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Desgaste y percepción de Sánchez

¿Cuándo se produjo y por qué el cambio de tendencia con respeto a Sánchez en la percepción de las gentes? De las de a pie, de las que no salen en la tele ni predican en las tertulias e incluso ni siquiera las ven ni las escuchan. No lo sé, la verdad, y creo que nadie puede, ni siquiera el propio interesado y sus perplejos asesores, señalar el hecho en concreto y la razón esencial por la que se ha producido. Esas cosas se van larvando, incubando en el huevo y apenas se notan en apariencia hasta que ¡zas! sale el pollito y rompe la cáscara. Marx lo llamaba cambio cualitativo como resultado de sucesivos cambios cuantitativos que se iban sucediendo solapadamente.
Desgaste y percepción de Sánchez

MADRID, 6 (OTR/PRESS)

¿Cuándo se produjo y por qué el cambio de tendencia con respeto a Sánchez en la percepción de las gentes? De las de a pie, de las que no salen en la tele ni predican en las tertulias e incluso ni siquiera las ven ni las escuchan. No lo sé, la verdad, y creo que nadie puede, ni siquiera el propio interesado y sus perplejos asesores, señalar el hecho en concreto y la razón esencial por la que se ha producido. Esas cosas se van larvando, incubando en el huevo y apenas se notan en apariencia hasta que ¡zas! sale el pollito y rompe la cáscara. Marx lo llamaba cambio cualitativo como resultado de sucesivos cambios cuantitativos que se iban sucediendo solapadamente.

Durante largo tiempo a Sánchez parecía no hacerle pupa nada, ni lo más cochambroso, ni su tesis falsa, ni sus mentiras, ni sus traiciones ni sus abrazos con separatistas, ultraizquierda y hasta con Bildu. Hasta parecía blindado ante la estremecedora y bochornosa respuesta a la pandemia sobre todo en los primeros y terribles del año 2020. Nada le pasaba factura. Era inmune. Encuesta tras encuesta aparecía como imbatible y la sensación de que salía incólume y sin un rasguño de los peores trances se estableció como un dogma.

Sin embargo, y ahora resulta evidente, algo profundo, silencioso pero en ebullición, estaba sucediendo en las tripas de la sociedad española. Algo que ahora, con la misma contumacia y ya desde el segundo trimestre de este año se manifiesta indicando un rechazo persistente y, quizás lo peor para él, solidificado.

Porque de la misma manera que entonces nada parecía hacerle mella ahora, aunque la situación, incluida la determinante economía, de síntomas de mejora, eso parezca suponer alivio en la opinión generaliza sobre su imagen y persona. Para mucha parte de la población española su retrato fijado es el de un personaje achulado, presuntuoso y fantasmón que miente más que habla y del que no puede uno fiarse. Generalizo, claro, tiene devotos y seguidores acérrimos y otros más tibios pero fieles, pero el viento le sopla en contra, lo dicen todos los sondeos (con excepción claro del que le hacen de encargo en Moncloa) y ese termómetro tan español que son los bares, en cuanto han dejado asomar por ellos a la gente.

¿Es ya inmutable esa percepción? No. En absoluto y a ello fía su suerte. Aguantará en Moncloa hasta el último día antes de convocar elecciones a finales de año 23, cuando además España ocupará la presidencia de la UE y podrá chupar mucha cámara. Confía, y es lógico, en el maná de millones que comenzarán a llegar de Europa y que los avances económicos tapen cualquier otra cosa. No es nada descabellado sino muy razonable basar en ello táctica y estrategia y soportar, sin mover una pestaña los dislates cada vez más esperpénticos de sus socios de Gobierno que, con la excepción de Yolanda Díaz, no pierden la ocasión de demostrar su inanidad, hasta acabar sólo por ser noticia por sus delirio como equiparar la situación de las mujeres españolas con las afganas.

Podría salirle, pues, y al final bien la jugada y conseguir en las urnas y con sus ya normalizados aliados un nuevo mandato. Desde luego. Pero algo ha cambiado. Hasta hace medio año ello se daba por seguro, Sánchez barría y hoy las prospecciones indican otra cosa, que está a la baja y no llega a 100 escaños. Eso no son más que pájaros volando, desde luego. Pero dos hechos no lo son. El descomunal trastazo madrileño y los fiascos añadidos, la hecatombe del Cs y, as mi juicio, la dificultad de cambiar esa percepción que muy buena parte de los españoles del personaje. Muy, muy difícil cambiarla. Y por algo muy sencillo y determinante. Porque es que ese es Sánchez.

Ah, que se me olvidaba. Y que antes de las elecciones generales vienen las municipales y autonómicas.

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