momento de desconcierto, de dos lanzamientos claros fallados que empezaron a sembrar dudas y un penalti atajado por el portero rival, un Patotski que, sobre todo, se hizo enorme en el segundo tiempo. La primera ventaja visitante fue el 8-9 y, a partir de ahí, aprovecharon que al Sinfín se le había hecho de noche para, en seguida, adquirir una renta de tres goles con la que incluso se fue al descanso. Los de Montesinos habían pasado de anotar siete goles en los primeros quince minutos a sólo dos en los segundos. Y lo peor es que su fiabilidad defensiva se había esfumado. Se abrieron agujeros por todos lados y tuvo que entrar el renqueante Basualdo para recuperar un 6-0 que tampoco logró cerrar la puerta.

Las cosas no mejoraron en la reanudación, sino que empeoraron.  El Sinfín estaba ido, en otra parte. Entre la madera y el portero rival, le impidieron avanzar hasta toparse con una desventaja de cinco goles en seguida (10-15) que, cuando ya fue de seis con algo más de veinte minutos por jugarse (12-18), exigió una reacción de Montesinos, que pidió tiempo muerto. Había que jugársela porque el partido se escapaba. Apostó por dos adelantados, luego por una defensa individual sobre su central y, poco más tarde, por jugar sin portero en ataque, que en ese momento ya era el bisoño Marín porque Elcio no estaba viendo una. Un diez por ciento de acierto tuvo la portería cántabra por un cuarenta la segoviana. Mal punto de partida es ese. Al final, el técnico, ya rendido a la evidencia, comenzó a pensar en el partido del sábado en Pamplona, donde se jugará comerse las uvas con una sonrisa.

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